El mar la mar solo mar amar
El mar es el origen
de la vida. Nuestro punto de partida. No solo en el aspecto biológico, sino
también en el de la fe. “Y Dios dijo que se reúnan en un solo lugar las aguas
que estén bajo el cielo y que aparezca el suelo firme… y así sucedió. Y Dios
llamó Tierra al suelo y Mar al conjunto de las aguas. Vio entonces que esto era
bueno y ordenó que se llenen las aguas de multitudes de seres vivientes y así
fue…”
¿Por qué nos atrae
el mar solo la mar amar? ¿Por qué ante su prolongación de aguas y más aguas
intensas y burbujeantes nos quedamos perplejos? ¿Cuál es secreto de su
inmensidad?¿Qué poeta no ama el mar, ola mar, o sólo mar, sin género ni
adjetivos. Con menos audacia que belleza, sin duda deslumbrados, algunos se
atrevieron de un modo concluyente a glosar: mar, solo mar amar...
La gente de mar y
los poetas tienden a atribuirle género femenino a la palabra mar. Sin embargo,
el glorioso Rafael Alberti, que nació en Puerto Santa María, casi adentro del mar y mucho le canto, aunque parece no decidirse, busca un equilibrio en sus
versos:
El mar. ¡Sólo la
mar!
¿Por qué me
trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me
desenterraste
del mar?
El mar. ¡Sólo la
mar!... prescindiendo de todo género y jugando seriamente con la palabrearen masculino o femenino, pero siempre mar y tan cerca de la palabra amar.
¡Ah, esa infinitud,
esa inconmensurable masa de agua salada, que cubre con el sabor de la vida la
mayor parte de la superficie de nuestro planeta Tierra, incluyendo océanos,
mares menores, y agua por todos lados diseminada por ríos y estancada en lagos
que por siempre se enaltece de poesía!
El sufrido
Constantino Cavafis, otro inmenso adorador del mar, le cantó desde Alejandría al
Mediterráneo de la otra orilla con enigmáticas palabras:
Dejadme estar aquí.
Dejadme mirar mi
mar un rato.
La orilla matutina
y el cielo
sin nubes,
brillante, azul y amarillo
¡Oh, mar, todo
iluminado
tan bellamente, y
vasto!…
¿Es acaso el
legendario Odiseo de Homero, el que canta a través de Cavafis? Ambos,
emocionados, le dedican sus metáforas al mar la mar amar, que vibra en todo
poeta, y, como balbucea Borges "ese antiguo lenguaje que ya no alcanzo a
descifrar”; a la vez que nos regala su exquisito soneto turbador de misterios:
Antes que el sueño
(o el terror) tejiera
mitologías y
cosmogonías,
antes que el tiempo
se acuñara en días,
el mar, el siempre
mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar?
¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que
roe los pilares
de la tierra y es
uno y muchos mares
y abismo y
resplandor y azar y viento?...
Y Pablo Neruda,
hombre de mar y de amores intensos, también reclama con su decir torrentoso su
sed de mar la mar amar:
Necesito del mar
porque me enseña
no sé si aprendo
música o conciencia
no sé si es ola
sola o ser profundo
o sólo ronca voz o
deslumbrante
suposición de peces
y navíos…
Su compatriota, la dulce
y empeñosa Gabriela Mistral, es también una confidente del mar yle pide ala mar
que la deje desplazarse por el mundo:
Dame, Señor, la
perseverancia de tus olas de mar,
que hacen que cada
retroceso sea un punto de partida
para un nuevo
avance…
Y luego, Gabriela
es toda amabilidad y ternura cuando se emociona y le canta a ese fenómeno tan
inspirador, que también es lazo de unión, ¡Oh, mar amar y amarte!:
Para cita con los
míos,
con pastores y cabreros
y con los mineros huérfanos
de peán y canto nuevo,
“camina que te camina”
voy hacia el mar
voy, voy yendo…
Don Antonio Machado
sin ser hombre de mar, lo exalta en muchísimos poemas y lo convoca
permanentemente junto a sus héroes, hombres de marque imaginan y aman, al
tiempo que también son tiernos hombres de la tierra:
Érase de un
marinero
que hizo un jardín
junto al mar,
y se metió a
jardinero.
Estaba el jardín en
flor,
y el jardinero se
fue por esos mares de Dios.
El espléndido poeta
de la prosa Joseph Conrad, qué vaya si sabía de mar y con reservas lo amaba,
aunque además lo enardecía “porque el mar nunca ha sido amable con el hombre y,
como mucho-lamenta resignado-, ha sido el cómplice de la crueldad humana .En el
resumen de su obra entendemos que, por supuesto, lo amaba con el amor que aman
los marineros, y vomitan sus sinsabores.
Ni qué decir de
Herman Melville, que en su obra maestra, la novela Moby Dick, ese gran
clásico de la literatura universal, exhibe el horror de las monstruosas
criaturas que lo infectan, y con su prosa poética nos conmueve y
enardece. Por donde navego dejo una estela turbia y blanca; aguas pálidas
y mejillas aún más pálidas. Las ondas envidiosas, a los lados se hinchan para
ahogar mi rastro; que lo hagan, pero antes mar paso yo…
Un místico, acaso
el más grande poeta de la época isabelina, John Donne, desliza como al pasar:
El mar es tan
profundo en la calma
como en la
tempestad… Y en el amor…
Y Huidobro con su
decir surrealista, o creacionista, parece bromear cuando escribe:
el mar es un tejado
de botellas
que en la memoria
del marino sueña…
Nuestro poeta
gauchesco Estanislao del Campo, que no era precisamente hombre de mar, sino de
llanura, con un asombro que contagia, lo celebra con gracia y ternura:
¿Sabe que es linda
la mar?
-¡La viera de
mañanita
Cuando a gatas la
puntita
Del sol comienza a
asomar!
A veces con viento
en la anca,
Y con la vela al
solsito,
Se ve cruzar un
barquito
Como una paloma
blanca…
El mar la mar amar ha
sido fuente de inspiración, a veces de soledad y de desamparo, de amor y de
desamor, de locura y de cordura. Los aedos han amado ese prodigio inspirador,
sagrado, irresistible. Esas aguas, todas, que nos rodean entrañablemente,
enteramente, y nos comunica y nos maravillan y nos enceguecen de belleza.
Nuestra entrañable Alfonsina
Storni, la dolida poeta que tanto lo amaba, lo eligió para poner fin a su vida
y dormir en él su sueño eterno. Así lo imaginó y con encanto y desencanto, le
cantó:
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar…
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar…
En el poema Alfonsina
y el mar, musicalizado por el maestro Ariel Ramírez, el historiador poeta Félix
Luna le rinde a ella y su viaje final, su emocionado homenaje:
Por la blanda arena
que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más.
Te vas Alfonsina
con tu soledad
¿Qué poemas nuevos
fuiste a buscar?
Una voz antigua de
viento y de sal
Te requiebra el
alma y la está llevando
Y te vas hacia allá
como en sueños
Dormida, Alfonsina,
vestida de mar…
Me pregunto yo,
¿por qué hemos llamado Tierra a nuestro planeta si más del setenta por ciento
está cubierta de agua, de mares y de océanos, de ríos y lagos que sostienen
nuestro espacio material y que hasta el siglo XX fueron un misterio. Y aunque
la vida en la Tierra comenzó en el mar, aún hoy, seguimos sabiendo muy poco de
él.
Parecemos
desconocer que esa enorme masa líquida nos da alimentos y empleo, vida,
esperanza, futuro, inspiración y belleza. Nuestra presencia humana no ha sido
agradecida y ha ido destruyendo el hábitat marino con basura contaminante. Por
ignorancia, hemos tomado las aguas de nuestro planeta como lugar para arrojar
los desechos inútiles.
Pero, también, es
justo reconocerlo, ha habido seres cuidadosos, amantes de las maravillosas
aguas; entrañables poetas del mar la mar amar, que, como hemos visto, le
han cantado a su belleza y grandiosidad. Ha existido -y existe- una estrecha
vinculación entre el inmenso y profundo mar y la lírica de todos las épocas.
Un mar sentimental
de arribadas y despedidas, tentador y erótico, poblado de ninfas o deidades
marinas que seducían a los marineros con sus hermosos cantos o islas de
ensueños donde una Venus celeste aliviaba a los cansados viajeros en una
sinfonía de placeres como nos cuenta el vate portugués Luis de Camões en
su Os Lusiadas:
Ya por el ancho Océano navegaban,
Las inconstantes
ondas dividiendo:
Los vientos
blandamente respiraban,
De las náos la
hueca lona hinchendo:
Blanca espuma los
mares levantaban,
Que las tajantes
proras van rompiendo
Por la vasta
marina, donde cuenta
Proteo su manada
turbulenta…
El mar la mar amar,
que alguna vez me llevó a rendir mi homenaje al inmenso Fernando Pessoa, en una
playa de Lisboa, donde leí ante una sensible Ana María, su incomparable Himno,
lleno de partidas y deseados regresos:
Oh ebriedad de lo
diverso, idas, fugas continuas,
alma eterna de los navegantes y las navegaciones,
quilla reflejada lentamente en las aguas
cuando la nave sale del puerto…
Un mar cruel, es
cierto, tantas veces repleto de monstruos marinos y dioses delirantes, como los
que embrujaron a Ulises, un mar una mar amaren donde el agua palpita y
rugen tenebrosas tormentas, aguas azuladas o verdosas al que nos hemos adentrado
para “huir de las hambrunas y sentir temblar la culpa” como cantaba Juan Ramón Jiménez. Ese mar esa mar amar con Zenovia Camprubi a su lado, la inspiradora
musa, única y presente en sus versos:
En ti estás todo,
mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás,
qué solo,
qué lejos, siempre,
de ti mismo!
Abierto en mil
heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como
mis pensamientos,
y vienen, van y
vienen,
besándose,
apartándose,
en un eterno
conocerse,
mar, y
desconocerse.
Eres tú, y no lo
sabes,
tu corazón te late
y no lo siente…
¡Qué plenitud de
soledad, mar sólo!
Los poetas
románticos como el inglés John Keats, también buscaron su inspiración en la
grandiosidad del océano, en la agitación de su flujo y reflujo.
No cesan sus
eternos murmullos,
rodeando las
desoladas playas,
y el brío de sus
olas
diez mil cavernas
llena dos veces…
Si Alfonsina Storni
refleja en su obra la profunda atracción por el mar y sus misterios y su
residencia final, para Juan Ramón Jiménez el mar simboliza la vida, la soledad,
el gozo, la eternidad. Para Pablo Neruda, el permanente vecino del mar, es maestro
de vida y armonía:
Necesito del mar
porque me enseña:
no sé si aprendo
música o conciencia…
Ese mar la mar amar,
es ese aliento que nos balancea, ese incomparable sonido o lejana voz remota que
resuena bajo los pies y asciende hasta el alma.
©ROBERTO
ALIFANO,
poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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