Imagen de: Wattpad
Nuevo día, cinco personas
de blanco me rodean, Gafas, blancura, hambruna intelectual. Cuatro mujeres, o
algo así, y un masculino de dudoso buen gusto que parece subyugarlas sin
hablar. El tacto es desconocido para estos especímenes medicinales que hablan
de mi anemia con entusiasmo, de mis bajos valores casi con la emoción de mis
días de política partidaria. Deciden seguir usando mi cuerpo de colador para babearse
con mi dolor. Vaya raza.
El cansancio duerme mis
miedos y mi cuerpo, el silencio no llega con la noche, que se alarga en
desesperanza, llantos, muertes y nacimientos equitativos, mientras las nurses
parlotean sin enterarse de toda la vida que transcurre alrededor de sus
diminutos cerebros, ya atrofiados por las horas eternas , el rímel, y el chicle
bazooka sin gusto de masticar envidia.
Tras observar la noche y
sus luces opacadas por el vidrio sucio intento conciliar un sueño salvador.
Otra mañana, mi brazo se
hincha en la misma proporción que mi humor, las transfusiones llevan al mundo
de los donantes, les agradezco y me imagino: ¿habrá talento, bondad,
inteligencia, estupidez, destreza? ¡Qué bueno tener nuevos dones! Un
sentimiento aprendiz ya dejó esta experiencia sangrienta: solidaridad.
La chiquita que en
realidad es una mujer de mente pequeña, destrozó mi vena con la impunidad de un
Gurkha, la enfermera demostró orgullosa que sabía más. Una lástima ser el campo
de prueba de la lucha encarnizada entre dos profesiones que deberían unirse en
el servicio. La vida. El dolor.
Esa noche una sombra
apareció en el cuarto con el misterio que el aburrimiento le confirió.
__Hola
__Hola
__Mucho tiempo sin verte
__ Tal vez
__ Te extraño desde el día
aquel. Te busqué tantas veces que ya no esperaba nada. Y ahora estás.
Increíble.
__ ¿por?
__ Por todo.
__ No te comprendo mucho.
No estoy bien.
__ Lo sé.
Se marchó como vino. No
pude durante la vela obligada a descifrar su procedencia, por lo que decidí
darle la categoría mágica más alta, para pasar las horas con alguna intriga que
no sea mi salud. Y la dejé en la incertidumbre de lo místico.
El doctor pálido y
descolorido resultó ser jefe de la clínica del lugar. Las mujeres blancas
aprendices mediocres y asexuados. Mi anemia menos rebelde de lo prometido y mis
miedos tan humanos que avergüenzan. Las pruebas, solo pruebas, la sangre, solo
sangre, fluyendo, como debe ser.
Todo tan real, aburrido y
molesto como cotidiano. Sin nada que suba la glucemia aturdida del pobre
sanatorio con pretensiones de una categoría que no posee.
Antes de partir vuelvo a
sentir el sol, y caigo en cuenta que el único misterio, sigue encerrado en el
cuarto.
©SOLEDAD VIGNOLO MANSUR, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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