La ilusión dejó de ser creíble
Es difícil defender ideales cuando se despoja la
dignidad de un pueblo usando el hambre y se le niega lo elemental. Venezuela,
convertida en una mampostería, se cae en pedazos, con una población chantajeada
gimoteando de hambre, de miedo y desconfianza. La esperanza del ciudadano de tener
un mejor porvenir es truncada, manoseada y amañada por distorsionadas maniobras
tóxicas dirigidas a desalentar y controlar. Se respira en todo el territorio el
hedor de indolencia.
El arma predilecta, que usa el régimen, es la
dependencia fáctica del hambre que asegura la subordinación y a tal efecto
activa lo que puede denominarse una "fórmula virtuosa". Ésta fórmula
se fundamenta en la destrucción de la producción agropecuaria para crear
escasez; desestabiliza el signo cambiario, genera y emite dinero sin respaldo,
fomenta y mantiene una voraz hiperinflación que destruye el ingreso del
trabajador y diluye el valor del dinero; trastoca la generación de bienes y
servicios y vuelve obsoleto e inútil el trabajo. Ante esta circunstancia el
Estado aparece en escena como bondadoso salvador, repartiendo bolsas de comida
y rifa unas migajas que llama bonos. Estas compensaciones se entregan a
discreción, a cambio de
una supuesta lealtad y una absoluta sumisión. En la
práctica la fórmula transmite diversos mensajes: ¿Trabajar, para qué vas a
trabajar si con lo que te doy tienes más y por lo menos puedes comer?
¿Producir, porqué lo vamos a producir aquí, si es más fácil traerlo de un país
amigo? Esta fórmula mágica corroe las bases del país, lo vuelve improductivo, lo
postra y lo anula.
Para recibir los "beneficios", se pide a
cambio que uno se comporte como la leyenda de los
tres monos sabios; el mono que no oye, el mono que
no habla y el mono que no ve. En términos más simples, el mensaje principal es:
déjame actuar, no interfieras, no te quejes, no me causes molestias y no
protestes porque si lo haces no comes... La fórmula controla, desanima,
erosiona el interés en estudiar y trabajar, neutraliza cualquier propósito de
proyectar metas, paraliza por completo el país y su progreso, cercena el
crecimiento del individuo, pero sobre todo lo emputece.
Sí, la formula virtuosa convierte al hombre en un
expectante "merecido" y el régimen decide y designa cuanto merece, y
lo hace de acuerdo a un criterio de lealtad calculando cuidadosamente que nivel
de presión puede llegar a ejercer ese "merecido". Los merecidos
tienen niveles. En el nivel más elevado la fórmula cambia. Aquellos individuos
que se ubican en este nivel, si se rebelan, pueden causar daños en la estructura
del poder y en estos casos no
se usa el hambre para controlar y mantener la
lealtad, se emplea la entrega de "premios especiales", que pueden
llegar a ser una cuota de poder o hasta recibir una mina de oro, de diamantes o
de coltán. En todo caso, no importando el nivel, el efecto que causa es el
mismo, es casi un concepto místico o religioso ya que si el dedo del
Todopoderoso Estado me escoge, entonces tendré la salvación porque soy el
"merecido" de... Algunos aceptaron la fórmula por avaricia y ansias
de poder; muchos otros, con pasividad, resignación, hambre y necesidad de
sobrevivir tuvieron que aceptarla; la mayoría rechaza y se niega a aceptar la
manipulación.
La vida diaria termina siendo manipulada y
sumergida bajo mensajes contradictorios que, cultivados como un virus, golpean
el ánimo con una perversa sensación de incomprensible incertidumbre. Esto es
continuamente estimulado con premeditados virajes en las políticas de Estado,
que conllevan una gran carga de cinismo y conducen al hombre común a la desesperación.
La desesperación y el rechazo de la "fórmula
virtuosa" desembocaron en una avalancha interminable de hombres y mujeres
huyendo de la desidia y miseria causando la disgregación de millones de
hogares. Las permanentes mentiras y promesas no cumplidas, emanadas del
régimen, se hicieron cada vez más visibles y tangibles, que se fueron
evidenciando por un acelerado deterioro de la calidad de vida, un aumento
notable de la pobreza y el colapso de los servicios básicos. Causó un vacío
absoluto de credibilidad. ¿Y cómo no perder credibilidad? Es menester recordar
que desde el año 2013 al tomar posesión del cargo,
Maduro dijo; "tenemos que torcerle el brazo a
la inflación, al dólar paralelo". El resultado fue que el dólar paralelo
continuó subiendo y la inflación aumentó. El 29 de abril de 2014, el Jefe de
Estado declaró: "la principal tarea que tenemos ahora es la ofensiva
económica. Un ofensiva para producir, para abastecer, para los precios
justos". El resultado fue mayor desabastecimiento de comestibles y medicina
y la inflación continuó ascendiendo. El 26 de enero de 2015, el Jefe de Estado
expresó: "Vamos a hacer un plan piloto para vencer la guerra económica en
este inmenso territorio de Caracas y Miranda, con planes particularizados para
esta región". El resultado fue a la inversa ya que se incrementó el
desabastecimiento. El 22 de enero de 2016, en una sesión del Consejo Nacional
para la Economía Productiva, el Presidente dijo; "la tarea principal es
que el 2016 sea un año de lanzamiento de un nuevo orden económico interno
profundamente productivo, articulado en motores y cadenas de producción".
El resultado fue que no se ejecutaron ninguno de los anuncios y algunos fueron
maquillados.
A finales de ese mismo año dijo: "2017, 2018,
es decir ya, tienen que ser los años que desmontemos, neutralicemos,
sustituyamos y derrotemos el modelo económico capitalista salvaje, el modelo de
guerra que nos han instaurado al interior de Venezuela, al interior de nuestra
economía". El resultado fue que los precios, de los productos que
comenzaron a aparecer en los anaqueles, se incrementaron volviéndolos casi
inaccesibles para la mayoría de la población. En enero 2019 el Jefe de Estado
dijo: "Creo que con el Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y
Prosperidad en el año 2019 van a haber grandes sorpresas muy positivas, muy
positivas, en torno a la elevación de la producción, en torno a la creación de
riquezas diversas para el país, y en torno al despegue de la economía
venezolana con el control de la inflación y de los elementos que han perturbado
a la vida de los venezolanos en los últimos años". El resultado ha sido
que la hiperinflación ya cumple dos años empobreciendo aún más al país, no se
ejecutó ninguna medida para controlarla y dejó a nuestra moneda casi en desuso
volviéndola obsoleta.
Para dar una sensación de normalidad, el Estado
permitió llenar los anaqueles con productos importados que se venden
directamente en dólares americanos; muchos de los cuales son más baratos que
productos nacionales. También llegó el momento de que no se pudo mantener el
argumento del "dólar criminal", cuando el costo del dólar llegó a
niveles jamás antes vistos y el dólar oficial supero con creces al dólar
paralelo. Inclusive ahora, anticipándose al próximo año, el Primer Mandatario
continúa e intenta promover la misma ilusión de todos los años afirmando:
"el año 2020 será el año del despegue económico’ de Venezuela".
Evidentemente todo lo anterior lo sufrió en carne propia la población; afectó a
todos y principalmente a los más vulnerables.
La ilusión dejó de ser creíble. El ciudadano común
simplemente dejó de creer y fue empujado a buscar alternativas, hasta llegar al
extremo de aventurarse a ciegas y de asumir el riesgo de ir a lo desconocido.
Decidió no permanecer pávido e impotente. Dejó de tolerar y aceptar pasivamente
la burla, el atropello y la humillación. La desesperación superó con creces el
temor a enfrentarse algo inédito en su vida. Para no seguir viviendo un
presente incierto y un futuro desolado, se fue del país; emigró y no lo hizo
por gusto, sino por necesidad. Así lo hicieron profesionales y técnicos de toda
índole, empresarios, deportistas, músicos, amas de casa, artistas plásticos,
estudiantes y comerciantes. Millones dejaron atrás todo con la esperanza y
expectativa de volver a comenzar, de lograr algo que es normal en la mayoría de
los países; estudiar, trabajar, tener una vida ordenada, progresar como ser
humano, definir sus propias metas y tener la libertad de delimitar su propio
futuro de acuerdo a sus propios criterios, intereses y según el esfuerzo
empeñado.
El país, llevado por caminos cenagosos, retorcidos
y turbios con el empleo de un lenguaje desfigurado, adverso, hostil y falso,
arropó con pestilencia todo nuestro territorio. El pueblo hoy siente que se encuentra
en la penumbra, bañado por la desgracia, consumiéndose lentamente mientras
observa con asco y rabia como se despliega una gran injusticia generada por muy
pocos individuos y avalada por la complacencia maniobrera y cobardía de otros.
Es simple comprender el malestar de la mayoría ya que resulta difícil digerir
la grosera ostentación de privilegios, lujos y beneficios que tienen los que
pertenecen al régimen o lo que obtienen los que se pliegan o arrodillan ante el
poder.
Paulatinamente lo que estaba invisible o se quiso
disfrazar se volvió obvio: el poder mancillando el gentilicio procurando
destruir todo a su paso, solamente ocupándose de proteger sus propios
intereses. La sensación general es que la saña y el resentimiento contra el
ciudadano, contra el venezolano, es la prioridad del régimen; que la verdad
revolucionaria y humanista que se quiso vender durante años simplemente no
existe, que es un hueco vacío, un eslogan que un puñado de hombres inventaron,
que lo mantienen vigente y lo promueven con el único propósito de someter a los
demás.
En esta anestesiada fragilidad, los reclamos son
tímidos, diarios y dispersos; se generan por falta de agua, o por falta de
energía eléctrica, o por escasez de gasolina, o porque el salario, si acaso,
cubre el costo del transporte mensual y apenas quedan centavos para
alimentarse, o porque una vía está tan destrozada que no se puede transitar por
ahí. Parece que todo lo intentado ha sido en vano, que el desgaste y las
dádivas fueron venciendo y el país se perdió entre la putrefacción y el desánimo,
pero no es así y no se siente así. Hay y se nota una gran resistencia a la
sensación de derrota. Es una sensación represada y reprimida que va aflorar en
cualquier momento buscando y exigiendo, con furia y vehemencia, normalidad,
justicia y el regreso a la democracia.
Mientras tanto el mundo, durante muchos años, vio
solamente el ladrillo que esgrime el régimen; una insistente narrativa en la
cual siempre, como víctima, culpa los males del país a alguien, en la cual siempre
está siendo atacado, que pregona reiteradamente que el país está sometido a una
guerra económica y que el Estado, los escogidos por el designio de la historia,
solamente rebosa amor y busca el mayor bienestar para el pueblo. El cuento, muy
bien narrado, se usó para distraer y que se perdiera de vista la pared
completa; las humillaciones, la sistemática entrega del país y de sus riquezas,
la diseminación del hambre y el desastre de la salud pública; una narrativa
contada una y otra vez para que no se visibilizara la desarticulación de las
normas, de las leyes e instituciones, las muertes, las persecuciones por
disentir, las continuas violaciones a derechos elementales y del desprecio que
el ciudadano sufre a diario. El mundo también despertó y hoy claramente ve la
realidad del país. Los países que actualmente avalan y apoyan al régimen lo
hacen por una supuesta conveniencia ideológica, por sacar algún provecho
económico o para conseguir una ventaja geopolítica.
Se hizo demasiado evidente que el régimen se
presentó como el gran justiciero social, pero terminó siendo rapaz, sobornando
con prebendas a funcionarios públicos, a militares, a políticos y a jefes de
estado para conseguir alianzas. Actuó sin escrúpulos y arrasó y comprometió el
presente y el futuro de un país tejiendo una vasta telaraña de complicidades y
de corrupción moral.
No estoy descubriendo la pólvora ni pretendo
hacerlo con todo lo escrito, sin embargo es necesario que estas cosas se pongan
en contexto, se hablen, se discutan, que quede plasmado en blanco y negro, que
permanezca en la memoria colectiva una vez que esto termine, porque esto sí va
a terminar. Por mas que se intente aplastar al ser humano, desanimarlo y
controlarlo, éste siempre buscará una manera de prevalecer y avanzar. Ha sido
siempre así y así será nuevamente.
Quizá es razonable analizar y preguntarse ¿cómo es
posible que esto haya pasado, cuáles fueron las causas, qué efectos tuvo,
cuáles fueron las consecuencias? Es seguro que las repuestas a estas preguntas
serán diversas, pero la conclusión será idéntica en la mente de millones de
seres: jamás permitir que esto se repita en nuestro país.
NORIS ROBERTS, poeta y escritora venezolana
MIEMBRO HONORIFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
norisroberts@me.com
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