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sábado, 13 de octubre de 2018

EL CUARTO, Soledad Vignolo Mansur, Junín, Buenos Aires, Argentina

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Imagen de: Wattpad



 EL CUARTO

 El sol roza con impunidad el cortinado gris del cuarto, que es tan pequeño como impersonal. La marea de ruidos incómodos dista de las olas propias del este uruguayo que acostumbro acariciar. Una voz chillona me pide con insistencia: abrí y cerrá el puño, un poquito más. Mi puño se cierra con otras intenciones, mientras siento escapar mi sangre por un tubo hematológicamente vulgar. Cierro los ojos con fuerza, tal vez al abrirlos la escena es otra.
Nuevo día, cinco personas de blanco me rodean, Gafas, blancura, hambruna intelectual. Cuatro mujeres, o algo así, y un masculino de dudoso buen gusto que parece subyugarlas sin hablar. El tacto es desconocido para estos especímenes medicinales que hablan de mi anemia con entusiasmo, de mis bajos valores casi con la emoción de mis días de política partidaria. Deciden seguir usando mi cuerpo de colador para babearse con mi dolor. Vaya raza.
El cansancio duerme mis miedos y mi cuerpo, el silencio no llega con la noche, que se alarga en desesperanza, llantos, muertes y nacimientos equitativos, mientras las nurses parlotean sin enterarse de toda la vida que transcurre alrededor de sus diminutos cerebros, ya atrofiados por las horas eternas , el rímel, y el chicle bazooka sin gusto de masticar envidia.
Tras observar la noche y sus luces opacadas por el vidrio sucio intento conciliar un sueño salvador.
Otra mañana, mi brazo se hincha en la misma proporción que mi humor, las transfusiones llevan al mundo de los donantes, les agradezco y me imagino: ¿habrá talento, bondad, inteligencia, estupidez, destreza? ¡Qué bueno tener nuevos dones! Un sentimiento aprendiz ya dejó esta experiencia sangrienta: solidaridad.
La chiquita que en realidad es una mujer de mente pequeña, destrozó mi vena con la impunidad de un Gurkha, la enfermera demostró orgullosa que sabía más. Una lástima ser el campo de prueba de la lucha encarnizada entre dos profesiones que deberían unirse en el servicio. La vida. El dolor.
Esa noche una sombra apareció en el cuarto con el misterio que el aburrimiento le confirió.
__Hola
__Hola
__Mucho tiempo sin verte
__ Tal vez
__ Te extraño desde el día aquel. Te busqué tantas veces que ya no esperaba nada. Y ahora estás. Increíble.
­__ ¿por?
__ Por todo.
__ No te comprendo mucho. No estoy bien.
__ Lo sé.

Se marchó como vino. No pude durante la vela obligada a descifrar su procedencia, por lo que decidí darle la categoría mágica más alta, para pasar las horas con alguna intriga que no sea mi salud. Y la dejé en la incertidumbre de lo místico.
El doctor pálido y descolorido resultó ser jefe de la clínica del lugar. Las mujeres blancas aprendices mediocres y asexuados. Mi anemia menos rebelde de lo prometido y mis miedos tan humanos que avergüenzan. Las pruebas, solo pruebas, la sangre, solo sangre, fluyendo, como debe ser.
Todo tan real, aburrido y molesto como cotidiano. Sin nada que suba la glucemia aturdida del pobre sanatorio con pretensiones de una categoría que no posee.
Antes de partir vuelvo a sentir el sol, y caigo en cuenta que el único misterio, sigue encerrado en el cuarto. 

©SOLEDAD VIGNOLO MANSUR, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

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