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sábado, 4 de mayo de 2019

NOTA DE OPINIÓN, Adrián Néstor Escudero, Santa Fe, Argentina

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NOTAS ACERCA DE LA LLAMADA CRÍTICA “CONSTRUCTIVA” EN ARTE
(Y EN LA VIDA MISMA, ¿POR QUÉ NO?)[1]

"Que resplandezca en tu rostro la serenidad, en tu mente la alegría y en tu boca la acción de gracias" (San Pedro Damián, Obispo y Doctor de la Iglesia).

  Alguna vez, hace un “tiempo” que, como tal, no tiene la misma medida para una hormiga que para un hombre o para un planeta o para el cosmos que nos contiene, supe recibir de un admirado colega en el Maná de la Palabra, una elogiosa respuesta acerca de un conjunto sucinto de comentarios que realizara sobre lo publicado por algunos autores en cierto prestigioso medio cultural latinoamericano.

  De hecho, y conteste con mi pensamiento sobre el tema en cuestión y titulado, algo pomposamente por cierto, lo reconozco, “Notas acerca de la llamada crítica ´constructiva´ en Arte (Y en la vida misma, ¿por qué no?)”, elevé dichos comentarios -más que al colega- a un amigo-hermano con el que desde hacía parte de aquel “tiempo”, venía transitando el arriesgado sendero -que bordea el abismo de la soberbia- de la crítica literaria, ejerciendo a la par el don gratuito recibido de las fuentes indescifrables de la imaginación creadora, para exponerme personal y socialmente -yo mismo- como escritor o literato. Unido por ese afecto admirativo innegociable, le había hecho llegar, como expresara, ciertas opiniones sobre el alcance cualitativo que me habían merecido aquellos respetables –algunos brillantes- trabajos analizados.

  Así, el amigo dijo al amigo (y escribo esto al estilo del género “relato” que me atrapa y sostiene junto al verbo que proviene del Verbo), tuvo a bien apoyarme con la siguiente misiva, cuyo fragmento esencial me animo a confesarles: “Querido amigo Adrián, muchas gracias por tus comentarios que son excelentes y muy bien recibidos. Cuando las críticas son constructivas siempre dejan una clara y sincera enseñanza. Admiro tu crítica en este caso porque viene de alguien que conoce el paño. Y eso es digno de escuchar. Muchas veces he visto comentarios literarios de personas que jamás han escrito nada. ¡Saber para decir, eso es muy importante! (...)”.

  ¡Dios! Entonces, he aquí que, con idéntica franqueza a la practicada en mis apuntes opinables en materia literaria, sólo pude expresarle lo que, a continuación, comparto con ustedes y a modo de breve ensayo sobre la cuestión de marras:

  Ah,… Si digo, gracias, puedo aparecer petulante. Si me callo, desagradecido por no reconocer a quien ha sabido, sabe y sabrá comprender mi alma en vilo por la Verdad, expresada, dentro de los límites de la fragilidad humana, con total sinceridad y transparencia... Donde el amor al arte siempre resultará supletorio a la forma en que evaluamos, desde la Verdad -que es Una sola- quiénes somos y quiénes nos acompañan en el camino: pero jamás juzgando conciencias; sólo el quehacer o comportamiento que, al igual que el de uno ("Conócete a ti mismo", San Agustín), resulta apreciación subjetiva y, por ende, basada en un complejo sistema axiológico que, al igual que nuestro inefable sistema neurobiológico, nos hace personas únicas e irrepetibles en el contexto de la creación universal divina.

  Pero en ciertos casos, el juicio que expresemos debe ir acompañado de la prudencia y oportunidad respectivas. Porque si bien la Verdad ilumina, si la colocamos frente mismo a los ojos de quien la recibe, probablemente lo ciegue antes que darle Luz... Hay una distancia precisa para todo y todos... De ahí, y porque somos humanos y gregarios, que la confianza en quien depositamos nuestros pareceres, siempre será necesaria e inestimable: o una forma de crecer hacia adentro y hacia afuera, sin permitirnos ser el "centro" del mencionado universo creacional. Y tomar distancia y paciencia para que nos conozcan y conocer a los demás en gratuidad fraterna y cooperativa.

  En tal sentido, debo agradecer al único taller literario que transité allá por los setenta, y que de la mano de dos maestros de la escritura (Edgardo A. Pesante, cuentista y magnífico lector; y Miguel Ángel Zanelli, poeta y erudito bibliotecario), trataron de enseñarme (no a escribir, porque los talleres no son fábricas de escritores, y si no hay "madera", según ellos, no hay creación posible) a mejorar en el producto (en lo posible y sujeto a la calidad de dicha madera) de mi vocación literaria, y a criticar y, sobre todo, a ser criticado... De hecho, sólo espero haber aprendido algo del asunto, sino al principio, al menos en el transcurrir de más de 50 años de trabajador del verbo. En ese orden, bien vale la pena aclarar que la experiencia por sí sola nada demuestra, en tanto hay buenas pero también malas, muy malas experiencias vitales… Y en nuestro círculo, especialmente, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que la sensibilidad de los artistas es grande como grande los egos creativos... Y es fundamental en el ejercicio del arduo difícil oficio de la crítica literaria, saber separar dicho producto de los propios gustos en materia de letras; de esa forma uno puede acercarse -sólo ello, y en modo de franca opinión- al sentido de lo que algunos gustan en llamar "crítica constructiva".

O puntos de vista, nomás…

©ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA





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