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viernes, 14 de diciembre de 2018

La araña, César Tamborini Duca, León, España

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La araña (cuentito para mis tres nietos)
 A Juana, Camila y Mateo

Juana había ido a visitar a sus dos primitos, Camila y Mateo, quedándose a dormir en su casa. Al día siguiente después de desayunar, al levantarse cuando el sol estaba alto en el horizonte salieron para jugar en el jardín, Mateo con cochecitos y las dos niñas a amas de casa que se visitan, y la una sirve el té a la otra, y conversan como dos señoras lo harían en las mismas circunstancias.
Mateo, aburrido de jugar solo con sus coches, fue en busca de una pelota con la que se entretenía dando pelotazos contra una de las paredes del chalet, hasta que ocurrió la catástrofe: uno de esos “balonazos” dio contra las instalaciones de la cocina montada por su hermana y su prima, haciéndolas volar por el aire. Se pueden imaginar la enojosa situación que se produjo por el enfado de ellas. Juani, bastante enfurruñada y porque ya la hora del té tenía una edad en que esos juegos dejan de resultarle atractivos, se marchó adentro para hacer compañía a su tía. Camila, después de ordenar el caos originado por Mateo y dándose cuenta que sola se aburriría, buscó la compañía de Mateo tratando de convencerlo para que jugara con ella; tarea infructuosa ya que él no quería porque –decía- eran juegos de nenas. Así discurrían tratando de convencer una al otro cuando Mateo abre grande los ojos, y señalando le dice a su hermana “-¡una arañita!”
“-No la vas a matar” le responde Camila, al mismo tiempo que Mateo con una ramita seca en sus manos exclama “sólo le corté una patita”. La arañita salió dispara a los tumbos con sus 7 patitas, y dijo Camila “-va en busca de su mamá, ahora vendrá ella”. Y Mateo “-ja, ja, la mato de un pisotón”.
En eso se escucha retumbar mientras tiembla la tierra, los chicos miran con asombro y luego Mateo, aterrado, sale corriendo diciéndole a Camila “-llamála a mamá”.
Era una araña enorme, como de un metro y su altura casi duplicaba la de Mateo, las marcas de las pisadas de sus 8 patas se hundían por lo menos 1 cm en la tierra. Mateo decidió esconderse detrás del horno de barro, pero al ver que la mamá-araña iba en esa dirección, continuó su fuga rodeando el chalet, pero la araña en su rápido avance lo sobrepasó y se le puso de frente, mostrándole su mandíbula presta a picarle.
Mateo gritó con todas sus fuerzas ¡MAMAA! y se sentó sudoroso en la cama al despertar por su propio grito. “-¿Qué te pasa, por qué me llamás gritando así?” le preguntó Andrea al entrar en su pieza. “-Nada, mamá, tuve una pesadilla”… y se levantó rezongando.
©CÉSAR JOSÉ TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA




1 comentario:

  1. ¡Buen relato, César! Describes bien el transcurrir de una pesadilla. Saludos.

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