TRIBUNA
Ítalo Calvino, otro grande de la literatura
Aunque
parezca un atrevimiento establecer otro canon entre escritores tan diversos,
creo que es imposible imaginar la novela actual sin Henry James y William
Faulkner, sin Joseph Conrad y Albert Camus, sin James Joyce y Virginia Woolf,
sin Gabriel García Márquez y Vladimir Nabokof; también sin Italo Calvino, que
instalado en el mundo de la ficción concibiera textos simbólicos que de un modo
singular abarcan la fábula y la parábola. Debemos a él una obra atrapante y
curiosa como es Il barone rampante (El barón rampante), que
con un gozo casi infantil acabo de releer.
En
esta sorprendente novela, Biaggio, el narrador, cuenta la historia de su
hermano, el barón Cosimo Piovasco de Rondó, que a los 12 años, hastiado de su
decadente familia de clase aristocrática, luego de una discusión con el padre,
decide subirse a los árboles y amenaza no volver a pisar el suelo hasta su
muerte; cumpliendo la promesa a pie juntillas. Es así que saltando de árbol en
árbol el muchacho se las arregla para subsistir decorosamente y proyectarse
hacia el mundo desde su incómoda posición; consigue comida mediante la caza de
animales y también crea su propia ropa con las pieles que obtiene de ellos.
Desde los árboles transita por grandes aventuras y gravita, en cierto modo,
sobre la villa a la que pertenece; ni el amor ni la pasión, tampoco le son
indiferentes. En sus aventuras, conoce a una niña llamada Viola de la cual
estaría enamorado toda su vida. Cosimo recorre muchos lugares vecinos y lejanos
debido a su gran agilidad para moverse sobre los árboles, además de procurarse
amistades como la de un ladrón que era el más buscado de la región, al cual le
facilita los libros que él lee. Desde esa posición conoce mucha gente de otros
países, además de aprender idiomas, lo que se convierte en el gran hobby de su
vida. Desde los árboles se enfrenta a piratas, vive con desterrados españoles y
defiende los bosques de toda clase de depredadores, la mayoría humanos. La
fábula, elogiada por Borges, a quien le leí algunos capítulos, es una de las
más bellas y originales escritas en el siglo veinte. Lamentablemente, como era
su intención, Borges no alcanzó a incorporarla a su biblioteca personal, que
alcanzó a incluir a setenta de los cien autores proyectados.
Casi
siempre impensada y sorprendente, la vida de cada hombre es una gran aventura.
Italo Calvino nació en Santiago de las Vegas, un suburbio de La Habana, en la
isla de Cuba. Mario, su padre, era un ingeniero agrónomo de San Remo,
especializado en botánica tropical, que también enseñaba agricultura y
floricultura, y emigró a México en 1909, donde ocupó un cargo importante en un
Ministerio. En un ensayo autobiográfico, Calvino nos cuenta que su padre había
sido anarquista en su juventud, seguidor de Kropotkin y luego un reformista,
militante del socialismo, quien después de vivir la experiencia de la
Revolución Mexicana, se estableció en Cuba. Buen lector de la Comedia de
Dante, de ese padre revulsivo él heredó su pasión por la literatura.
Con
una profesión muy afín a la de su esposo, su madre, Eva Mameli, era botánica y
profesora universitaria. Había nacido en una familia secular, siendo educada en
la “religión del deber cívico y la ciencia”. Eva le dio a Calvino su primer
nombre Italo, bastante inusual, quizá para recordarle su herencia italiana,
aunque después terminó creciendo en Italia. Durante su infancia, recibió una
educación laica y antifascista, de acuerdo con la actitud de sus padres, que se
proclamaban librepensadores. Para seguir en el sendero de ellos se matriculó en
la facultad de agronomía de la Universidad de Turín, donde don Mario enseñaba
agricultura tropical.
El
estallido de la Segunda Guerra Mundial le obligó a interrumpir sus estudios. En
1943, fue llamado al servicio militar por la República Social Italiana, pero
desertó y junto a su hermano, se unió a las Brigadas Partisanas Garibaldi,
mientras sus padres fueron retenidos como rehenes por los alemanes. Una vez
acabada la guerra, se mudó a Turín, donde colaboró en algunos periódicos, y
empezó sus estudios de Letras (se graduaría con una tesis sobre Joseph Conrad,
el escritor por el que profesaba una casi devoción) y se afilió al Partido
Comunista. Durante este período de su vida entró en contacto con Cesare Pavese,
quien hizo que fuese contratado por la editorial Einaudi. El ambiente de la
casa editora fue fundamental en la formación cultural de Calvino. Ya en 1947
publicó su primera novela: Il sentiero dei nidi di ragno (El
sendero de los nidos de arañas), basada en sus experiencias como partisano. En
1949, dio a la imprenta su volumen de cuentos Último viene il corvo (Por
último el cuervo). Las dos obras fueron escritas dentro de la estética del
neorrealismo italiano, a pesar de que la primera tiene un tono de fábula. De
esta época, también con temática neorrealista y obrera, y con influencias
visibles de Pavese, es la novela inconclusa que se tendría que haber
titulado I giovani del Po (Los jóvenes del Po). Calvino
buscaba entonces una escritura objetiva e intentaba definir la condición del
hombre de nuestra época.
En
1952, siguiendo el consejo de su amigo, el novelista y traductor Elio
Vittorini, se alejó de la literatura realista con tendencia social y picaresca
para dedicarse a una especie de narración fantástica, pero que podía ser leída
en diferentes niveles interpretativos. Por esa época publicó la trilogía
llamada I nostri antenati (Nuestros antepasados), una
representación alegórica del hombre contemporáneo. De ella forman parte tres
novelas: Il visconte dimezzato (El vizconde demediado), Il
barone rampante (El barón rampante) y Il cavaliere inesistente (El
caballero inexistente). La segunda, sin duda la más famosa, es fruto de la
decepción ideológica del autor que, tras la invasión de Hungría por la URSS en
1956, había abandonado el Partido Comunista Italiano y apartado del compromiso
político.
En
1963 publicó La giornata d'uno scrutatore (La jornada de un
interventor electoral), un libro que, de alguna manera, apareció fuera de lugar
y a destiempo, aunque cautivó a miles de lectores. Mientras el llamado Gruppo
63, del que formaba parte proponía textos rupturistas, Calvino publicó
cuentos y un texto que era todo lo contrario a los ideales neo-vanguardistas
del citado grupo, Il castello dei destini incrociati (El
castillo de los destinos cruzados). Un año después publicó Marcovaldo,
ovvero le stagioni in città (Marcovaldo), una recopilación de fábulas
modernas en las cuales se evidencia el contraste entre naturaleza y progreso.
En
1964 hizo un viaje a Cuba que le permitió visitar la casa donde había vivido
con sus padres y realizar diversos encuentros, uno de los cuales fue con
Ernesto “Che” Guevara, de quien dejó un magnífico testimonio. Ese mismo año, en
La Habana, se casó con la argentina Esther Judit Singer, “Chichita”, a quien
había conocido en París, y Juntos se irían a vivir a Roma, donde nacería su
hija Giovanna.
Lo
visité algunas veces en Roma y tengo en lo personal un recuerdo entrañable de
Italo Calvino y de su esposa. Conservo con devoción sus libros que
cariñosamente me dedicara. En uno de los viajes que realizaron a la Argentina,
invitados por la Feria del Libro, cené con ellos en casa de Silvina Ocampo y
Adolfo Bioy Casares. Italo y “Chichita” querían escuchar tangos y yo me ofrecí,
luego de la cena para llevarlos a un sitio de privilegio de Buenos Aires, el
entonces famoso Caño 14, donde la figura central era Aníbal Troilo
con su orquesta. Fue una noche gloriosa. El maestro Troilo agasajó a los
invitados dedicándoles los tangos más notables de su repertorio. Italo y
“Chichita” se quedaron encantados.
Italo
Giovanni Calvino Mameli nació el 15 de octubre de 1923 en Santiago de Las
Vegas, provincia de La Habana, y murió el 19 de septiembre de 1985 a los 61
años en Siena, una ciudad de la región de la Toscana, donde pasaba sus
vacaciones.
©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO
HONORÍFICO DE SOLAPO ARGENTINA
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