EL CIELO NOS ESCUCHA
Llegó atravesando
el planeta tierra,
surgió en China,
Wuhan,
nos atropelló,
dejándonos desolados.
Sin poder darnos un
abrazo
o un simple apretón
de manos.
Nos dejó sin poder
regalarnos una sonrisa
que nos sirva como
consuelo,
pero te venceremos
con el escudo del amor.
El cielo escucha
nuestras plegarias,
No llamemos al
dolor, al fracaso…
Respondamos con
esperanzas,
con la poesía y su
arnés al Creador.
que el virus con
corona
sienta su Corona
sin virus,
extinguiéndose por
la ejecución divina
en la emboscada.
A tener
el alma en pie de guerra
por los
continuos maltratos,
esos
maltratos que son nuestros.
¡Aun
aspiramos que bajen los ángeles del cielo!
Pero
cortejando el festín
hasta caernos
y cuando nos hablan de respeto,
dejamos a esa palabra que se vayan con el viento.
Si se
vive sin tener cuidado,
entre
lágrimas y suspiros,
junto a
la lujuria
nos
saluda el coronavirus.
Con las
incoherencias
se
sigue propagando.
Con
guadaña asesinando, sin distinción,
La
peste abraza entre la desesperación y la locura.
Contraindicado
tocarse las manos y dar besos;
cualquiera
puede ser portador mortal.
en
esta cruel pandemia.
Usemos
los dones para mejorar nuestro mundo
entregados
al socorro, frente a las sombras
que
lloran en soledad, mirando al cielo,
desde
los abismos terrenales,
mientras
se eleva una plegaria a Jesús.
No
hagamos un homenaje a un Dios excluido
por
la ausencia del amor,
por
la frustración en el silencio equívoco de una sociedad
ella
nos marca el destino de nuestra evolución,
y no
nos permite cambiar el reloj.
Según
corresponda a cada uno en su vida,
tristeza,
alegría, riqueza o pobreza,
senda
tormentosa o de cielo límpido.
Creemos
ser dueños de las decisiones,
y
marchamos dentro de nuestra ignorancia
con
el convencimiento que somos invulnerables.
En
tanto su vuelo continúa impertérrito,
y en
el preciso momento
cuando
menos lo pensamos.
Su
silueta oscura de alas gigantes,
ocultan
el sol que ilumina nuestro paso
y sus
garras estira en pos de la presa.
En un
instante se adueña de la vida,
dejando
truncos deseos, promesas,
sueños,
ilusiones y proyectos buenos.
Y
por, sobre todo, el dolor de aquellos
seres
que forman nuestro universo
de
amor familiar y de amistades intensas
Como
niño recién concebido les digo a las madres
que
se quiten el pañuelo verde,
que
no llamen a la muerte,
pues
la misma muerte se va encargar de visitarlas,
¡Cuidado
con la pandemia!
©ELISA BARTH, poeta y escritora argentina
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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