Diálogos apócrifos (X). Le Feu
-Santiago, hoy te propongo
leer y dialogar poco, porque la lectura será de por sí lo suficiente clara con
poca necesidad de palique.
-Si vos lo decís. Pero,
¿qué propones leer?
-LE FEU (El Fuego). Un Premio Goncour que en España se editó
como “El fuego en las trincheras”. Su autor fue Henry Barbusse.
-Por el título imagino de qué
se trata.
-Relata las peripecias de
una Brigada en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, con la
descripción de los horrores de la misma. Y la desigualdad. Te leo:
“Hombres en ruinas, vencidos, …tienen un principio de
revelación: Yo –dice una voz dolorida—no creo en Dios. No creo que exista
cuando yo sufro… Yo –añade otro—no creo en Dios a causa del frío. He visto
morirse hombres nada más que por el frío. Si hubiera un Dios no habría frío.
Para creer en Dios, no debería haber nada de esto”.
Y en la galería sanitaria:
“impotentes, estropeados, se agitan,
corren, se apiñan en los rincones, como topos u otra clase de animales
perseguidos por el acoso espantable de las granadas”.
De licencia en la ciudad
el grupo de amigos: El paso de la multitud
nos rechaza como pobres extranjeros que somos. Erramos por la calle, durante el
crepúsculo que empieza a dorarse de luminarias, y llega la noche paramentada de
joyas, como sucede en las ciudades. El espectáculo de este mundo nos ha
revelado, al fin una gran realidad, contra la que no podemos defendernos: una
diferencia entre los seres, una diferencia mucho más profunda y con fosos más
infranqueables que la de las razas: la división clara y precisa, verdaderamente
irremediable, que existe en la multitud, entre los que sufren y los que se
aprovechan; entre los que se les exige sacrificarlo todo: su fuerza, su
martirio; y aquellos otros que viven sonrientes y tranquilos a costa de los
primeros.
Algunos vestidos de luto destácanse en la masa y
comulgan con nosotros, pero el resto del gentío no va de luto, sino de fiesta.
-No hay una patria, no es verdad –dice Volpatte—con
singular precisión. Hay dos. Ambas separadas en dos países extranjeros: la
vanguardia, allá abajo, donde hay demasiados desgraciados, y la retaguardia,
donde hay demasiados felices.
-¡Qué quieres hacerle! Es necesario… hace falta…
-Lo sé; pero con todo eso, hay demasiados venturoso, y
siempre los mismos…” (pág. 268)
“Paradis me dice: -¡Ésta es la guerra!...
“Más que las cargas parecidas a los desfiles de una
gran revista; más que las batallas con banderas desplegadas; más aun que los
cuerpos a cuerpo en que se combate gritando, esta guerra es la fatiga
espantable, sobrenatural, con el agua hasta la cintura, con barro, basura e
infame suciedad. Son las caras musgosas, y las carnes en jirones, y los
cadáveres que sobrenadan en la tierra voraz. ¡Esto es; esta monotonía infinita
de miserias, interrumpida por terribles dramas, esto y no la bayoneta que
brilla como plata, ni el cacareo del clarín al sol! Pensando en esto Paradis,
lo confirmó con un recuerdo, diciéndome: (pág. 292) La igualdad
sobre todo…
-También Libertad y Fraternidad.
-Pero sobre todo la Igualdad.
Les arguyo que la fraternidad es un sueño, un
sentimiento nebuloso, inconsistente; que es contrario al hombre odiar a un
desconocido; pero que también le es igualmente contrario amarle. No se puede
basar nada sobre la fraternidad. Tampoco sobre la libertad; que es demasiado
relativa en una sociedad en que todas las individualidades se fragmentan
forzosamente. En tanto, la igualdad es siempre semejante. Libertad y
fraternidad son meras palabras, mientras que la igualdad es un hecho.
La igualdad, la igualdad social –porque los individuos
tienen más o menos valor; pero cada uno debe participar en la sociedad en la
misma medida, porque la vida de un ser humano es tan grande como la vida de
otro—la igualdad es la gran fórmula de los hombres. Su importancia es
prodigiosa. El principio de la igualdad de derechos de cada hombre y de la
voluntad santa de la mayoría es impecable; debe ser invencible y traerá todos
los progresos, con una fuerza realmente divina… que es exactamente lo mismo que
el interés general. (pág. 301)
…”Ya no es solo el dolor y el peligro, ni la miseria
de los tiempos, lo que se ve empezar interminablemente; sí que también la
hostilidad de las cosas y de los hombres contra la verdad; la acumulación de
los privilegios, la ignorancia, la sordidez y la mala voluntad, las normas de
conducta y los intereses creados…” (pág. 303) (Enrique Barbusse, “Le Feu”, Editor Rafael Caro Raggio, Madrid, 1917)
-¿Qué opinas, Santiago?
-En primer lugar, que el
tema de la desigualdad que hoy oprime con su injusticia a gran parte de la
humanidad, ya estaba presente hace 100 años. Y la mayoría de los políticos no
se esfuerzan por crear un futuro mejor, sino en desacreditar al adversario en
lugar de imaginar soluciones para lograr mejoras en aquellos sectores
desfavorecidos, y disminuir así la desigualdad,
lograr que la brecha sea cada vez menor, si esto se lograra, el futuro
sería mejor para todos.
-Exactamente, pero en 100
años no hemos sido capaces de forjar un sistema político capaz de acabar con
esta lacra de la sociedad. Y ahora están de actualidad personas como Bolsonaro,
Salvini, Trump, Abascal, Marine Le Pen, Víktor Orbán, a los que les trae sin
cuidado la igualdad entre los seres humanos, y el peligro es mayor porque –creo
yo—no dudarían si tuvieran que empeñarse en una guerra.
-¡Porque ellos ni sus
hijos irían a las trincheras descriptas por Barbusse!
-Si hoy optamos por la
lectura, César, también a mí me gustaría leerte algo.
-Dale nomás, ¿de qué se
trata?
-Lo escribió Manuel Rivas
en la Revista “El País Semanal” el domingo 31 de marzo, y lo tituló “Fascismo de segunda mano”.
-Por el título me parece,
Santiago, que se acollara con alguna cosa que expusimos antes.
-Por cierto César, Rivas
dice (copio solo unos pocos renglones) que “El
nuevo rostro del fascismo se financia y expande en ámbitos nada marginales. Lo
llamamos educadamente extrema derecha, pero es un fascismo de segunda mano… del
avance de la maquinaria autoritaria en Europa, con obsesiones que creíamos que
estaban en desguace: xenofobia, machismo, nacionalismo de nostalgia imperial.
…Con todo, lo más lamentable como síntoma de un
fascismo sin simulación es que, en estos tiempos, figura como cabeza de lista
al Congreso un negacionista del
Holocausto. ¿Cómo se puede pretender representar a España con semejante
aberración?”
-Hay síntomas muy
desagradables en todo el mundo, mi amigo, ¿dejamos por hoy?
-Sí, es un tema doloroso
que agota la capacidad de comprensión.
Haiku: “Dos
ejércitos en guerra / no son dos; / son uno, que se suicida”.
©CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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