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SAMARCANDA
Tamerlán caminó por estas
tierras sembrando respeto
con el consecuente temor
que sus huestes provocaban.
Esta madrugada, las luces
del alba arrastran esos recuerdos.
Fuegos, sonidos violentos,
cantos repetidos sanguinolentos.
Del Mediterráneo a la
China, fueron miles quienes
movidos por anhelos,
deseos y pretensiones avanzaron
hacia el horizonte donde
aguardan el reposo y la ganancia.
Ruta de la Seda que mueve
la avidez del comerciante.
Gorjeos, sonoros arroyos,
ciertas nubes blancas y la montaña
Chapan – Ata enhebrando
con armonía celestes y verdes
extendidos – cuál guía – a
lo largo del cordón de Zeravshan
eterna compañía – por
siglos – de los serenos viajeros
dispuestos a realizar el
recorrido en ese silencio elusivo.
El sitio elegido para el
necesario descanso, es Samarcanda,
la que aparece en sueños
como la de color turquesa…
ciudad a cuyos encantos
sucumbiera Alejandro Magno;
de orígenes que se pierden
en el misterio del tiempo,
en la historia, las
leyendas y, por sobre todo, en los trazos
extraídos durante las
lecturas de extraños relatos míticos.
Samarcanda, tan real como
enigmática y misteriosa,
aguarda, cada día, como
ocurre desde hace milenios,
la llegada hoy de un
nuevo, sorprendido, pasajero…
©ANTONIO
LAS HERAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO ASESOR DE ASOLAPO
ARGENTINA
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