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miércoles, 14 de septiembre de 2016

EN EL VELATORIO DE DALMIRO SAÉNZ, Antonio Las Heras, Buenos Aires, Argentina




















Fotografía de Dalmiro Sáenz junto a Antonio Las Heras

En el velatorio de Dalmiro Sáenz.
Por Antonio Las Heras

Apenas pasadas las 23 horas del domingo 11 de setiembre de 2016 llegué caminando hasta la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para acompañar por unos minutos al cadáver de Dalmiro Sáenz. La noche es cálida y húmeda. Para ese momento hay poca – casi ninguna – gente por el centro. Pienso que me encontraré con una capilla ardiente solitaria y, tal vez, alguno que otro familiar. Pero me equivoco. A instantes de la medianoche – en que habrán de cerrarse las puertas hasta la mañana siguiente a las ocho – hay unas treinta personas en torno al féretro. Casi todas son personas jóvenes; algunas prácticamente adolescentes. Muestra clara de los afectos despertados.
Allí está el cuerpo del autor de “El que se muere pierde”, “No”, “Treinta, treinta”, “Setenta veces siete” y “Carta abierta a mi futura ex mujer”, entre tantas obras que frecuentaron generaciones de lectores de la segunda mitad del siglo XXI.
Sáenz mostró – siempre – una personalidad mordaz, dispuesta a la ironía, la provocación y, por sobre todo, al ejercicio pleno de su libertad. Cosa que le generó admiradores… y buen número de detractores. Sin embargo, quienes pudimos tratarlo personalmente comprobamos su profundidad intelectual y un singular despliegue de inquietudes espirituales. A la mirada pública era un escritor, un dramaturgo, un periodista… en lo íntimo un dispuesto buscador de saberes ocultos.
Uno de los mayores escándalos que tuvo ocurrió con la publicación de “Cristo de pie” en principio con coautoría de Alberto Cormillot (el mediático médico especialista en obesidad) quien – de inmediato – renunció a aparecer entre los firmantes e, inclusive, hizo que su rostro fuera cubierto en las fotos que ilustran el libro. Sáenz mantuvo su firma. El libro, publicado en 1988, es un ensayo novelado donde aparece una descripción de Jesús que llamó a la controversia.
Recordando esto – y las conductas del autor durante su vida – es que me asombra advertir tras el féretro una enorme cruz de metal con Cristo crucificado. Paradojas de la vida y de la muerte, pienso para mí mientras permanezco parado al lado del cadáver. ¿Habrá imaginado Dalmiro que al momento inmediato de su fallecimiento lo escoltarían la bandera nacional, la de la ciudad y en el medio ese enorme crucifijo? Enseguida mi mente trae el recuerdo de aquel poema de Machado en la voz de Serrat “aquel trueno,/ vestido de nazareno…”
Fijo mi mirada en el rostro de Dalmiro. Es notable la serenidad que transmite. Coincide con lo que señalan quienes le acompañaron en estos últimos diez años en los que permaneció sin actividad pública. Acuerdan que vivía en una permanente tranquilidad y plenitud. Estaba siempre “en su centro” lo que presupone la capacidad de haberse convertido en Anciano Sabio (el arquetipo al cual refirió Carl G. Jung) habida cuenta de sus 90 años de edad. La apariencia de ese rostro no es el de un cadáver sino de alguien que sólo ha bajado los párpados suavemente para poder meditar sin apuros ni molestias.
En esas disquisiciones me encuentro cuando advierto otra cosa peculiar. El cuerpo tiene puesta una cadena al cuello – muy fina, puede que de plata o de acero; lo ignoro – con una muy pequeña medalla circular colocada – con especial prolijidad – sobre el pecho, arriba de la mortaja. Tengo que aproximarme para ver bien sus símbolos. Allí está la Estrella de David, al pie una calavera de rasgos específicos fuera de lo natural junto a otras abigarradas simbologías. Deduzco que es señal de su pertenencia a alguna orden iniciática; ni la Masonería, ni el Temple, ni ninguna de las usualmente difundidas. ¿Prueba de las secretas búsquedas espirituales del autor? Quienes se limitaron a juzgarlo sólo por sus desplantes radiales y televisivos nunca habrán imaginado que éste es el verdadero Dalmiro Sáenz.
Dalmiro Antonio Sáenz nació en Buenos Aires un 13 de junio de 1926 para morir en la misma ciudad el 11 de setiembre de 2016. Sorprendente por que 13 de junio es el Día del Escritor y 11 de setiembre el Día del Autor. ¿Predestinación? Nunca lo sabremos. Pero nos queda su obra escrita para seguir disfrutándola y descubriendo en cada nueva lectura algún detalle que antes nos pasara desapercibido.

©Dr. ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA EN BUENOS AIRES

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y magister en Psicoanálisis. Escritor. Profesor universitario. e mail: alasheras@hotmail.com



2 comentarios:

  1. El gran misterio de la Muerte, que por lo general descubre más del protagonista que sus apuntes y escritos, bellezas de la Vida a veces oculta, disfrazada, osada, desafiante ,que ante el gran misterio, descubre su altura y esplendor.

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  2. Me encantó este artículo... ¡maravilloso y muy merecido! Realmente un placer leer los libros de Dalmiro Sáenz. Gracias por compartir esta información.

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