Apuntes sobre “Venise sauvée”, tragedia en tres actos de Simone Weil "Salvar a Venecia", "Save Venice", guión cinematográfico y drama teatral en dos actos de Gabriella Bianco, en, La impaciencia de lo absoluto en Carlo Michelstaedter y Simone Weil, Ediciones Suárez, Buenos Aires, 2007
"Los que sueñan de noche, se despiertan
por la mañana para descubrir la vanidad
de sus sueños.
Pero los soñadores de día son hombres
peligrosos, capaces de recitar su sueño a
ojos abiertos, hasta hacerlo posible".
"Los hombres de acción y de aventura son
los soñadores: prefieren el sueño a la
realidad.
Pero, ellos obligan a los otros a soñar sus
sueños con las armas. El vencedor vive su
propio sueño, el vencido vive el sueño de
otros".
"Venise sauvée" de Simone Weil
En "Venise sauvée", Venecia aparece como la palestra del ejercicio del Gobierno - el Consejo de los Diez - de amor incondicional – Violetta - de ambición y deseo de poder - Renaud - encargado de la preparación de la conjuración de los españoles contra la República de Venecia y Pierre, encargado de las operaciones militares y de los conjurados, con el apoyo del Marquis de Bedmar, embajador de España en Venecia - y de piedad - Jaffier. En la lógica de la fuerza, que regula la realidad político-social, la piedad de Jaffier, frente a la racionalidad política, aparece como un gesto al mismo tiempo, sagrado y religioso, misericordioso y loco.
El teatro griego 'inmóvil' que Simone eligió como modelo para esta tragedia, concentra la conversión de la conciencia de Jaffier, en un gesto que se transforma en rito, ya que ese gesto de piedad, que hace naufragar la conjuración y, deteniendo el curso de la necesidad, salva la ciudad y la devuelve a otra historia, a la independencia de los españoles, a su pasado de República gloriosa y a su futuro en la libertad.
Sobre la base del relato de Saint-Real, "Conjuration des Espagnols contre
la République de Venise", que en 1618 quería adueñarse de Venecia,
destruirla y ocuparla, Simone escribe en relación a la necesidad moral que
llevaría a España a realizar esa empresa - la realización de la unión de la
Cristiandad - sin olvidar las causas objetivas que empujan a España a esa
empresa, la urgencia de detener el peligro turco y la ambición a realizar la
unificación europea bajo el imperio español.
Sin embargo, se realiza un evento que, frente a la ciudad perfecta que está por caer en la pesadilla violenta de la fuerza, un hombre, un conjurado, un mercenario, desarraigado de toda pertenencia, en un inesperado brote de pura espiritualidad dentro de la lógica político-social dominada por la fuerza, 've' la ciudad y en un gesto de aparente irracionalidad, la salva.
Frente a la racionalidad política según la cual los conjurados calculan la eficacia de la empresa, para expandir el poder de España y rescatar la dignidad de los mercenarios, la mirada de Jaffier sobre la ciudad es muy distinta de la del dominio. En su decisión de revelar la conjuración y salvar la ciudad, Jaffier parece como un misterio incomprensible y, en la pérdida de sí mismo, él, el traidor y el perdedor, se precipita en la desventura.
En su decisión que causa la tortura y la muerte de sus compañeros, Jaffier entra en el mundo de los desventurados por el puro amor a la ciudad, que lo hace despreciable a los ojos de los compañeros, de los hombres y de los dioses: "Mis lágrimas, solamente, el único derecho que queda a los desventurados".
No obstante, y quizás gracias a su personal desarraigo humano y político, Jaffier asume la perspectiva del espíritu, elige la belleza, quiebra el discurso del realismo político de Renaud y la lógica del vencedor, que caería sobre Venecia, destruiría y humillaría la ciudad vencida, la ve como es y cómo podría ser mañana: "Moi, dont les yeux voient quelle cité devra périr", "Yo, cuyos ojos ven qué ciudad deberá morir", denuncia la conjuración y salva la ciudad. La palabra 'destrucción' sale de toda indefinición y asume rasgos precisos, la 'joya rosada' de Venecia es destinada a ser aniquilada enteramente.
La belleza es la "huella de la infinita misericordia divina" en la
creación. Como para Jaffier frente a Venecia, la belleza suspende la carrera
del sujeto animado por su sueño de potencia y se vuelve testigo del estado
'milagroso', casi imposible de mantener, que representa el retraerse de la
potencia. Desde este punto de vista, “Jaffier es la persona perfecta del
'Trauerspiel', que fluctúa entre naturaleza y sobre naturaleza, destinado a
actuar sin fundamentar las razones de su actuar, destinado a ser siempre
incierto sobre el origen de su vocación”.
La pureza de los sentimientos que ligan a un individuo a su ciudad es encarnada por Violetta, cuyo amor expresa el natural 'enracinement', que nada tiene que ver con el deseo de dominación:
"Dios no permitirá que una cosa tan hermosa sea destruida. (...)
Una cosa como Venecia nadie puede
hacerla. Dios solamente.
Lo que un hombre puede hacer es
preservar las maravillas que
existen".
En la ciudad donde Jaffier ve la armonía entre lo natural y lo sobrenatural, Jaffier vuelve a reconciliarse con la sociedad, de la cual su estado de mercenario lo había exiliado: "Toma conciencia
de estar en su casa en el exilio", y abraza la desventura, que lo
condenará a la derrota: "Mi Dios, yo no puedo ni morir ni vivir. Todo mi
crimen es haber tenido piedad".
Ciudad entonces como sociedad, como arquitectura, como organización social, como belleza y orden que corresponden a la vida de una comunidad y al orden armonioso del universo, no ciudad utópica, sino concreta realidad urbana, hacia una armonía que piensa en la ciudad ideal como bien y como armonía, como 'metaxu', la ciudad de los hombres y la ciudad de Dios, en la tentativa platónica de pensar en la ciudad a la luz del bien.
"¡Qué alegría hoy para nosotros, el pueblo de Venecia - dirán los ciudadanos al enterarse de la conjura precavida - esta reina del mar, donde el más humilde se siente rey, ver a nuestra ciudad, en el día de la más bella fiesta, sustraída por milagro, al peligro que la amenazaba!".
Justamente porque el gesto de Jaffier es heroico y loco al mismo tiempo, ese gesto no se puede transcribir en un proyecto político y en la lógica del poder - que lo rescataría de su destino de mercenario -, sino, en una súbita conversión de la conciencia que resulta incomprensible, permite a Jaffier abrazar la causa de la ciudad.
“Salvare Venezia”, “Save Venice” de Gabriella Bianco
En la versión ahora reescrita y reinterpretada, sin quitar la irreductibilidad
del gesto, Jaffier, que reacciona al yugo de la necesidad, se redime también
por amor a Violetta, llegando a ver la ciudad a través de sus ojos:
"¿Quién querría hacer mal a Venecia? El enemigo más odioso no tendría el
corazón para hacerlo...(...) ¡Hacer daño a Venecia! ¡Su belleza la defiende
mejor que los soldados, mejor que la vigilancia de los hombres de Estado!
Renaud, en esta reescritura, sustituido por el par de España Álvaro Salgado, prepara y coordina la destrucción y la agonía de Venecia, pero él, Jaffier, el traidor, derrumba los planes de la conjuración, convirtiéndose así en traidor y héroe perfecto al mismo tiempo, más allá de la lógica del juego político, a la cual obedece también el Secretario del Consejo de los Diez, que la razón de Estado obliga a tomar las medidas necesarias, la tortura y la muerte de los conjurados y el exilio para Jaffier, después de haberle dado la recompensa que se da a los traidores.
En la legitimidad del uso de la fuerza impuesta por la razón de estado,
Simone Weil entiende que, frente a las lógicas impuestas por el poder político,
el gesto 'impolítico' de Jaffier puede ser solamente de origen sobrenatural. En
un paralelismo con el tema de la fuerza y de la piedad que Antígona expresa
hacia su hermano, contra el tirano Creonte, que la condena a muerte, como
Antígona, Jaffier busca la muerte por esa misma 'locura de amor', por esa misma
desventura que lo hace traidor y héroe, y abraza la muerte como destino, fiel a
su elección de belleza y de ética: "A mis ojos, pronto sin mirada, ¡qué
hermosa es la ciudad! Sin vuelta, es necesario que me aleje de los lugares de
los vivientes. Donde yo voy, no se ve el alba ni una ciudad".
La elección de Jaffier no es reductible políticamente, ni puede ser
interpretada en el marco de ningún proyecto, sino, en mi interpretación, en la
necesidad de rescate personal que el amor de Violetta le hace entrever, se
plantea el sueño de una normalidad que le ha siempre sido negado. Esta
interpretación no entiende invalidar la denuncia de la fuerza de Simone, que
sin embargo proyecta la elección de Jaffier en el plano sobrenatural. La
distancia entre derecho y justicia se revela infranqueable. En esta tierra,
"no hay otra fuerza que la fuerza" y la justicia permanece lejana
"de las necesidades de la vida social".
El conflicto permanece presente, como lo que necesita siempre la mediación
política/valor y aunque cada proyecto político no pueda no ser animado por un
modelo ideal, como Simone había afirmado en las “Réflexions”, aunque la
política debería asumir la 'justicia' como su propio objeto, la institución
determinada históricamente no podrá jamás ser la representación cumplida del
bien.
Jaffier, como el justo que bloquea el brote violento del mal, paga con su
sacrificio personal, la conversión de la conciencia. Si reaccionar a la ley de
la fuerza, gracias también a la fuerza del amor y de la pureza, como en la
interpretación elaborada por mí, llevara a Jaffier a la pérdida de la realidad,
entonces solamente el sueño del vencedor tendría razón y derecho de existir.
"Donde no hay lugar para el pensamiento, no hay ni justicia, ni
prudencia", dice Simone en su ensayo "La Ilíada, poema de la
fuerza".
La Ilíada entera está bajo la sombra de la desventura más grande que puede
afectar a los hombres, la destrucción de una ciudad: "Todo lo que en el alma y en las
relaciones humanas escapa al imperio de la fuerza es amado, pero amado dolorosamente...".
Es lo que atormenta el alma de Jaffier, el amor por la belleza y lo que el amor
de Violetta podría hacerle entrever: "El alma que se despierta un
instante, se despierta pura e intacta; no hay en ella
ningún sentimiento ambiguo, complicado o turbio; hay lugar solamente para el
coraje y el amor. A veces un hombre encuentra así su alma, mientras delibera
consigo mismo, (...) de enfrentar el
destino por sí solo. Otro de los momentos en que los hombres encuentran su
alma, es cuando aman".
En esta línea se desarrolla la historia de Jaffier que presento en este
texto - que ha sido pensado y escrito para el cine, pero que mantiene las
propiedades literarias propia de la literatura y del teatro - el estado de
ánimo nunca cesa de ser impregnado de amargura y de nostalgia, como en las palabras
de Héctor, que, evocando las humillaciones que esperarían a su amada esposa
Andrómaca, frente a la ocupación y el saqueo, exclama:
"…mejor para mí, si te
pierdo, estar bajo tierra; no
tendría más consuelo, cuando tu
encontraras en
tu destino, sólo desventuras...".
Pero para Violetta el sacrificio de Jaffier abre otro destino, el del amor y de una patria libre y gloriosa:
"Ven y mira, ciudad, tu dicha te espera, esposa de los mares, mira,
lejano y más cercano, tantas olas infladas de susurros felices te
bendicen al despertar".
©GABRIELLA
BIANCO,
poeta y escritora italiana
PRESIDENTE DE ASOLAPO ITALIA Y MIEMBRO EMBAJADOR DE ASOLAPO ARGENTINA
Apuntes sobre “Venise sauvée”,
tragedia en tres actos de Simone Weil
"Salvar a Venecia",
"Save Venice", guión cinematográfico y drama teatral en dos actos de
Gabriella Bianco, en La impaciencia de lo absoluto en Carlo
Michelstaedter y Simone Weil, Ediciones Suárez, Buenos Aires, 2007
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