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sábado, 21 de septiembre de 2019

PRESENTACIÓN Y DISCURSO CRÍTICO, Gabriella Bianco, Venecia, Italia

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María Luz Samanez Paz, cuento breve

"Los niños esclavos y el Infierno verde”, 2009

                                                                          
PRESENTACIÓN Y DISCURSO CRÍTICO

Entre el relato periodístico breve y conciso y el cuento realista y dramático se desarrolla esta historia de la escritora y periodista María Luz Samanez Paz, obra breve intitulada "Los niños esclavos y el Infierno verde", que golpea per la fuerza del lenguaje y de las imágenes de un realismo crudo y directo, como es la realidad de una profunda crueldad que este cuento relata.

En este Perú agobiado por la miseria, este cuento lo explica todo. Rehenes de un sistema que solo concede raquíticas medidas sociales y gobierna con la fuerza de la injusticia y del abuso  de poder, donde la violencia es institucionalizada, en esas zonas olvidadas, los pueblos de la sierra, en su mayoría indígena, viven condenados a una economía de sobrevivencia, sin las más mínimas infraestructuras - un puesto sanitario, el mejoramiento de las rutas, un concepto de ley representado por la justicia -, y a la negación de una conciencia social y civil que  permita construir desarrollo, reconocimiento y ciudadanía.

Pero la miseria, en este cuento desgarrador, y la marginación no son las únicas protagonistas: lo son la injusticia, la violencia física y moral, que implica la prostitución y la explotación sea sexual que laboral, hasta la reducción en esclavitud de niñas y niños, en la más total impunidad.

En esta despiadada sociedad, la pobreza y la desigualdad, la distancia entre la ciudad y el campo o la selva, la explotación de los seres humanos como de las materias primas, todos estos elementos constituyen la tremenda complejidad de estos fenómenos, sobre todo en los continentes más pobres. En la selva el fenómeno se amplifica, en la invisibilidad y en la vulnerabilidad de los sujetos involucrados, en la falta de respeto de los derechos de la niñez y de consideración hacia la mujer, tratada como un mero objeto sexual.

En el ámbito político, la corrupción policial y de los funcionarios públicos, junto con la inexistencia de leyes específicas o su débil aplicación, son los factores más nefastos de estos fenómenos, aunque quizá el más nefasto de ellos sea la negación de su existencia por las autoridades, en el desastre socioeconómico, con su correlato de auge de la criminalidad, la delincuencia y la violencia social.

De hecho, los Estados prefieren negarlo o ignorarlo. Por eso es tan importante que, desde que se sucedieron estos eventos que este relato ilumina con la dramaticidad y la intensidad de la denuncia, hayan sido aprobados la Convención sobre los Derechos del Niño, recién en1989 y el Convenio n. 182 de la Organización Internacional del Trabajo, sobre las peores formas de trabajo y explotación infantil.

Lamentablemente, la debilidad de este último convenio - tratándose de derechos económicos y sociales - reside en el hecho de que las violaciones no pueden ser sujeto de denuncia individual y la fuerza vinculante para los Estados es muy débil. Asimismo, la explotación sexual infantil, como toda explotación que llega a reducir a seres humanos en condición de esclavitud, debe ser reconceptualizada y reconsiderada como "tratos inhumanos y degradantes" y por los tanto, una violación de los derechos humanos fundamentales.

De este modo, en presencia de estos derechos "absolutos" impuestos a los Estados, que tienen la obligación de respetarlos, se pueden presentar denuncias individuales y son perseguibles internacionalmente, con es el caso del genocidio y de la tortura. Sin embargo, de los 122 países que concurrieron al Primer Congreso Mundial contra la explotación sexual y la Convención sobre el Derecho del Niño en 1996, solamente siete países latinoamericanos han adoptado planes de acción: México, República Dominicana, Brasil, Chile, El Salvador, Argentina, Costa Rica.

Perú, donde tiene lugar esta historia de dolor y de devastación moral y espiritual, queda afuera: sin embargo, el Estado, en connivencia con las multinacionales y las autoridades locales - sobre todo la policía, a veces ausente y en la mayoría de los casos, cómplice, no puede seguir ignorando - o perpetrando - crímenes contra la humanidad, los derechos y la dignidad de los pueblos originarios y la enfermedad, en el caso específico, la lepra, perfectamente curable, como denunciaba el mismo Che Guevara, en su viaje de iniciación en motocicleta por el continente.

Bien sabemos que este horror y esta explotación se repiten en tantos continentes, cuando se analiza la fuerte competencia entre las empresas occidentales, que se disputan las riquezas minerales de países como Sierra Leona, Ituri en la RD Congo y tantos otros.
Bien sabemos lo que pasó en Sierra Leona, donde jóvenes arruinados y aullantes, drogados y regimentados por los señores de la guerra, innumerables niños como los Mateo y Pero de nuestra historia, no pueden tenerse en pie por el hambre.
Bien sabemos que hay una gestión policial de la miseria, en el desastre social y la violencia endémica de Rio de Janeiro, en esos islotes de pobreza y de violencia que son las favelas.
Bien sabemos que el golpe de Estado en Niger es producto de sus extraordinarios recursos naturales, entre ellos el uranio, y sin embargo Niger es uno de los países más pobres del mundo y su población padece periódicas hambrunas.
Y aunque en la Selva de Camisea de Perú, donde se extrae el gas, existe paralelamente un meritorio proyecto de defensa del medio ambiente y de las poblaciones indígenas que habitan esa selva, ¡bien sabemos que en el poder no hay nada de inocente!

Sin embargo, en esta historia de degradación, algunos personajes se rescatan: el periodista Lujan, que actúa impulsado por la presencia de la periodista limeña, el Ing. Valcárcel, aunque pierdan la vida, sin olvidar la generosidad expresada y magnificada por el dolor de los leprosos, que acogen y ayudan a los fugitivos.

Pero la figura más emblemática es la madre Jesusa, que no hesita a enfrentarse con riesgos de los cuales es solamente en parte consciente y que sin embargo arriesga y no duda en ponerse en las situaciones más peligrosas, por amor a sus hijos, Mateo y Pedro, engañados brutalmente y esclavizados, como ella descubrirá dolorosamente, hasta las últimas consecuencias. Jesusa, en su entrega de madre, acepta el desafío, lo busca, se entrega por amor de sus hijos, como esas madres del dolor que gritan para sus hijos y no aceptan que se pierdan, en estas sociedades devastadas, en actos extremos de abnegación y de coraje, en su extrema soledad de lucha y de sacrificio.

Así, los últimos de la tierra, la madre indígena y los leprosos, que la sociedad civil rechaza, en este dramático cuento breve, rescatan nuestra humanidad herida e humillada, más allá de los aspectos escalofriantes de la historia, que la escritura intensa y densa, no solo no disimula, sino subraya, con un tono a veces duro, a veces de abierta condena, a veces de participación altamente emotiva, que tiene aspectos personales, cuando la joven periodista limeña no solamente no puede esconder su asombro, sino aprende la practica periodística de la forma más violenta para una mujer, la violación.

Es esto lo que denuncia este cuento: en la figura del negro Carrizales identificamos la existencia de mafias que explotan a adolescentes y niños para el comercio más sucio, la del oro en Perú, la de los diamantes y otros minerales, como pasa con las multinacionales en Sierra Leona, en Ituri, en tantas partes de África y de América Latina, donde seres humanos que, una vez que son llevados a la selva, parecen desvanecerse en el aire, como sucede en este cuento, donde la ciudad no es tan lejana como para no saber lo que pasa.

Es obvio que ningún convenio internacional, ratificado o no por un Estado, funciona cuando instituciones clave como la escuela, el cuerpo médico, los jueces, la policía, la información no colaboran o callan frente a estas aberraciones: es toda una sociedad responsable entonces y cuando la indulgencia, la ineficiencia y la connivencia responden a leyes tacitas y no escritas, esto impone un cambio ideológico, moral y ético radical, en todas las áreas, de la salud, de la educación, del trabajo social, de la comunicación, frente a una renovada voluntad política y una maduración social para encarar cualquier abuso de poder y pretender tolerancia cero para estos crímenes contra la humanidad. 

En el cuento, alrededor de los fenómenos que subrayamos, que practican la violación sistemática de la dignidad de los seres humanos, gravitan personajes despreciables como los reclutadores profesionales, como las mujeres que prostituyen a otras mujeres, como la policía que cuando no es directamente cómplice, es ausente o mira del otro lado, las municipalidades que fingen ignorar lo que pasa en sus territorios más alejados, y lo que esta selva esconde de terrible y trágicos : los leprosos, cuya enfermedad, como en los tiempos de Cristo, obliga a huir de la sociedad y que mantienen, junto con la figura y grandeza de la Madre indígena Jesusa, en tanta desolación y degradación, los únicos vestigios humanos: en la perdida de sus rastros, de sus labios, de sus dedos, queda la humanidad del alma, de la solidaridad humana, de la caridad.

Desde la casi inexistencia de información institucional y el carácter clandestino de estos negocios - explotación del trabajo, prostitución, violencias físicas y morales - el periodismo, los agentes sociales, el cine, y los intelectuales como conciencia de una sociedad y para la construcción de una nación que protege y promueve los derechos ciudadanos- ejerciendo el rol de control y de investigación directa -, tienen la obligación moral de dar voz a los que no la tienen, los explotados y condenados de la tierra, para decirlos con las palabras de Franz Fanon, devolviendo la palabra y la esperanza a los que no tienen ni voz ni esperanza.

La lucha no han hecho más que empezar, y esta denuncia valiosa y corajuda lo demuestra, perfilándose como un mensaje urgente para el presente y para el futuro: una denuncia, que, manteniendo sus calidades literarias y poéticas, en el ritmo cerrado de los diálogos y en la multiplicidad dramática de los eventos, que se suceden con una violencia incontrolable, cuenta la historia sin ahorrarnos nada, en la brutal evidencia de los hechos, estremecedora en la realidad cruel, despiadada, inhumana y aberrante que se despliega frente a nuestros ojos atónitos, los mismos de la joven periodista, que puede y debe contar lo que ve y lo que vive, como pueden y deben hacer todos los que pueden contar tantas otras historias como esta, para denunciarlas al mundo, como deber moral y compromiso con su propia postura ética y estética.

Ojalá escritores, artistas, periodistas sean conscientes de la necesidad de dar testimonio del mundo que nos rodea, de la multitud de peligros, pero también de posibilidades y signos de esperanzas que encierra, despierten nuestras conciencias de la pasividad y de la indiferencia, ya que conocer significa comprender y comprender puede significar salvar. Como es el caso de esta historia.

Por la Dr. GABRIELLA BIANCO, PhD
Escritora, libretista, guionista
Embajadora Internacional de LA PAZ y
Presidenta de ASOLAPO-Italia – 2009-2010


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