A VECES, EL OLVIDO
A mis abuelos Guillermo y María y a mi Madre,
a quienes nunca puedo olvidar
Ya no se acuerda con lucidez de su niñez, de sus amigos cercanos, de los dos viajes a Europa-uno a Italia y el otro a España-, ni de los consejos de Mamá Josefina, ni los nombres de los personajes del Quijote, pero recuerda la trama. Ha borrado de la mente casi todas las clases magistrales de literatura dictadas con pasión en la Universidad Nacional de San Agustín y en la Mayor de San Marcos. Cuenta el tiempo de un modo peculiar; el alba y el ocaso son las claves para entender dos tiempos del mismo día, y en las noches, sabe con certeza que despertará, lo que no sabe aún es si algún recuerdo podrá navegar en su mente sabia.
Ha olvidado la Lotería de Babilonia pero admira la pluma y el universo de Borges, ha olvidado al Consejero de la Guerra del Fin del Mundo sin eludir la crítica a Vargas Llosa, ya no se acuerda de los principios liberales de la Riqueza de las Naciones; sin embargo, su mente reconoce a Pitágoras como creador de la Economía y no a Adam Smith.
Permanece en él, el
concepto central del indigenismo y sabe que existe diferencia con la postura
indigenista. Puede ver una foto de Arguedas y detrás de ella, puede imaginarse
algún paisaje andino o reconocer el sonido de un zumbayllu. Es que el olvido
parece ser que tiene en sí una sinrazón; donde el concepto y la experiencia
permanecen, más no los detalles o circunstancias precisas.
César Díaz es el nombre
que por momentos ha olvidado pronunciar. El olvido es una constante en su vida.
Tiene aún cientos de lectores, a los cuales apasiona su poesía y su acertada
crítica a la realidad del país, plasmada en varios artículos y en un ensayo
llamado Perú: Realidad y Futuro.
Cada día transcurre entre
un desayuno ligero, un abrazo de su esposa, una llamada de su hija Sofía que
muchas veces es breve; porque César percibe la tristeza de ella, cuando lo
escucha tartamudear para recordar.
Un día a la semana por la
tarde lo visita Octavio Aréstegui, un alumno suyo de la San Agustín. César en
sus ochenta y cuatro años y Octavio un asiduo lector. Ambos, entablan un diálogo, acompañados de un
café. Uno de esos diálogos…
Don César. ¿Cree usted que
debe uno tenerle miedo al olvido?
No. Nadie es un Funes Memorioso. Prefiero tenerle miedo
al miedo, eso es más controlable. Simplemente se vive con lo que uno tiene en
su mente.
Díaz se pregunta: ¿Cómo
llenar el olvido? Le es lógico que en la mente se produce un vacío y ante las
interrogantes familiares hace un esfuerzo por recordar. Cuando no hay éxito en
tal intento, la angustia y la ansiedad lo atormentan. Desea recordar las
primeras travesuras y complicidades con su hermano Augusto, pero se queda con
una emoción en el alma y la tristeza que genera el olvido. Anhela recordar los
primeros pasos de la pequeña Sofía para reírse por momentos, pero se queda con
la emoción paternal y una lágrima que irónicamente lo apacigua. Desea recordar
el patio del colegio, los almuerzos dominicales con picante arequipeño, los
abrazos con su Madre, …desea evocar varios momentos; porque César Díaz es poeta
y los poetas desean muchas cosas en el alma, son persistentes, su voluntad
espiritual es mayor que la del hombre que es víctima de la rutina y del tiempo
que le toca vivir.
El olvido es esa memoria
perdida. Todos tenemos algo del olvido. El alzheimer es despertar al compás del alba con pocos
recuerdos, los sentimientos prevalecen. Se pierde aparentemente lo vivido, pero
los recuerdos en algún momento regresan, el olvido no es absoluto. Hay un
desafío entre el pasado y el presente.
Debe ser difícil vivir con
el olvido, porque se intenta regresar al ayer para obtener un recuerdo que nos
ayude a seguir viviendo. Las remembranzas pueden despertar al mirar un objeto,
una imagen o al escuchar una palabra.
Díaz es uno de los mejores
poetas que esta vida efímera me ha permitido conocer. Tiene un libro llamado La belleza de la infancia. Lo escribió
poco antes de padecer su enfermedad. Lo lee continuamente para recordar un
trozo del ayer. De ese modo es que pasa sus días. Esas líneas son su
inspiración para seguir escribiendo. El olvido hoy, irónicamente lo motiva a
pensar en versos. Nunca ha dejado de escribir. El olvido no lo ha vencido.
Conocí a César Díaz una tarde que no he olvidado hace algunos años atrás. Hoy, tengo en mi mente sucesos cortos que he empezado a olvidar.
GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, Arequipa, Perú
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINO
Uno de mis mejores cuentos, con el que gané el Concurso de Cuentos del diario El Comercio el 2014.
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