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domingo, 10 de junio de 2018

EN BÚSQUEDA DE LA PAZ, Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina

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El pájaro de la paz




EN BÚSQUEDA DE LA PAZ


Escribiré aquí algunos furtivos conceptos sobre el tema, conceptos que no pretendo se conviertan en “verdades absolutas” sino que deseo puedan contribuir a clarificar, en teoría, un poco más el sentido de este arcano tan difícil de comprender. El lector percibirá que, este breve aporte, sólo viene a expresar algunos meros puntos de vista.
 Desde el comienzo de su existencia, el hombre, viene hablando de la paz pero, aún, desde que tiene noción de su existencia y en los albores del tercer milenio de la era en que vivimos, no ha conseguido doblegar con su “racionalidad” al dragón de la beligerancia; del odio; del rencor; de la incomprensión; de la imposición de creencias; del hambre, de la conquista…
 Sinceramente, no he hallado en ningún texto religioso, ni filosófico, fuere el que fuere: la total ausencia del encono, la traición y el conflicto, como tampoco he encontrado la deserción del “Poder”.
De manera que, creo que la paz, vendría a ser una triste utopía de la humanidad. Y el ser humano, casi siempre, presiona donde no le duele (Ya lo decía Gracián, el célebre filósofo y escritor español allá, por el año 1650.
¡Paremos de buscar la paz donde no sabemos que está!
Nuestro transcurrir en este sistema se rige por la ley incuestionablemente universal de la dualidad absoluta: la ley de los opuestos: blanco-negro; frío-calor; malo-bueno, guerra-paz, etc., etc. Un principio del griego Heráclito dice: “Aquello que llega a su límite se convertirá automáticamente en su opuesto”. Bajo este concepto, cabe preguntarse: ¿la guerra, es un opuesto necesario para que ocurra la paz?
El dilema que nos ocupa es incuestionable e ineludible y el hombre-ego, colabora en el mismo por designio natural.
Se dice que: La paz es la tranquilidad que procede del orden y de la unidad de voluntades; la serenidad existente donde no hay conflicto. ¿Es esto cierto? Aquel que reflexione sobre este axioma, verá como el orden y el conflicto van de la mano del poder, sea del que fuere: Político; eclesiástico; castrense; legislativo; de la riqueza; de la ambición; de la xenofobia, del constante tropismo consumista y necesario para la conservación de las especies, etc., etc.
¿Tiene paz el pequeño pez frente al fatalismo que lo convierte inevitablemente en alimento del más grande? Si estaríamos convencidos de que el pez piensa, diríamos entonces: que simplemente se somete al destino. ¿Cómo podemos aceptar entonces que el hombre pensante y racional no pueda ser el artífice de su propio su destino?
¿Habrá paz en la escasez de la mesa de un pobre? ¿Habrá paz en la almohada del rico, donde moran los miedos de perder su fortuna? ¿Tiene paz el hombre? ¿Qué es paz?
¿Cabe indagarse, a la sazón: por qué el hombre no tiene paz? ¡Hagámoslo!
Juan Pablo II, en su actitud de pensador modernista dijo que: “Paz, es hacer todo lo posible para superar la lógica de la estricta justicia para abrirse también a la del perdón. De hecho, (afirmó) ¡No hay paz sin perdón!”
Esta magnífica definición nos deja un colofón: Mientras el hombre no se indague ni se perdone, será infructuosa su búsqueda de Paz.
                Cuando el hombre deje de auto flagelarse dibujando las blancas palomas que portan olivos de paz; deje de rasgarse las vestiduras proclamando mensajes que predican la paz y se dedique a construirla en lugar de vitorearla, seguramente hallará la panacea que acabe con la utopía que persigue.
                Los hombres, para hablar de paz debemos de huir de los templos de la soberbia, de los egos y las vanidades, debemos dejar en el camino los odios, los rencores y las envidias, principales cualidades que nos convierten en dañinos, perversos, violentos y belicistas: Somos corruptos y endiosamos la ambición.
Este ser humano que representamos porta en sus genes el virus incurable de la hipocresía pero, por sobre todas las cosas, algo supimos acomodar a nuestro favor: la habilidad de ocultamos en las sombras de la ignorancia. El hombre no se indaga, no comprende que la especie que ostenta es aún más pequeña que un quark-todo; que un Nano (T); que un Amstrong; que un Pico (P); que un Fempto (F); que un Ato (a); que un Zepto (z); o un Yocto (y)*; contenidos en El todo total de los totales. Quizás, alguna vez, cuando entienda su tremenda pequeñez y tenga consciencia de su finitud temporal, ya no hablará de paz, porque entonces, nada existirá para turbar su pávida inquietud.
Por lo tanto: ¡A la paz hay que construirla en lugar de proclamarla!, de lo contrario, siempre seremos como la analogía del arquitecto que muere después de finalizar sus planos, sin saber que, todavía, no se han fabricado los ladrillos y el mortero.
El que habla de paz sin ninguna culpa, “que arroje la primera piedra”.

*Fuente de información científica

©NORBERTO PANNONE, poeta y escritor argentino

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