UN MAESTRO INOLVIDABLE – ROA BASTOS
Siendo muchacho descubrí en la
modesta pero bien seleccionada biblioteca de mi madre, que era muy buena
lectora de novelas, Hijo de hombre del escritor paraguayo
Augusto Roa Bastos, donde retrata y denuncia la asesina, fanática y desmesurada
ambición de poder del dictador Alfredo Stroessner, que él había padecido en
carne propia. La obra de Roa Bastos está contada primero desde la cárcel y
luego desde el exilio.
En esa época, finales de la década
del sesenta, se había hecho un hábito para mí, visitar todos los sábados la
casa de campo que tenía a orillas de las barrancas de El Cazador, en el pueblo
de Escobar a mis recordados amigos, el psicoanalista Emilio Rodrigué y a Num,
su esposa, también muy buena escritora. Prudentemente llegaba por lo general
con facturas recién horneadas para acompañar el tradicional mate, que, como
dice en su poema Martínez Estrada De ti a mí, mano a mano, / el mate
viene y va. / El mate es como un diálogo / con pausas que llenar. / (Darío lo
ha llamado. calumet de la paz)…
Una tarde, encontré a los dueños de
casa con visitas y acaso llegué inoportunamente. Pero allí siempre el clima era
de bienvenida y fui honrosamente presentado al ya famoso escritor Augusto Roa
Bastos, “Se trata de un de un admirado y gran amigo, comentó don
Emilio-. Yo recordé, con orgullosa presunción, que gracias a doña Salvadora, mi
madre, lo había leído. Roa Bastos ya era célebre por su primera novela “Hijo
de hombre”. Don Augusto se encontraba acompañado por la que entonces era su
esposa, Iris Giménez.
Don Augusto Roa Bastos ya era uno de
los novelistas más famosos de la lengua española, un valiente narrador que
exploró y denunció los crímenes ocasionados no solo por el déspota de su país,
sino también por todas las dictaduras de nuestra América. Entre las obras de
Roa Bastos tampoco se podían pasar por alto Encuentro con el traidor y
otros cuentos (la ya señalada), Hijo de hombre y Yo
el Supremo, con adaptación para el cine, que ofrecieron al espectador
versiones acalladas por la historia, como la invasión española, las guerras del
Paraguay y del Chaco, las masacres en comunidades indígenas y las formas
espantosas de otras dictaduras de nuestra América. Roa Bastos, además, había
publicado algunos preciosos libros de poesía y cuentos para niños con los que
merecidamente obtendría luego reconocimientos internacionales: en Buenos Aires
se le otorgó el Premio Internacional de Novela de la Editorial Losada con Hijo
de hombre, y luego esa definitiva consagración que fuera el Premio Cervantes.
Ni qué agregar que esa tarde en casa de los Rodrigué fue memorable. Augusto era
un hombre ameno, con sentido del humor y rico en anécdotas que eran un placer
escuchar.
“Los grupos literarios en Paraguay
son casi inexistentes, -me comentó con cierto desconsuelo otro amigo y
compatriota de Roa Bastos, el notable poeta Cristino Bogado-. Narradores
como Jorge Kanese, Edgar Poe, Douglas Diegues, Remigio Costa, Joaquín Morales y
Mónica Bustos son reconocidos por pequeñas elites; pero, la verdad, poco
leídos. Sin embargo, Roa Bastos nos abrió esa puerta”.
Para mí, no fue el único encuentro. A
partir de esa tarde nos unió una amistad, llena de gratos recuerdos. Un par de
veces almorzamos con Borges y en una ocasión visitamos a Ernesto Sabato en su
casa de Santos Lugares; fui también uno de los oradores en un merecido homenaje
que se le hizo en la Cancillería Argentina. En 2017, con la colaboración
valiosa del escritor Armando Almada Roche, le dedicamos un número especial en
la revista Proa, que reunió testimonio de Octavio Paz, Jorge Luis
Borges, Nicolás Guillén, María Elena Walsh, José Donoso, Ernesto Sabato, María
Esther de Miguel y José Donoso, entre otros destacados escritores de nuestra
lengua española.
Augusto Roa Bastos, nació en 1917 en
Asunción del Paraguay y falleció en ella, su amada patria, en 2005. Sensible y
prolífico en su quehacer literario, cultivó la poesía, el teatro y el
periodismo; fue, además, guionista de cine (su relato, El trueno entre
las hojas, contó con su propia adaptación. Hoy se lo considera
el principal maestro de la literatura de su patria, y uno de los más destacados
de la literatura hispanoamericana. En 1989, como he señalado, le fue otorgado
el Premio Cervantes. Su admirable obra ha sido traducida a más de veinticinco
idiomas.
ROBERTO ALIFANO – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA

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