«REFLEXIONES MACHADIANAS»
Hay un libro al
que tengo gran estima―no todos son igualmente estimables―. Se titula “Juan de
Mairena” y su autor es Antonio Machado. El libro muestra las enseñanzas de Mairena
a sus alumnos en clases magistrales, de diversidad monográfica y breves en las
que se filtra la sutileza y finura de pensamiento del autor puestas en boca del
enseñante.
Voy a comentar algunas para que el lector
pueda reflexionarlas por sí mismo.
→ “La verdad no existe”
― dice Mairena en la clase.
Esto es lo que algunos afirman. Mas, ¿puede afirmarse lo
inexistente sin entrar en contradicción?
→ “Lo dulce y lo amargo, lo caliente y lo frío,
un color u otro son percepciones u opiniones―esto decía Demócrito―. Sólo los
átomos son verdaderos.”
Es cierto que son
la médida de lo pequeño. Pero, si pensamos en el cuerpo humano, de las dos
células germinales brotará una explosión incalculable de unidades de seres
vivos que en versión de algunos científicos podría calcularse en trillones.
Algo difícil de calcular, al igual que el recuento de las estrellas que coronan
el cosmos. El hombre es un paquete de células. Sin ellas no sería. Sin embargo,
ni los átomos ni las células piensan como materia. Y, siendo el hombre materia,
¿de dónde procede el pensamiento? ¿Tal vez de algo que no es materia? Y en tal
caso, ¿no podría decirse que el hombre es, además de materia un ser dotado de
espíritu? La prueba del algodón.
→ Dice el
Deuteronomio 6,5 y el primero de los Mandamientos del Decálogo:
"Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus
fuerzas".
Juan de Mairena explica en la clase: “Amar a Dios sobre todas las cosas es algo más difícil de lo que
parece”. Y a continuación hace el siguiente razonamiento:
1 Hay que creer.
2 Hay que creer en todas las cosas
3 Hay que amar a todas las cosas
4 Hay que amar a Dios sobre todas ellas
Reflexionemos como el eco que procede de la voz.
¿Qué es creer? Se dice
a botepronto que es creer aquello que se nos dice. Pero, si fuese tan sencillo,
por la misma razón habríamos de conceder credibilidad al que cree en los ovnis.
Creer implica algo más. Y es el “seguimiento”. Quien cree no se limita a
admitir intelectualmente una verdad, sino que en la medida que lo cree se
adhiere a ella. Se entrega en la medida de sus posibilidades: con el corazón,
con el alma y con sus fuerzas. Esto es, con todo él.
¿Qué son todas las
cosas? Sencillamente, el conjunto de cuanto existe. La repregunta que surge de
esta pregunta es ¿quién conoce “todo”? Ni siquiera aquellos que llamamos sabios
pueden escapar de la ignorancia de ése saber. De ahí la frase “Sólo sé que nada
sé” que pronunció el viejo Sócrates. Se
conocen “cosas”, partes de un todo, pero no el todo. Y mucho menos todo del
TODO.
¿Cómo amar lo desconocido? Pues amar a todas las cosas
significa entregarse a ellas. Y es bien sabido lo difícil que se hace amar a
alguien o estimar un objeto, pero es más difícil entregarse (aquí no se trata
ya de conocer intelectualmente, sino de entregar lo que se es) a todo cuanto
existe.
Y habiendo analizado lo precedente viene el amar a Dios por
encima de todas ellas. He aquí que puede inclinarse la balanza hacia un lado,
esto es, anteponer a Dios al mundo y al propio “ego”. Esto sí se entiende
mejor.
Mairena concluye la clase puntualizando: “En suma:
esto es la santidad perfecta, inasequible a los mismos santos”
→ Profundizando
en el interior del hombre, dice el ilustre maestro: “No fue la razón, sino la fe en la razón lo que mató en Grecia la fe en
los dioses”.
Cierto. Es la
insuficiencia de los árboles lo que impide ver el bosque. Cuando el hombre se
entrega a la razón, como no entiende al llegar a un límite, niega, afirmando lo
que niega. No existe un Ser Supremo, porque no cabe en la cabeza tal
afirmación. Pero esto no es lo peor, sino que al negar habrá de afirmar con la
razón lo contrario. Esto es: que todo procede de la nada. Incluso él mismo.
Entonces, habrá de admitir que hay efecto sin causa. Y esto es ya un choque de
trenes.
→Mairena dice
también: “Lo esencial del carnaval no es
ponerse la careta, sino quitarse la cara”.
El mundo es un
inmenso circo donde el payaso hace reír en tanto que su corazón sangra por
dentro. Vivimos demasiado deprisa y apenas nos queda tiempo para saborear lo
que somos. Nadie es perfecto, pero para aspirar a serlo es necesario pararse a
pensar cómo somos realmente. Y como no nos interesa el cambio―nos hemos
acostumbrado a como somos―, porque nos retaría a cambiar muchas cosas,
preferimos mostrar la careta de cómo queremos ser vistos.
Concluye aquí
Mairena su clase hablándole a sus alumnos del fin de la vida.
→ “De la muerte, decía Epicuro, que es algo que
no debemos temer, porque “mientras somos”, la muerte no es, y cuando la muerte
es, nosotros no somos”
Pensamiento de
incalculable valor, pero que, como todo pensamiento se abre a un más allá de
ese pensamiento.
Momento difícil,
porque en tanto se sigue siendo, aunque sea unida la vida a la muerte por un
hilo más delgado que el grosos de un cabello, lo que se plantea últimamente no
es el fin, sino la duda del comienzo. Se siente la muerte física, pero lo que
el hombre teme perder es su “yo”, su verdadera identidad. ¿Habrá algo tras el
velo negro que se acerca? ¿Me arrebatarán el cuerpo o el “yo”, mi espíritu, mi
alma? Terrible dilema para pensarlo en esos últimos instantes. La dificultad
del gusano de morera no está en brotar del capullo convertido en una mariposa,
sino en tejer el capucho para envolverse en él. Yo, por si acaso, prefiero
planteármelo ahora, con tiempo, cuando todavía no presiento los dedos helados
que han de venir a llevarme.
ÄNGEL MEDINA – Málaga,
España
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA