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sábado, 16 de noviembre de 2019

La ilusión dejó de ser creíble, Noris Roberts, venezuela


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La ilusión dejó de ser creíble


Es difícil defender ideales cuando se despoja la dignidad de un pueblo usando el hambre y se le niega lo elemental. Venezuela, convertida en una mampostería, se cae en pedazos, con una población chantajeada gimoteando de hambre, de miedo y desconfianza. La esperanza del ciudadano de tener un mejor porvenir es truncada, manoseada y amañada por distorsionadas maniobras tóxicas dirigidas a desalentar y controlar. Se respira en todo el territorio el hedor de indolencia.
El arma predilecta, que usa el régimen, es la dependencia fáctica del hambre que asegura la subordinación y a tal efecto activa lo que puede denominarse una "fórmula virtuosa". Ésta fórmula se fundamenta en la destrucción de la producción agropecuaria para crear escasez; desestabiliza el signo cambiario, genera y emite dinero sin respaldo, fomenta y mantiene una voraz hiperinflación que destruye el ingreso del trabajador y diluye el valor del dinero; trastoca la generación de bienes y servicios y vuelve obsoleto e inútil el trabajo. Ante esta circunstancia el Estado aparece en escena como bondadoso salvador, repartiendo bolsas de comida y rifa unas migajas que llama bonos. Estas compensaciones se entregan a discreción, a cambio de
una supuesta lealtad y una absoluta sumisión. En la práctica la fórmula transmite diversos mensajes: ¿Trabajar, para qué vas a trabajar si con lo que te doy tienes más y por lo menos puedes comer? ¿Producir, porqué lo vamos a producir aquí, si es más fácil traerlo de un país amigo? Esta fórmula mágica corroe las bases del país, lo vuelve improductivo, lo postra y lo anula.
Para recibir los "beneficios", se pide a cambio que uno se comporte como la leyenda de los
tres monos sabios; el mono que no oye, el mono que no habla y el mono que no ve. En términos más simples, el mensaje principal es: déjame actuar, no interfieras, no te quejes, no me causes molestias y no protestes porque si lo haces no comes... La fórmula controla, desanima, erosiona el interés en estudiar y trabajar, neutraliza cualquier propósito de proyectar metas, paraliza por completo el país y su progreso, cercena el crecimiento del individuo, pero sobre todo lo emputece.
Sí, la formula virtuosa convierte al hombre en un expectante "merecido" y el régimen decide y designa cuanto merece, y lo hace de acuerdo a un criterio de lealtad calculando cuidadosamente que nivel de presión puede llegar a ejercer ese "merecido". Los merecidos tienen niveles. En el nivel más elevado la fórmula cambia. Aquellos individuos que se ubican en este nivel, si se rebelan, pueden causar daños en la estructura del poder y en estos casos no
se usa el hambre para controlar y mantener la lealtad, se emplea la entrega de "premios especiales", que pueden llegar a ser una cuota de poder o hasta recibir una mina de oro, de diamantes o de coltán. En todo caso, no importando el nivel, el efecto que causa es el mismo, es casi un concepto místico o religioso ya que si el dedo del Todopoderoso Estado me escoge, entonces tendré la salvación porque soy el "merecido" de... Algunos aceptaron la fórmula por avaricia y ansias de poder; muchos otros, con pasividad, resignación, hambre y necesidad de sobrevivir tuvieron que aceptarla; la mayoría rechaza y se niega a aceptar la manipulación.
La vida diaria termina siendo manipulada y sumergida bajo mensajes contradictorios que, cultivados como un virus, golpean el ánimo con una perversa sensación de incomprensible incertidumbre. Esto es continuamente estimulado con premeditados virajes en las políticas de Estado, que conllevan una gran carga de cinismo y conducen al hombre común a la desesperación.
La desesperación y el rechazo de la "fórmula virtuosa" desembocaron en una avalancha interminable de hombres y mujeres huyendo de la desidia y miseria causando la disgregación de millones de hogares. Las permanentes mentiras y promesas no cumplidas, emanadas del régimen, se hicieron cada vez más visibles y tangibles, que se fueron evidenciando por un acelerado deterioro de la calidad de vida, un aumento notable de la pobreza y el colapso de los servicios básicos. Causó un vacío absoluto de credibilidad. ¿Y cómo no perder credibilidad? Es menester recordar que desde el año 2013 al tomar posesión del cargo,
Maduro dijo; "tenemos que torcerle el brazo a la inflación, al dólar paralelo". El resultado fue que el dólar paralelo continuó subiendo y la inflación aumentó. El 29 de abril de 2014, el Jefe de Estado declaró: "la principal tarea que tenemos ahora es la ofensiva económica. Un ofensiva para producir, para abastecer, para los precios justos". El resultado fue mayor desabastecimiento de comestibles y medicina y la inflación continuó ascendiendo. El 26 de enero de 2015, el Jefe de Estado expresó: "Vamos a hacer un plan piloto para vencer la guerra económica en este inmenso territorio de Caracas y Miranda, con planes particularizados para esta región". El resultado fue a la inversa ya que se incrementó el desabastecimiento. El 22 de enero de 2016, en una sesión del Consejo Nacional para la Economía Productiva, el Presidente dijo; "la tarea principal es que el 2016 sea un año de lanzamiento de un nuevo orden económico interno profundamente productivo, articulado en motores y cadenas de producción". El resultado fue que no se ejecutaron ninguno de los anuncios y algunos fueron maquillados.
A finales de ese mismo año dijo: "2017, 2018, es decir ya, tienen que ser los años que desmontemos, neutralicemos, sustituyamos y derrotemos el modelo económico capitalista salvaje, el modelo de guerra que nos han instaurado al interior de Venezuela, al interior de nuestra economía". El resultado fue que los precios, de los productos que comenzaron a aparecer en los anaqueles, se incrementaron volviéndolos casi inaccesibles para la mayoría de la población. En enero 2019 el Jefe de Estado dijo: "Creo que con el Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad en el año 2019 van a haber grandes sorpresas muy positivas, muy positivas, en torno a la elevación de la producción, en torno a la creación de riquezas diversas para el país, y en torno al despegue de la economía venezolana con el control de la inflación y de los elementos que han perturbado a la vida de los venezolanos en los últimos años". El resultado ha sido que la hiperinflación ya cumple dos años empobreciendo aún más al país, no se ejecutó ninguna medida para controlarla y dejó a nuestra moneda casi en desuso volviéndola obsoleta.
Para dar una sensación de normalidad, el Estado permitió llenar los anaqueles con productos importados que se venden directamente en dólares americanos; muchos de los cuales son más baratos que productos nacionales. También llegó el momento de que no se pudo mantener el argumento del "dólar criminal", cuando el costo del dólar llegó a niveles jamás antes vistos y el dólar oficial supero con creces al dólar paralelo. Inclusive ahora, anticipándose al próximo año, el Primer Mandatario continúa e intenta promover la misma ilusión de todos los años afirmando: "el año 2020 será el año del despegue económico’ de Venezuela". Evidentemente todo lo anterior lo sufrió en carne propia la población; afectó a todos y principalmente a los más vulnerables.
La ilusión dejó de ser creíble. El ciudadano común simplemente dejó de creer y fue empujado a buscar alternativas, hasta llegar al extremo de aventurarse a ciegas y de asumir el riesgo de ir a lo desconocido. Decidió no permanecer pávido e impotente. Dejó de tolerar y aceptar pasivamente la burla, el atropello y la humillación. La desesperación superó con creces el temor a enfrentarse algo inédito en su vida. Para no seguir viviendo un presente incierto y un futuro desolado, se fue del país; emigró y no lo hizo por gusto, sino por necesidad. Así lo hicieron profesionales y técnicos de toda índole, empresarios, deportistas, músicos, amas de casa, artistas plásticos, estudiantes y comerciantes. Millones dejaron atrás todo con la esperanza y expectativa de volver a comenzar, de lograr algo que es normal en la mayoría de los países; estudiar, trabajar, tener una vida ordenada, progresar como ser humano, definir sus propias metas y tener la libertad de delimitar su propio futuro de acuerdo a sus propios criterios, intereses y según el esfuerzo empeñado.
El país, llevado por caminos cenagosos, retorcidos y turbios con el empleo de un lenguaje desfigurado, adverso, hostil y falso, arropó con pestilencia todo nuestro territorio. El pueblo hoy siente que se encuentra en la penumbra, bañado por la desgracia, consumiéndose lentamente mientras observa con asco y rabia como se despliega una gran injusticia generada por muy pocos individuos y avalada por la complacencia maniobrera y cobardía de otros. Es simple comprender el malestar de la mayoría ya que resulta difícil digerir la grosera ostentación de privilegios, lujos y beneficios que tienen los que pertenecen al régimen o lo que obtienen los que se pliegan o arrodillan ante el poder.
Paulatinamente lo que estaba invisible o se quiso disfrazar se volvió obvio: el poder mancillando el gentilicio procurando destruir todo a su paso, solamente ocupándose de proteger sus propios intereses. La sensación general es que la saña y el resentimiento contra el ciudadano, contra el venezolano, es la prioridad del régimen; que la verdad revolucionaria y humanista que se quiso vender durante años simplemente no existe, que es un hueco vacío, un eslogan que un puñado de hombres inventaron, que lo mantienen vigente y lo promueven con el único propósito de someter a los demás.
En esta anestesiada fragilidad, los reclamos son tímidos, diarios y dispersos; se generan por falta de agua, o por falta de energía eléctrica, o por escasez de gasolina, o porque el salario, si acaso, cubre el costo del transporte mensual y apenas quedan centavos para alimentarse, o porque una vía está tan destrozada que no se puede transitar por ahí. Parece que todo lo intentado ha sido en vano, que el desgaste y las dádivas fueron venciendo y el país se perdió entre la putrefacción y el desánimo, pero no es así y no se siente así. Hay y se nota una gran resistencia a la sensación de derrota. Es una sensación represada y reprimida que va aflorar en cualquier momento buscando y exigiendo, con furia y vehemencia, normalidad, justicia y el regreso a la democracia.
Mientras tanto el mundo, durante muchos años, vio solamente el ladrillo que esgrime el régimen; una insistente narrativa en la cual siempre, como víctima, culpa los males del país a alguien, en la cual siempre está siendo atacado, que pregona reiteradamente que el país está sometido a una guerra económica y que el Estado, los escogidos por el designio de la historia, solamente rebosa amor y busca el mayor bienestar para el pueblo. El cuento, muy bien narrado, se usó para distraer y que se perdiera de vista la pared completa; las humillaciones, la sistemática entrega del país y de sus riquezas, la diseminación del hambre y el desastre de la salud pública; una narrativa contada una y otra vez para que no se visibilizara la desarticulación de las normas, de las leyes e instituciones, las muertes, las persecuciones por disentir, las continuas violaciones a derechos elementales y del desprecio que el ciudadano sufre a diario. El mundo también despertó y hoy claramente ve la realidad del país. Los países que actualmente avalan y apoyan al régimen lo hacen por una supuesta conveniencia ideológica, por sacar algún provecho económico o para conseguir una ventaja geopolítica.
Se hizo demasiado evidente que el régimen se presentó como el gran justiciero social, pero terminó siendo rapaz, sobornando con prebendas a funcionarios públicos, a militares, a políticos y a jefes de estado para conseguir alianzas. Actuó sin escrúpulos y arrasó y comprometió el presente y el futuro de un país tejiendo una vasta telaraña de complicidades y de corrupción moral.
No estoy descubriendo la pólvora ni pretendo hacerlo con todo lo escrito, sin embargo es necesario que estas cosas se pongan en contexto, se hablen, se discutan, que quede plasmado en blanco y negro, que permanezca en la memoria colectiva una vez que esto termine, porque esto sí va a terminar. Por mas que se intente aplastar al ser humano, desanimarlo y controlarlo, éste siempre buscará una manera de prevalecer y avanzar. Ha sido siempre así y así será nuevamente.
Quizá es razonable analizar y preguntarse ¿cómo es posible que esto haya pasado, cuáles fueron las causas, qué efectos tuvo, cuáles fueron las consecuencias? Es seguro que las repuestas a estas preguntas serán diversas, pero la conclusión será idéntica en la mente de millones de seres: jamás permitir que esto se repita en nuestro país.

NORIS ROBERTS, poeta y escritora venezolana
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
norisroberts@me.com

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