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sábado, 20 de abril de 2019

Diálogos apócrifos (X). Le Feu, César Tamborini Duca, León, España


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Diálogos apócrifos (X). Le Feu

-Santiago, hoy te propongo leer y dialogar poco, porque la lectura será de por sí lo suficiente clara con poca necesidad de palique.
-Si vos lo decís. Pero, ¿qué propones leer?
-LE FEU (El Fuego). Un Premio Goncour que en España se editó como “El fuego en las trincheras”. Su autor fue Henry Barbusse.
-Por el título imagino de qué se trata.
-Relata las peripecias de una Brigada en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, con la descripción de los horrores de la misma. Y la desigualdad. Te leo:
“Hombres en ruinas, vencidos, …tienen un principio de revelación: Yo –dice una voz dolorida—no creo en Dios. No creo que exista cuando yo sufro… Yo –añade otro—no creo en Dios a causa del frío. He visto morirse hombres nada más que por el frío. Si hubiera un Dios no habría frío. Para creer en Dios, no debería haber nada de esto”.
Y en la galería sanitaria: “impotentes, estropeados, se agitan, corren, se apiñan en los rincones, como topos u otra clase de animales perseguidos por el acoso espantable de las granadas”.
De licencia en la ciudad el grupo de amigos: El paso de la multitud nos rechaza como pobres extranjeros que somos. Erramos por la calle, durante el crepúsculo que empieza a dorarse de luminarias, y llega la noche paramentada de joyas, como sucede en las ciudades. El espectáculo de este mundo nos ha revelado, al fin una gran realidad, contra la que no podemos defendernos: una diferencia entre los seres, una diferencia mucho más profunda y con fosos más infranqueables que la de las razas: la división clara y precisa, verdaderamente irremediable, que existe en la multitud, entre los que sufren y los que se aprovechan; entre los que se les exige sacrificarlo todo: su fuerza, su martirio; y aquellos otros que viven sonrientes y tranquilos a costa de los primeros.
Algunos vestidos de luto destácanse en la masa y comulgan con nosotros, pero el resto del gentío no va de luto, sino de fiesta.
-No hay una patria, no es verdad –dice Volpatte—con singular precisión. Hay dos. Ambas separadas en dos países extranjeros: la vanguardia, allá abajo, donde hay demasiados desgraciados, y la retaguardia, donde hay demasiados felices.
-¡Qué quieres hacerle! Es necesario… hace falta…
-Lo sé; pero con todo eso, hay demasiados venturoso, y siempre los mismos…” (pág. 268)
“Paradis me dice: -¡Ésta es la guerra!...
“Más que las cargas parecidas a los desfiles de una gran revista; más que las batallas con banderas desplegadas; más aun que los cuerpos a cuerpo en que se combate gritando, esta guerra es la fatiga espantable, sobrenatural, con el agua hasta la cintura, con barro, basura e infame suciedad. Son las caras musgosas, y las carnes en jirones, y los cadáveres que sobrenadan en la tierra voraz. ¡Esto es; esta monotonía infinita de miserias, interrumpida por terribles dramas, esto y no la bayoneta que brilla como plata, ni el cacareo del clarín al sol! Pensando en esto Paradis, lo confirmó con un recuerdo, diciéndome: (pág. 292) La igualdad sobre todo…
-También Libertad y Fraternidad.
-Pero sobre todo la Igualdad.
Les arguyo que la fraternidad es un sueño, un sentimiento nebuloso, inconsistente; que es contrario al hombre odiar a un desconocido; pero que también le es igualmente contrario amarle. No se puede basar nada sobre la fraternidad. Tampoco sobre la libertad; que es demasiado relativa en una sociedad en que todas las individualidades se fragmentan forzosamente. En tanto, la igualdad es siempre semejante. Libertad y fraternidad son meras palabras, mientras que la igualdad es un hecho.
La igualdad, la igualdad social –porque los individuos tienen más o menos valor; pero cada uno debe participar en la sociedad en la misma medida, porque la vida de un ser humano es tan grande como la vida de otro—la igualdad es la gran fórmula de los hombres. Su importancia es prodigiosa. El principio de la igualdad de derechos de cada hombre y de la voluntad santa de la mayoría es impecable; debe ser invencible y traerá todos los progresos, con una fuerza realmente divina… que es exactamente lo mismo que el interés general. (pág. 301)
…”Ya no es solo el dolor y el peligro, ni la miseria de los tiempos, lo que se ve empezar interminablemente; sí que también la hostilidad de las cosas y de los hombres contra la verdad; la acumulación de los privilegios, la ignorancia, la sordidez y la mala voluntad, las normas de conducta y los intereses creados…”  (pág. 303) (Enrique Barbusse, “Le Feu”, Editor Rafael Caro Raggio, Madrid, 1917)
-¿Qué opinas, Santiago?
-En primer lugar, que el tema de la desigualdad que hoy oprime con su injusticia a gran parte de la humanidad, ya estaba presente hace 100 años. Y la mayoría de los políticos no se esfuerzan por crear un futuro mejor, sino en desacreditar al adversario en lugar de imaginar soluciones para lograr mejoras en aquellos sectores desfavorecidos, y disminuir así la desigualdad, lograr que la brecha sea cada vez menor, si esto se lograra, el futuro sería mejor para todos.
-Exactamente, pero en 100 años no hemos sido capaces de forjar un sistema político capaz de acabar con esta lacra de la sociedad. Y ahora están de actualidad personas como Bolsonaro, Salvini, Trump, Abascal, Marine Le Pen, Víktor Orbán, a los que les trae sin cuidado la igualdad entre los seres humanos, y el peligro es mayor porque –creo yo—no dudarían si tuvieran que empeñarse en una guerra.
-¡Porque ellos ni sus hijos irían a las trincheras descriptas por Barbusse!
-Si hoy optamos por la lectura, César, también a mí me gustaría leerte algo.
-Dale nomás, ¿de qué se trata?
-Lo escribió Manuel Rivas en la Revista “El País Semanal” el domingo 31 de marzo, y lo tituló “Fascismo de segunda mano”.
-Por el título me parece, Santiago, que se acollara con alguna cosa que expusimos antes.
-Por cierto César, Rivas dice (copio solo unos pocos renglones) que “El nuevo rostro del fascismo se financia y expande en ámbitos nada marginales. Lo llamamos educadamente extrema derecha, pero es un fascismo de segunda mano… del avance de la maquinaria autoritaria en Europa, con obsesiones que creíamos que estaban en desguace: xenofobia, machismo, nacionalismo de nostalgia imperial.
…Con todo, lo más lamentable como síntoma de un fascismo sin simulación es que, en estos tiempos, figura como cabeza de lista al Congreso un negacionista del Holocausto. ¿Cómo se puede pretender representar a España con semejante aberración?”
-Hay síntomas muy desagradables en todo el mundo, mi amigo, ¿dejamos por hoy?
-Sí, es un tema doloroso que agota la capacidad de comprensión.

Haiku:   “Dos ejércitos en guerra / no son dos; / son uno, que se suicida”.

©CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA






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