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sábado, 18 de noviembre de 2023

UNA HISTORIA DE PELÍCULA - Carlos Penelas, Buenos Aires, Argentina

 

El nadador o un diálogo en el arte de nadar Dibujo del libro de Nicolaus Wynmann de época, 1538

UNA HISTORIA DE PELÍCULA

La natación ha sido registrada desde los tiempos prehistóricos. Los expedientes más antiguos son pinturas realizadas en la Edad de Piedra. Hay referencias en la Ilíada y en la Odisea. Hay referencias en Rabelais. En 1538, Nicolaus Wynmann, un profesor alemán de idiomas, escribió el primer libro de natación, un incunable de nuestro deporte: El nadador o un diálogo en el arte de nadar. El título original fue el de “Colymbetes, sive de arte natandi, dialogus & feftiuus & iucundus lectu”, es decir, “Colymbetes, o el arte de nadar. Diálogo divertido y de amena lectura”.

He contado, en más de una oportunidad y en diversos lugares, que junto a la literatura, la pintura, el cine, el teatro y las artes en general, amé el deporte, lo practiqué y lo sigo haciendo. Pelota a paleta, box, fútbol y natación fueron acompañándome a lo largo de la vida.

Raquel, mi hermana mayor, me hizo socio a los diez años de Gimnasia y Esgrima. Evoco su Sala de Armas, el trinquete, el hammam o baño turco, su pista de hielo, el gusto y la elegancia de sus socios, los vestuarios, su biblioteca, el salón de lectura, los bailes en la sede de Palermo, la leyenda de don Ricardo C. Aldao. Presencié demostraciones de box, competencias en pesa, lucha libre, torneos de ping-pong, patinaje artístico. Allí nadé a los once años, por primera vez, representado al club. No puedo olvidar las clases de ajedrez del maestro internacional Jacobo Bolbochán. Y su eterno cigarrillo.

Voy dos veces por semana a nadar. Me zambullo -hasta hoy hago los veinticinco metros por debajo del agua- y converso con algunos amigos. Hace unos días, luego de la rutina, en la parte baja, la veo a Gabriela Fazio, afectuosa y atenta guardavida. Le pregunto cómo me había visto esa mañana. Con afecto responde: “Como Johnny Weissmüller”. Miro a una señora que estaba en el otro andarivel y le digo con ironía: “Lo escuchó, ¿verdad?” Ella sonríe y comenta: “Nunca me gusto Johnny Weissmüller y mucho menos los otros tarzanes. Mi tipo de hombre siempre fue Fernando Lamas”.

No solamente me causó gracia, no pude evitar una sonrisa, sino que me resultó extraño que alguien lo recordara. En una sociedad donde la degradación está a la orden del día casi todo se desprecia, se malinterpreta o se torna burdo. Con un gesto de felicidad me confiesa: “Yo nací en una pileta, Fernando Lamas fue mi partero.”

He conocido nadadores y conversado a lo largo de la vida con algunos de ellos: Luis Alberto Nicolao, que obtuvo dos veces el récord mundial en mariposa a los 17 años en 1962; el profesor de waterpolo de mi hijo Emiliano, Gentile, que participó en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948; Alfredo Camarero, nadador de Capri-Nápoles, el Canal de la Mancha, campeón mundial de aguas abiertas. El profesor Pico, inolvidable pechista, fue el hombre que me enseñó a nadar, a los once años, en cuatro días. Recordando siempre a Alberto Zorrilla, Pedro Candiotti, Jeanette Campbell. Y en estas horas Damián Blaum con un récord mundial. También tuve la fortuna de crecer admirando a grandes deportistas del club en tenis, fútbol, boxeo, baloncesto o rugby. Y la presencia mágica de Vito Dumas. Desde mi juventud la literatura, los museos, el teatro y el cine se complementaban con el deporte.

 

Pero volvamos a Martha, nuestra nueva amiga. Su madre era nadadora y concurría diariamente al Hindú Club. Su padre, luego aviador, jugaba al tenis. Su madre tenía dieciocho años y estaba embarazada. Una mañana en plena brazada siente que está por parir. Pide ayuda, no hay tiempo. Pero allí hay un joven nadador, musculatura corporal perfecta, buen mozo, varonil, mirada romántica – un metro ochenta y cuatro, cabello castaño, ojos serenos, piel clara de origen europeo - poco mayor que ella. La lleva a la parte baja de la pileta, la toma de los brazos, la sienta en el borde frente a él, le quita la malla y recibe a la recién nacida. Sí, no se equivoca querido lector, hablamos de Fernando Lamas.


Fernando Lamas fue actor y director argentino que hizo casi toda su carrera en Estados Unidos. Había nacido el 9 de enero de 1915 y fue un gran deportista: hizo hípica, natación y boxeo. En 1951 firma un contrato de exclusividad con la compañía Metro-Goldwyn- Mayer. En Hollywood es el auténtico latin-lover. El galán que filma con Lana Turner, Esther Williams, Denise Darcel y Raquel Welch. Fue esposo de Perla Mux (cantante y actriz argentina), Lydia Babacci, Arlene Dahl y con la nadadora y actriz Esther Williams.

Ayer volví al club, a la pileta. Casi todos saben que estoy entusiasmado con la historia de Martha, mi nueva amiga Martha Elsa Gazcón, ahijada de Fernando Lamas. Nada más ni nada menos. Me contó sucesos de su madre, Dolores Elsa Larriera, nadadora y luego amiga de Fernando y de Perla Mux. También recordó anécdotas de su padre, Adalberto Raúl Gazcón Aráoz, que fue aviador civil. Es muy bello advertir cómo se ilumina su mirada al reconstruir aquellos años; la elegancia de su padrino, el afecto que les brindaba cada vez que iba a visitarlos. Debo escribir esta historia, me dije. Al fin y al cabo es una historia de película. Ahora pienso que me hubiera gustado que mi madrina fuera Mónica Vitti. Cosas de la imaginación, cálido lector, de la imaginación.

Martha sigue nadando, reviviendo semblanzas con plenitud. Nos vemos, estimado leedor, nos vemos. No se olvide de contar esta crónica a sus amigos. Por el padrino y por la ahijada. Vale la pena, no lo dude.


Buenos Aires, febrero de 2018

CARLOS PENELAS, Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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