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EL SILENCIO DE DIOS
Yo suelo visitar aquel lugar
algunas tardes
y meditar el
transcurrir de mis años frente al mismo Dios.
Aquella hostia
ensangrentada brilla más que el mismo sol,
fruto de su
creación.
Por momentos no sé
qué decirle,
luego brotan
palabras del alma y una oración.
Aquella hostia
ensangrentada es el silencio de Dios.
Aquel lugar es un
pequeño espacio de todo el universo.
Al despedirme,
añoro el pronto regreso al lugar donde Dios hace silencio.
Ya de niño solía
ir a aquel lugar,
para rezarle al
cielo hecho pan.
Se respira un
aroma a flores de eternidad,
se siente un
abrigo que calma el frío de la soledad.
Sé que Cristo escucha
la última palabra
que habita silente
en mi interior.
Esa palabra que yo
ni siquiera conozco,
que puede ser el
devenir de mi vocación,
o quizás mi
principio,
o quizás mi final.
Imagino que el
infinito es un eterno silencio.
Mi oración consta
de frases muy sencillas,
que están pintadas
en mi pobre corazón.
Al despedirme,
añoro el pronto regreso al lugar donde Dios hace silencio.
©GUILLERMO FERNANDEZ DEL CARPIO, poeta y escritor peruano
MIEMBRO
HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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