¿QUÉ ES LO QUE VALE?
Tratemos
de entender esta pregunta, despojada del sentido económico, del valor
pecuniario y de lo material.
Analicemos
el valor, desde lo anímico, desde lo espiritual y desde los valores, es decir
aquello que nos marcan y señalan el rumbo existencial.
Qué
es lo que vale, ante nosotros mismos, cuando tenemos que tomar una decisión,
elegir un rumbo o proyectar el futuro.
¿Cuál
es nuestro orden de prioridad, y que es aquello que predomina en nuestras
decisiones?
Esta
dimensión tiene que ver en primer lugar, por la postura existencial, si
procedemos con egoísmo o con altruismo.
Además
tiene que ver con la comprensión de aquello que es un axioma y a veces no se
comprende, “el hombre sólo termina de constituirse en la alteridad”, como
principio psicológico.
Esta
comprensión hecha por tierra cualquier conclusión a que pueda arribar el
sujeto, desconociendo al otro, a la relación que tiene, no sólo con quienes son
sus próximos, sino con el hombre en sí, como el otro en cualquier relación
personal, social, práctica o teórica
Porque
el valor fue pensado para considerar la utilidad o el precio de los
bienes materiales, pero también es todo objeto de preferencia.
Es
con los estoicos que el valor se incorpora a la ética y es considerado como
objeto de las selecciones morales.
El
sentido filosófico era considerar toda contribución a la vida conforme a la
razón.
La
elección era por aquello que era digno, es decir tomar en cuenta la virtud, era
valioso lo virtuoso.
Hobbes
entiende el valor como una relación del hombre; que precio tiene el hombre,
cuánto sería dado por él.
Entonces
no es absoluto, sino una relación de la necesidad y del juicio del otro.
Kant
identifica el valor con el bien, y señala que se denomina bien a lo que se
aprueba o aprecia, es decir aquello en lo que existe un valor.
Esta
es la cuestión. La valoración que hemos aceptado racionalmente en nuestro
interior, se expande hacia nuestros sentimientos y hacia nuestra voluntad.
Entonces
nuestro comportamiento va a estar determinado por ese valor relacional al que
hemos adherido en principio.
Por
eso la pregunta ¿Qué es lo que vale?
Cuál
es el valor que hace que nuestra conducta derive hacia ciertas condiciones que
normal y racionalmente no aceptaríamos, pero el valor de las personas o los
objetos que nos rodean nos llevan a adoptarla.
Hay
un poder implícito y específico, en el valor al que hemos adherido y a veces es
más fuerte que el poder consolidado.
A
veces ese poder se manifiesta y otras es entendido por nosotros aún antes de
manifestarse.
Cuántas
cosas hacemos nosotros, por aquellos que queremos, sobre todo los más débiles,
sin que sea solicitado por ellos, y sólo por ser percibido por nosotros, y
deseamos agradarle y hacerle la vida mejor.
Cuántas
conductas no son fruto de nuestra racionalidad, sino de la emoción que provoca
la valoración de un ser o un objeto que apreciamos o amamos y que en función de
ese amor hacemos.
Entonces
lo que está valiendo en nosotros es el sentimiento que provoca esa relación y
la necesidad, primero nuestra, antes que la del otro, de satisfacerla como una
forma de sentirnos bien y conformar nuestro emoción, que se transforma en el
deseo de agradar y ayudar al otro.
Esta
valiendo el otro en nosotros.
Es
la maravilla del sentimiento humano.
Por
encima de toda racionalidad, por encima de toda utilidad o conveniencia, el
mayor valor, es esta relación con el otro, que se imposta en nosotros, porque
nace en nuestro corazón, y permite que ese dar, esa conformidad con el deseo
del otro, nos satisfaga, nos haga felices, nos colme, porque es también nuestro
deseo.
Por
eso lo que vale, es el amor, que expresamos en nuestro conducta hacia el otro,
en función de él, y de nuestra relación íntima y espiritual que hace que seamos
mejores y logremos armonizar nuestras relaciones con los semejantes.
©Elías D Galati, Buenos Aires, Argentina
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