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sábado, 14 de noviembre de 2020

EL CIELO NOS ESCUCHA , Elisa Barth, Mendoza, Argentina

 









EL CIELO NOS ESCUCHA

 

Llegó atravesando el planeta tierra, 

surgió en China, Wuhan, 

nos atropelló, dejándonos desolados. 

Sin poder darnos un abrazo 

o un simple apretón de manos. 

Nos dejó sin poder regalarnos una sonrisa 

que nos sirva como consuelo, 

pero te venceremos con el escudo del amor. 

El cielo escucha nuestras plegarias, 

No llamemos al dolor, al fracaso… 

Respondamos con esperanzas, 

con la poesía y su arnés al Creador. 

que el virus con corona 

sienta su Corona sin virus, 

extinguiéndose por la ejecución divina 

en la emboscada. 

 

A tener el alma en pie de guerra 

por los continuos maltratos, 

esos maltratos que son nuestros. 

¡Aun aspiramos que bajen los ángeles del cielo! 

Pero cortejando el festín
hasta caernos
y cuando nos hablan de respeto,
dejamos a esa palabra que se vayan con el viento. 

Si se vive sin tener cuidado, 

entre lágrimas y suspiros, 

junto a la lujuria 

nos saluda el coronavirus. 

Con las incoherencias 

se sigue propagando. 

Con guadaña asesinando, sin distinción, 

La peste abraza entre la desesperación y la locura. 

Contraindicado tocarse las manos y dar besos; 

cualquiera puede ser portador mortal. 

en esta cruel pandemia. 

Usemos los dones para mejorar nuestro mundo 

entregados al socorro, frente a las sombras 

que lloran en soledad, mirando al cielo, 

desde los abismos terrenales, 

mientras se eleva una plegaria a Jesús. 

No hagamos un homenaje a un Dios excluido  

por la ausencia del amor, 

por la frustración en el silencio equívoco de una sociedad 

 Las ciudades desamparadas, se despertaron por la aflicción  

 implorando al Señor, nuestro Creador. 

 Desde el momento de la concepción,

 

ella nos marca el destino de nuestra evolución, 

y no nos permite cambiar el reloj. 

Según corresponda a cada uno en su vida, 

tristeza, alegría, riqueza o pobreza, 

senda tormentosa o de cielo límpido. 

Creemos ser dueños de las decisiones, 

y marchamos dentro de nuestra ignorancia 

con el convencimiento que somos invulnerables. 

En tanto su vuelo continúa impertérrito, 

y en el preciso momento 

cuando menos lo pensamos. 

Su silueta oscura de alas gigantes, 

ocultan el sol que ilumina nuestro paso 

y sus garras estira en pos de la presa. 

En un instante se adueña de la vida, 

dejando truncos deseos, promesas, 

sueños, ilusiones y proyectos buenos. 

Y por, sobre todo, el dolor de aquellos 

seres que forman nuestro universo 

de amor familiar y de amistades intensas 

Como niño recién concebido les digo a las madres  

que se quiten el pañuelo verde,  

que no llamen a la muerte, 

pues la misma muerte se va encargar de visitarlas, 

 ¡Cuidado con la pandemia! 

 

 

©ELISA BARTH, poeta y escritora argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

 

 


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