Presencia de la lengua castellana
En un
reportaje a Wislawa Szymborska le preguntaron qué poeta contemporáneo le
recomendaría leer a un joven. La poeta polaca respondió: Ovidio. La gran
literatura siempre adquiere una actualidad renovada a la luz de las nuevas
generaciones. Si utilizamos - como nos enseñó el profesor Héctor Ciocchini -
las temáticas y métodos propuestos por Aby Warburg, para desentrañar las raíces
de nuestra herencia hispánica y sobre todo comprender la naturaleza del acto de
creación, entendemos con claridad la respuesta de Szymborska.
Quiero rendir homenaje a
dos espíritus supremos que tanto hicieron por la educación, enseñando el
lenguaje en el lenguaje mismo así como Hegel afirmaba que se debe enseñar a
nadar nadando. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, el humanista dominicano y a
nuestro querido ensayista, crítico y poeta, don Arturo Marasso.
Leer y estudiar el ámbito de ciertas lecturas
hicieron de mí un lector atento y particularmente lírico. En mi poética hay dos
vertientes. Me confieso nieto de Quevedo y de la lírica gallega.
En Poesía Española, ensayo de métodos y
límites estilísticos dice Dámaso Alonso cuando habla del hipérbaton:
“Hay que tener en cuenta la enorme polisemia de la posición ‘de’, y no
escandalizarnos por asociar como ejemplos valores muy diferentes: ‘de los sus
ojos... llorando’, ‘de largos reinos... señor’ (Poema del Cid). Y en el
otro extremo: ‘de tu balcón sus nidos a colgar’ (Bécquer); ‘del limonero entre
el follaje oscuro’ (A. Machado)”.
En este ejemplo Dámaso Alonso nos demuestra que la
violencia del lenguaje usual no es esencialmente distinta de las más osadas de
Góngora. Pero más allá del análisis crítico nos sirve para admitir la divinidad
de un verso, la fina sensibilidad, la cultura auténtica expresada con delicada
espiritualidad.
¿Qué queremos decir? Que la literatura española, y
fundamentalmente su poesía, está dentro de la gran poesía de la humanidad. Su
intensidad, sus altas metas, su variedad, prueban también el núcleo lírico
popular en la tradición hispana, el inmenso tesoro de su poesía.
Debemos señalar para aquellos que supuestamente
están en el camino del arte contemporáneo buscando originalidades, giros
sorprendentes, estructuras distintas, analizando o partiendo de versos casi
indescifrables, queremos decir, repito, que tanto Garcilaso como Quevedo son
poetas modernos. Y que sus literaturas tienen una inalienable unicidad, alma de
la obra y de lengua.
Las lecturas de juventud son por un lado poco
provechosas pues hay impaciencia, distracción y falta de método. Por otro lado
está la pasión, la propuesta de modelos. Cuando llegamos a la vida adulta nos
damos cuenta de ello. Así como nosotros vamos cambiando, leemos por primera vez
un libro releído, sucede con frecuencia, a los textos que nos aguardan les
sucede lo mismo.
Partimos de una base. Se leen los clásicos por
amor. No por obligación o por respeto. Y a los clásicos castellanos los leemos
con amor, con devoción. Y además debemos saber desde donde leemos. Ni la obra
ni nosotros somos intemporales.
Mi aproximación a la poesía castellana fue a través
del Arcipreste, de Garcilaso, de Fray Luis, de San Juan de la Cruz, de Góngora,
de Lope, de Quevedo, pero me emocionó a partir de Jorge Manrique. Más acá
comprendí y amé a los clásicos contemporáneos: Machado, Hernández, Lorca, León
Felipe, Jorge Guillén, Cernuda y tantos otros. Pero también a nuestros
clásicos: Neruda, Vallejo, Borges, Franco, Molinari, Darío, Lugones, Girondo. Y
naturalmente a los narradores latinoamericanos que tanto aportaron a la
evolución de la lengua.
Sostengo, como afirmó Borges, que “sólo la palabra
escrita tiene plena realidad ontológica”. La literatura presupone entonces
también un problema moral, en todas sus alternativas se presenta valor y
vileza, corrupción y virtud, la violencia del poderoso y la sufrida. Hay
búsqueda de la verdad a partir de una estética. El valor de la palabra escrita
se vincula con lo vivido, es siempre emblemática o conceptual. No deja de ser
paradójico lo que nos enseña el arte. Siglos y siglos de los primitivos textos
y sólo el presente vale. Sólo hoy y aquí ocurren los hechos. Infinitos signos a
través de la lectura son celebrados con emoción y afecto en el presente. Decía
el maestro Pedro Henríquez Ureña: “Donde termina la gramática empieza el arte”.
Un espíritu universal debe detestar todo
provincialismo. Pero tampoco vale hablar de un universalismo genérico ni de
tonterías abstractas, sino del aliento poético que convierte al lector y a los
hombres a partir de su condición humana, de su curruncho. Por eso
nos molesta tanto ciertos intelectuales o políticos que proclaman una cultura
popular. Aquí haremos una breve digresión. La creación artística de ningún modo
es una ceremonia religiosa o mística. Tiene sus propias leyes, sus propias
reglas y métodos. Pero sobre todo la creación artística -que utiliza un
lenguaje- lleva implícita un fuerte proceso del subconsciente. Y el arte se
crea sobre la base de una interacción permanente entre la clase y los artistas,
tanto en la vida cotidiana como en la cultural y la ideológica.
El
descubrimiento de Fray Luis nos remite a detenernos en cada matiz, en cada
palabra, estudiar un campo semántico. La lírica universal de Garcilaso, que tal
vez es la síntesis del Siglo de Oro si advertimos en su obra la ascensión por
la música, la palabra interior que busca el rimo permanente.
En su estudio sobre Boscán nos dice Arturo
Marasso al que sitúa “entre la expresión todavía no lograda y la palabra
interior que busca el ritmo permanente”.
En los textos de la poesía española del siglo XV
vemos la espiritualidad latina, la aristocracia de cada palabra, los metros más
adecuados. Iniciamos un itinerario donde depuramos la pasión, el movimiento del
alma. De allí la necesidad de ciertos intérpretes para analizar y comprender la
creación literaria en todo su misterio y complejidad.
España no sólo trajo libros o una cultura de
letras. Trajo Romances, sanciones, juegos, bailes. Nos advierte Pedro Henríquez
Ureña: “España es el primer pueblo conquistador que discute la conquista, como
Grecia es el primer pueblo que discute la esclavitud.”
Encontramos en una visión panorámica varias
lecturas de una lengua. En el lenguaje mismo, en la arquitectura, en la
pintura. La arquitectura y la pintura se suman a la alta calidad de la
escultura española, la de la piedra y la de la madera pintada. Un sólo nombre:
Berruguete.
En un ensayo sobre crítica y estilo el profesor
Ciocchini nos dice: "...el aspecto greco-morisco y judío, la España
oriental, no ha sido aún suficientemente estudiada - y esta labor parte de una
trabajo textual y estilístico que requeriría largos años. Un análisis crítico,
una nueva mentalidad crítica, ediciones anotadas de autores como el Rabí Sem
Tob, Don Enrique de Villena, Juan de Mal Lara, manifiestan un tesoro de
aspectos nuevos e iluminan la lengua con facetas que escapan al retoricismo, a
la apariencia de chatura y uniformidad que afecta a las letras españolas por
falta de depuración en las concepciones críticas". El lenguaje va de lo coloquial a lo formal, de lo erudito a lo
cotidiano.
A fines del siglo XVIII, don Vicente de los Ríos,
emparejó a Cervantes en su Juicio crítico del Quijote, con los
grandes épicos de la antigüedad clásica, fundamentalmente con Virgilio: “La
morada de don Quijote en casa de los Duques corresponde perfectamente a la
detención de Eneas en Cartago. El extraño suceso de la Trifaldi y su
continuación son también un espectáculo tan divertido como la relación del saco
de Troya; la aparición del Clavileño aligero no es menos oportuna ni agradable
que la descripción del paladín troyano, y los amores de Altisidora son
comparables en su línea con la pasión de Dido”. Esta obra cumbre de la
literatura mundial es siempre una catarsis para nuestra alma. Como dijo Jorge
Nicolai: “Cervantes como genuino precursor del nuevo tiempo, ha superado el
pasado y se ríe del fetiche de ayer”. He aquí un ejemplo: “Ventuoso aquel a
quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo
a otro que al mismo cielo”.
Para un poeta el problema de la poesía es el de la
belleza. Este camino milagroso es la creación del hombre. El propósito de un
poema es enfrentarse a los grandes temas. La poesía castellana lo cristalizó en
uno de los poemas que más he admirado desde mi temprana juventud. Estoy
haciendo referencia a Coplas a la muerte de un padre de Jorge
Manrique. La lectura de los grandes escritores medievales españoles son
herederos de la tradición que fue capaz de engendrar la poesía más hermosa de
su tiempo, me refiero a los romances viejos.
Para finalizar vale recordar que a mitad del siglo
XV un judío de Baena ofrece al rey Don Juan una compilación de “cantigas muy
dulces e graciosamente sasonadas, de muchas e diversas artes”. El Cancionero de
Juan Alfonso Baena –nos dice Pedro Salinas– “aunque contenga poesía de
otra especie, significa en buena parte la castellanización de la lírica
cortesana provenzal”.
Buenos Aires, marzo de 2018
©CARLOS PENELAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario