RIGLOS Y ROSARIO
Todo ocurrió
en un viejo y derruido chalet
de dos plantas
ubicado en una esquina,
a treinta metros
de donde vivía César Tiempo,
por Rosario,
y a tres veredas
de donde murió Astor Piazzolla,
por Riglos.
Allí, en esa casa,
en medio de la suciedad
y de una miseria
que llegó a ser implacable
hasta le ferocidad,
en un exilio de silencio y locura,
dos seres,
que fueron mis amigos,
vivieron un amor.
Un amor no expresado
por violentas expansiones,
sino por una diaria radiación;
por pequeños actos de bondad
sin nombre ni recuerdo.
En esa casa
con fulgores de plata,
donde ella estaba loca
y él ya no se bañaba,
en la que casi no eran existencias
sino meras apariciones;
en esa casa,
símbolo de lo que se marchita
y de lo que fenece,
estaba la alternativa de la piedra
como oposición
al mundo de lo efímero;
la piedra,
como perduración
de la inmovilidad y el silencio.
La piedra del frente
y la historia de un amor.
Lo único que ha quedado de esa casa
de la esquina
de Riglos y Rosario.
Pintura al pastel, Luis Alposta 1982
©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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