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sábado, 29 de junio de 2019

LA AVENIDA (O Parábola de la Apostasía), Adrían Néstor Escudero, Santa Fe, Argentina

















LA AVENIDA (O Parábola de la Apostasía)

A José Manuel Agustín, mi padre: in memoriam

   Cuando abrió los ojos, La Avenida se expandió como un inconmensurable plano.
   Su gigantesca extensión fue desbordada aún más porque estaba desierta. La línea de edificios que intentaba demarcar sus límites, se alargaba también en horizontes sin fronteras, imposibles de entrever, pues, la nube (oscura) que comenzara a acotarlo todo, desdibujaba los bordes de muros, balcones, ventanas, antenas y tanques de agua, recortando el perfil duro y estático donde nada ni nadie se movía o respiraba.
   Excepto Él.

   La Avenida era como el tótem de una ciudad muerta. El único brillo que resaltaba en el panorama sombrío que cernía fantasmas y misterios sobre Ella, provenía de unas delgadas y rectilíneas guías para la circulación de un tránsito que hacía eones no ronroneaba más. Y el terror súbito y breve (Pesantiano[1] que se instaló en su pecho desnudo, le liberó la memoria...
   Antes de caminar, procuró el canto. Suspiró agitado y una música áspera como de bufido animal se precipitó desde su garganta por el núcleo de La Avenida que lo contenía, conquistando ecos de sonido y resoplidos de existencias en un camposanto de hierro y cemento que se abría expectante hacia el más allá...
   Después, sí, caminó. Y a la torpe melodía que exhalaba su boca, agregó un paso firme y un pensamiento que lo transformó en poeta y trovador.  Dijo: “La Avenida será ahora una distancia azul, sin pétalos blancos. Como un cielo de octubre en el hemisferio sur. Una ventana. Un recuadro de luz. Un cúmulo de almas peregrinando en Iglesia tras el sol. Muchedumbre soñada, amasada y avivada con el soplo creador. Por La Avenida se irá lentamente la mirada, mientras imaginan ser libres...”.
   Pero Lázaro no se levantó.

   Los confines del mundo y del universo siguieron quietos, tan inertes, tan rígidos, tan exasperadamente tiesos y dormidos, que el silencio –que era una nube - (“Pero cuando venga el Hijo del hombre; ¿encontrará fe sobre la tierra? – Lc. 18,8) se apoderó también de Él suspendiendo su precaria animación... Tal vez algún día, pensó, hubiera otra oportunidad, y ellos, nuevamente vivos, podrían recitar: “... descendió a los infiernos y, al tercer día, resucitó de entre los muertos...”.
     Desde La Avenida.-

©ADRIÁN NÉSTOR  ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



[1] Alude al escritor santafesino, Edgardo Pesante (1932-1988), quien da título a uno de sus cuentos con la expresión, “Un terror súbito y breve”.-

   ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO. Nacido en Santa Fe, Argentina, el 12 de enero de 1951. Casado, cuatro hijos y seis nietos a la fecha y a Dios gracias). Como Dr. Contador Público Nacional (1975) y Magíster en Dirección de Empresas (CT – 1998), se desempeñó en la gestión privada y pública. Ejerció la docencia y cargos académicos universitarios en el Área de Administración de Organizaciones y Área de Gestión Educativa (FCE-UNL, 1972/1980 y FCE-UCSF, 1980-2000). Miembro del Consejo Profesional en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe, Argentina (1975/1980). Miembro del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe (Argentina) (1975 a la fecha).


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