TIEMPOS
DE SEDAS
Una mañana de invierno cercana a la primavera, llegó a Biertel el joven Xiao
Yi,
proveedor de las más finas y delicadas sedas. Él conocía muy bien el camino de
la seda
que sus ancestros chinos habían transitado. Las modistas de aquel pequeño
pueblo de
Alemania lo esperaban con ansias todas las temporadas, para poder confeccionar
las
camisas de los caballeros, o los vestidos para las damas de la
aristocracia.
Xiao Yi había nacido en Taipéi, bajo la protección de una familia tradicional,
que le
transmitió valores y normas de convivencia estrictas de esa cultura. Siempre se
lo veía
impecablemente vestido, su andar era digno de atraer las miradas. Sus ojos
rasgados y
profundos eran como perlas negras; su sonrisa persistente, el contorno de sus
labios era
fino y su piel nacarada. Su refinamiento oriental provocaba las miradas de las
mujeres
de Biertel y los celos de sus esposos.
Si bien tenía un trabajo solitario él era muy comunicativo y le gustaba
entablar
conversación con los nativos de los países europeos, sin importarle sus
rasgos.
En cuanto Xioa Yi instaló su carro en la plaza y abrió los baúles se produjo la
magia. El
colorido de las sedas y sus brillos cambiantes se dejaron ver cuando él tomó
las telas y
las hizo danzar por el aire para mostrar la calidad con que habían sido
elegidas. Sabía
exactamente qué tela necesitaba cada persona para cambiar su suerte y su
futuro.
Se acercaron las costureras más importantes. Anna acompañó a su madre a ver las
bellas
telas. Sus hermanas, alborotadas, también corrieron para saludar a Xiao Yi.
Lo
invitaron a beber agua fresca recién traída del arroyo. Anna, la más joven de
ellas,
siempre se había sentido atraída por él, porque dejaba un perfume excitante al
andar, tan
elegante que evocaba la frescura de un jardín en primavera. Todo su aspecto era
muy
varonil… también mantenía ciertos misterios. Contaba historias de su ir y venir
que lo
llevaba a conocer diferentes países, por los que viajaba sin cesar. En las
charlas que
mantenía dejaba deslizar algunas confidencias de clientes de otros pueblos,
pero nunca
hablaba de sí mismo.
Cada año Anna lo esperaba con mucha ansiedad. Por suerte, para su contento,
Xiao Yi
se hospedaría en el cuarto principal de su casa, que estaba reservado para
huéspedes.
Después de compartir la cena se saludaron y partieron hacia sus habitaciones.
Era casi la
medianoche cuando Anna se acercó con decisión pero, a la vez con cierto temor
hacia la
puerta del dormitorio de Xiao Yi. La danza de las luces y las sombras que la
vela
ardiente del candelabro dibujaba sobre el cuerpo de su amado le produjo
un
encantamiento singular. Se tendió a su lado entre las sabanas perfumadas de
lavandas.
Él despertó asustado. Estaba inmerso en un sueño muy profundo, Anna comenzó
a
acariciar la bata de seda que él tenía puesta. Incómodo al principio no supo
qué hacer.
Tomó las manos de ella y las alejó de su tenso cuerpo. La miró desconsolado y
dejó
caer las lágrimas que desahogaron su angustia. Ella asustada, por ser la
primera vez que
estaba a solas con el hombre amado, no entendió. Y volvió a tocarle suavemente
el
brazo y los hombros, mientras sus manos temblorosas gozaban cada centímetro de
esa
seda que recorría. Hasta que por fin, Xiao Yi pudo recuperarse y acongojado le
contó
que al cumplir los dieciocho años se había casado, como lo marcaba la tradición
y tuvo
una hermosa hija. Mientras se encontraba vendiendo telas a miles de kilómetros
de su
familia, una desgraciada noche, el fuego devoró su casa con ellas dentro. El
espanto se
vio reflejado en el rostro tenso de Anna que mantenía su corazón oprimido. Él
la
contuvo entrelazando sus manos y así durmieron, luego de un largo silencio.
Serenos,
tomados de la mano.
Antes del amanecer Anna despertó y él ya no estaba. Le había dejado, en el borde
de la
cama, unos pañuelos de seda y un pequeño escrito donde le decía; “perdóname,
nunca
más me verás. Pronto conocerás al verdadero amor de tu vida y serás muy feliz.
Yo
solo sentiré nostalgia por no volver a ver a tu familia”.
Anna comprendió entonces que él vivía habitado por sus propios fantasmas. Fue
hacia
el viejo retablo que tenía en su casa y rezó por ella misma. Pensó que, quizá,
la ilusión
de vivir un gran amor la había mantenido expectante y feliz. Tenía ahora que
aceptar
con nostalgia su pasado, su presente y su futuro sin Xiao Yi.
Fin
3/12/2025
NORMA PADRA – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

No hay comentarios:
Publicar un comentario