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sábado, 28 de junio de 2025

LOS ÚLTIMOS PÁJAROS DEL OCASO - Liliana Escanes - Bahia Blanca, Argentina

 











LOS ÚLTIMOS PÁJAROS DEL OCASO


Los últimos pájaros del ocaso...
Veloces... Surcan el celeste intenso del crepúsculo...
Ayer, rosados iridiscentes estallaban al ocaso…
Hoy, celestes espléndidos… Luminosos… Sutiles… Etéreos…
El alma agobiada... a esta hora descansa...
Hoy la hirieron... La lastimaron...
Pero sigue en pie... Y seguirá en pie...
Sí, hasta que Dios disponga lo contrario.


Sí: los últimos pájaros del ocaso...
Veloces... Surcan el espacio...
Las enormes copas de los árboles
van tiñéndose de amarillentos, de ocres…
Eran verdes en el verano… De un verde intenso…
Ahora, poco a poco, se van tornando amarillentas…
De un amarillo-verdoso… De un verde-amarillento…
Y la hojarasca cubre las sendas y las veredas…
Los canteros, los jardines, los huertos… La leve brisa las porta…
¡Quién fuera una hoja arrastrada por el viento!...
Llegaría a lugares lejanos… Muelles, costas, cerros…
Senderos agrestes… Campiñas floridas… Bosques… Plazas y parques…
Y el alma agobiada descansaría más que nunca…
Herida… Lastimada… Dolida…
Pero descansaría… Sí, descansaría.

Aún sigue en pie... Y lo seguirá estando...
Para que también se agobien... Para que también lo sientan...
Al menos, un poco... Los que esperan lo contrario...

Marzo 30, 2021

LILIANA ESCANES -  Bahía Blanca, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

EL NARANJO - Norberto Pannone - Buenos Aires, Argentina

 









EL NARANJO


El naranjo está en celo.
Mañana,
el azahar le perfuma la cama
y septiembre
le clava los dientes
al redondo y amarillo seno.

Llueve esta tarde.

Esta noche, no sé cómo haré
para huir del recuerdo.
Dejaré la luz encendida
que atraviesa los miedos.

© NORBERTO PANNONE, poeta y escritor argentino


ELOCUENCIAS GRISES - Rodolfo Leiro - Buenos Aires, Argentina

 











ELOCUENCIAS GRISES


Si esta tarde de grises elocuencias
exenta de los sáficos efectos,
proyectara mi savia de proyectos
donde masco mi glosa de inclemencias,

donde indago telendas emergencias
en las recles ociosas; mis afectos,
enarcados en tímpanos selectos,
sin la espina venal de las urgencias,

dispensaran ufanas temulencias
indagaran de añejas somnolencias
los sueños inerrantes que he perdido,

hoy tomara, otravez, mi afán de cima
y en la cúspide abierta de una rima
despojase tu imagen del olvido.


 13 de octubre del dos mil seis, en que estoy esperando la llegada de mi querido amigo, el poeta juninense Norberto Ismael Pannone.


©RODOLFO LEIRO, Buenos Aires, Argentina
Poeta y escritor argentino

MIEMBRO FUNDADOR Y PRESIDENTE HONORARIO DE ASOLAPO ARGENTINA

UNA GAVIOTA - Germain Droogenbroodt - Altea, Alicante, España

 








UNA GAVIOTA

 

Desafiando a la lluvia

vuela una gaviota sobre el mar,

una mancha blanca en el cielo gris

de vez en cuando lanza un grito

quizás de desesperación

o de soledad

quién sabe

pero el mar

—ensimismado

no se agita.

de su libro “Reflexiones poeticas”

GERMAIN DROOGENBROODT – Altea, Alicante, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


RIQUEZA - Gabriela Mistaral - Chile

 










RIQUEZA

 

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida….

GABRIELA MISTRAL

Lucila de María Godoy Alcayaga[2]​ (Vicuña, 7 de abril de 1889-Nueva York, 10 de enero de 1957),[3]​ conocida como Gabriela Mistral, fue una poetisadiplomáticaprofesora y pedagoga chilena. Por su trabajo poético, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945,[4]​ cuando se convirtió en la primera mujer iberoamericana[n 1]​ y la segunda persona latinoamericana[n 2]​ en recibir un Premio Nobel. Wikipedia

PEQUEÑAS COSAS CON EFECTOS POSITIVOS - Salomé Moltó, Alcoy, Alicante, España

 








PEQUEÑAS COSAS CON EFECTOS POSITIVOS

 

Me sorprendió que no me abriera la Marita. Una señora enjuta con el pelo blanco, se asomó a la puerta mirándome con sorpresa.

- ¿Marita no está?

- No, ha salido a comprar -me respondió la señora con una sonrisa; me causó una impresión agradable.

- Yo soy su suegra, bueno, su madre política -añadió prestando atención en cuál de los dos términos yo encajaba mejor, si prefería el normal o habitual o si yo era un poco presuntuosa, o “pija” como suele pensarse.

- ¡Ah! Soy Rosa su amiga que...

- Sí, me ha hablado de usted, pero no creía que viniera tan pronto. La mujer comprendió mi embarazo y esbozó una amable sonrisa que desvaneció toda tirantez. Empezamos a hablar con toda naturalidad. A

los diez minutos tenía la sensación de conocerla desde siempre. - ¿Aquí la hermosa habitación de invitados? Le dije con cierto énfasis después de un rato de charla.

- Pues ya no -repuso con cierta malicia, me miró un instante y cómo haciéndole cómplice de algo que yo ignoraba, añadió “Voy a enseñarle algo que creo le gustará”, y abrió la puerta, sin más de la habitación de invitados donde yo me había alojado varias veces cuando venía a casa de Marita.

La habitación de invitados había cambiado completamente, me quedé asombrada. En un lado de la ventana casi en el centro de la habitación, había una cuna, una cuna hermosa. Como un robot me acerqué a ella, era preciosa, todo detalle sorprendentemente bien cuidado, colcha de seda, bordes de puntillas, el rosa de fondo el blanco complementado, todo detalle cuidadosamente elaborado.

- Este cacharrito, que no sé cómo se llama, se pone en marcha con sólo que el bebé se mueva, aquello te deja ver cómo duerme desde la puerta. Aquella mujer delgada, de pelo blanco, de voz dulce y de mirada profunda me estuvo hablando de los mil detalles que ella y Marita estaban preparando para ese bebé que estaba por llegar.

- ¿De cuánto está Marita?

- Acaba de cumplir los dos meses y medio.

- Yo de dos, y venía con otro propósito. Quería saber de su decisión.

- Lo sabemos, pero un hijo es siempre una bendición. La miré y me di cuenta que algo sabían, Marita y ella de mi visita y de mi propósito y que ahora, a la vista de aquella habitación con todos

aquellos de detalles para recibir a un bebé que yo creía no deseado, un bebé que de repente era todo amor, dulzura, esperanza, aquella futura abuela, me había derrumbado.

- Con los tiempos laborales y económicos que corren, la familia tiene que ayudar -repuso convencida observando en mi algún gesto divergente. Miré a aquella mujer y sentí que tanto su mirada como la dulzura de su gesto, habían cambiado mi actitud y el enfoque del problema que llevaba a cuestas; otras consideraciones se abrían paso en mi ánimo y por supuesto, otro camino habría que empezar a considerar, como había hecho mi amiga.

                                                                                                                                                       

            SALOMÉ MOLTÓ – Alcoy, Alicante, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


UN AMOR QUE FUE: EL PRIMER TANGO-CANCIÓN – Luis Alposta – Buenos Aires, Argentina

 




 

UN AMOR QUE FUE: EL PRIMER TANGO-CANCIÓN

 

En la cultura occidental una de las fuentes más copiosas de la inspiración lírica ha sido siempre el tema del amor frustrado. Los trovadores medievales entonaban coplas, alboradas y serenatas en las que desgranaban las penas que sentía un caballero por causa de una noble dama, hermosa e impoluta, que, por lo general, no le llevaba el apunte.

Muchos de los sonetti, canzoni y rime que compuso Dante se inspiraron en su amor no correspondido por Beatriz de Portinari, y el frustrado amor de Petrarca por Laura dio como fruto algunas de las mejores composiciones líricas del Renacimiento Italiano. Cuando Werther, el desventurado y pálido protagonista de la célebre novela epistolar de Goethe, se quitó la vida porque amaba a una mujer casada, desencadenó el movimiento romántico en el que más de uno, por penas de amor, buscó que “el tiro del final” le saliese.

Alguien dijo, y con razón, “boca que besa no canta”. Tal vez por eso fue que, por primera vez, un tango nos contó la historia de un amor -con principio, nudo y desenlace- pero sin besos, porque ya estaban ínsitos en él el dolor y el abandono.

Y ese tango fue “Mi noche triste”, con música de Samuel Castriota y letra de Pascual Contursi, quien no necesitó más que dos versos de ocho sílabas para hablarnos poéticamente de un amor no correspondido, de una frustración amorosa. Y eso fue, cuando cachó un lápiz y escribió:

Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida..

LUIS ALPOSTA - Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA 

"MI NOCHE TRISTE" - tango de Samuel Castriota y Pascual Contursi 

                              Canta Carlos Gardel

https://www.youtube.com/watch?v=NSrTH41__w8&t=2s&ab_channel=LuisAlposta


BI-REPENTISMO LITERARIO METAFÍSICO - Adrián Néstor Escudero - Santa Fe, Argentina

 








BI-REPENTISMO LITERARIO METAFÍSICO

A la egregia escritora y buceadora de la Verdad verdadera, Prof. ELBA ROSA CAMARGO ALVARADO, Miembro de Honor de UNILETRAS-SJ SIGLO XXI (Colombia para el Mundo).

 

01.    SENTENCIAS

 

Ahora él preguntó, y Él respondió: amigo, en un mundo descreído donde todo es relativo, y nadie es profeta en su tierra, animado por el Espíritu de la Verdad Absoluta, me animo a sentenciar:

          

"Si el Amor no es fuente y esencia de la Compasión, ésta puede tornarse en Complicidad; así como el acto de Justicia, carente de Misericordia, resultar Venganza. De igual modo, la Sinceridad prueba y templa a la Amistad, como el fuego al Acero”.

 

02.   TEOMIOPÍA

 

Ahora entiendo (a imagen y semejanza):

 

“Si Dios no fuera lo que Es, Todo en Todos, necesitaría –tal vez- de un par de anteojos ocular y abismalmente potente para auscultar la diminuta mota de polvo de estrellas, aunque inteligente, libre y voluntariosa, de una singular especie hipostática llamada Hombre…, tras la inabarcable espesura –inconmensurable, global y eternamente arcana- del Universo creado por Él -todopoderoso, omnisciente, omnipresente, providente y misericordioso- y donde habita –impávida y suplicante- su mortal y gemela expresión físico-espiritual -a quien supone, además, y tal vez, como Él, en incesante proceso evolutivo…- ”.



ADRIÁN N. ESCUDERO, Santa Fe (Argentina), 1976. V.a. 23-06-2025.

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

  Integrante del Libro APOCALIPSIS BANG… (Y Otras Historias Extraordinarias para un Semáforo). (Colección de Ficción Conjetural y Metafísica). Inédito. La Botica de Autor. Santa Fe (Argentina), 2006-2025.

 

  

  


LA TUMBA MÁGICA Y MISTERIOSA DE CARLOS GARDEL - Antonio Las Heras - Buenos Aires, Argentina


LA TUMBA MÁGICA Y MISTERIOSA DE CARLOS GARDEL

 



Carlos Gardel.


Este 24 de junio se cumple el 90º aniversario de su trágica muerte. Personas que le pidieron una curación imposible, un amor o un negocio, colocaron placas en su tumba como agradecimiento.

La vida de Carlos Gardel es un recorrido a través de muy discutidos enigmas. Desde dónde nació realmente, quiénes fueron sus padres, su ascendente meteórica carrera de artista internacional hasta el accidente de aviación -ocurrido el 24 de junio de 1935, en Medellín, Colombia- en el que murió. Pero, hay otro, misterio poco comentado: su tumba mágica y la condición de hacedor de milagros.

Quienes pasan ante el mausoleo de Carlos Gardel –que fue inaugurado el 7 de noviembre de 1937–, en el Cementerio de la Chacarita (Ciudad de Buenos Aires) y se interesan por leer los cientos de placas que han sido allí dispuestas pueden llevarse una gran sorpresa. Muchas de ellas no hacen referencia a las cualidades de cantante y artista que le son reconocidas, sino que se trata de agradecimiento por favores recibidos: cubren todos los aspectos humanos, desde el amor pasando por la salud y el trabajo. Pedidos realizados al Morocho del Abasto que se concretaron. Hechos que, en principio, bien podríamos llamar “milagrosos.”

Si. Gardel tiene –aún hoy en día– muchos seguidores que lo admiran por sus capacidades mágicas. Personas que han invocado su nombre anhelando una curación imposible para la Ciencia actual o la concreción de una situación amorosa o la realización de un negocio. Las placas son reconocimientos al hecho de que los pedidos tuvieron lugar. La primera de ellas data del año 1979.



Antonio Las Heras frente a la tumba de Carlos Gardel

133 PLACAS DE AGRADECIMIENTOS

En la actualidad hay 133 placas sólo de agradecimientos. Como se puede advertir no se trata de un fenómeno aislado.

Veamos algunos textos escritos sobre los bronces:

“GARDEL. Gracias por ayudarnos. JOSE 15-12-2009 COCO 18-10-2010 HILDA 8-11-2010”. "Querido Carlos Gardel. Gracias por proteger a este humilde cantor nacional y a mis compañeros cantores. Osvaldo Argentino. Neuquén 2016“ . “¡CARLOS! Gracias por todos tus milagros. 1935 -24-6-1983. Clara y Juan Carlos.” “¡GRACIAS! De Mary a Gardel. 28-12-96” “GRACIAS POR EL FAVOR CONCEDIDO. Angélica y Alicia. Marzo 1980.” “Gracias Carlos por tu ayuda. Familia Torres. Rosario 29- 9-1989.” “GRACIAS POR LO CONCEDIDO. Silvia.” “GRACIAS CARLITOS. Bernardo Milito. 1984” “¡CARLITOS! ETERNAMENTE AGRADECIDOS. Richard y Señora.” “GRACIAS CARLITOS. Por los favores recibidos. Alicia. 11-12-84” “GRACIAS GARDELITO. Por tu ayuda muy agradecido. Manuel E. Sosa. 16-3-88” “¡CARLITOS GRACIAS! Por los favores recibidos. Antonieta.” MUCHISIMAS GRACIAS CARLITOS por el favor recibido de película";Contador Ale Cascallar.” “Carlos Gardel gracias por el favor recibido para mi sobrino. Raúl.”

Pero no todos los favores mágicos concedidos provienen de promesantes residentes en la Argentina. Veamos este: “GRACIAS CARLITOS GARDEL. Ruego por tu eterno descanso por haberme cuidado de una depresión escuchando tus tangos. José Ortega León. Las Palmas de Gran Canarias. 25- 8-1989.” De manera que si es cierto que Gardel cada día canta mejor, pues de la misma manera a cada momento hace mayores y más notables concesiones mágicas a quienes depositan su fe en él.



UN CEREMONIA RITUAL

Conversando con los cuidadores de sepulcros nos enteramos de que existe, en quienes solicitan hechos milagrosos al Zorzal Criollo, una ceremonia ritual.

Consiste en encender un cigarrillo y ponerlo entre los dedos de la escultura suya que corona la tumba. Si el cigarrillo permanece encendido hasta consumirse, sin apagarse ni caerse, es una señal de que el favor será concedido.

Una señora, septuagenaria, que pasa por el mausoleo cada vez que puede a poner flores al pié de la escultura, nos dice: “Le estoy muy agradecido porque un nietito mío estaba muy enfermo, con leucemia. Le recé mucho a Carlitos y al final mi nieto se curó.” Agrega que la Medicina ya nada más podía hacer por el muchacho por lo que –habiendo escuchado de una vecina que Gardel era capaz de hacer milagros si se le pedía con suficiente fe– tomó la decisión de hacer su pedido mágico. Y está eternamente agradecida por la pronta respuesta que halló. Para ella no hay duda que fue el alma inmortal del Zorzal quien, desde el Más Allá, escuchó su afligido pedido de auxilio.

“Si te tengo que confesar, le he pedido cosas y se han realizado”, señala otra asidua visitante al mausoleo. Y explica: “Dios es el Supremo, pero Carlitos puede interceder. Es un ser de luz, un santo, por algo hay tantas placas de agradecimiento”. Un nuevo misterio se agrega, entonces, en torno a la figura de Carlos Gardel.


ANTONIO LAS HERAS – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor.
e mail: alasheras@hotmail.com

«Una historia kafkiana» - Ángel Medina - Málaga, España

 

«Una historia kafkiana»

Érase una vez un afamado escritor que hacía sus relatos tan reales que el leedor dudaba si leía o soñaba. Le gustaba profundizar en el psiquismo de los personajes y se constituía para él en una verdadera obsesión crear el morbo entre ellos y el lector. A veces se metía tanto en su piel, analizándolos, que cuando trabajaba de noche (en aquel tiempo no existían los ordenadores y rehusaba utilizar la vieja e indestructible “Remington”, prefiriendo hacerlo a mano), en ocasiones tenía la sensación que la tinta impresa en la cuartilla se agolpaba y se elevaba, a modo de pirámide, desde la base a la cúspide, hasta tomar la apariencia del monigote que estaba describiendo.

 August Lapierre esparció su mirada sobre las cuartillas, complaciéndose en el título que le había dado: “Metamorfosis de la belleza”.

Había sido un cortejador, recreando en el relato una serie de beldades a las que pormenorizaba con extrema finura. Raquel tenía los ojos del color de la esmeralda; Sofía poseía una deliciosa boca, esa clase de labios que abarcan la distancia entre los pómulos, y que al sonreír ligeramente se elevan hacia arriba, marcando el gesto de la sonrisa retenida y coqueta. Había también una pelirroja de salvaje voluptuosidad, de nombre Gisele y ascendencia francesa, una mujer ardiente y peligrosa; igualmente describía a Marta, cuyas manos eran de suave terciopelo y sus   dedos finos y alargados, con los que un hombre fácilmente se dejaría palpar. Y también una rubia muy lista ¿cómo se llamaba?... ¡ah, sí!, Estefanía, de cara ingenua, justas proporciones y cuerpo rectilíneo.

El autor de la obra era un hombre felizmente casado. Adoraba a su mujer, tal vez porque no hay mejor amante que el que antes amó estérilmente, y habiendo saboreado mil veces el oropel en su juventud, ahora, en la madurez, al encontrar lo aurífero quedó prendado.

Su esposa poesía juventud y belleza, y por más señas, un cuerpo de ensueño. Era una criolla, dulce durante el día y apasionada al caer la noche. Una morenaza de ojos grandes y rasgados, oscuros como el mar durante la tormenta, de piel tersa, suave. Una invitación constante a ser mimada.

Por motivos profesionales hubo de ausentarse de casa, si bien, cada día la llamaba varias veces; era la primera vez en muchos años que se separaba de ella y la echaba de menos. Por fin, le anunció que regresaría al día siguiente. La mujer, toda gozosa, no fue capaz de reprimir su alegría, diciéndole que le ofrecería esa noche un regalo especial: ella misma.

Todo estaba igual que lo había dejado y los rosales mostraban el esplendor de sus flores. Se fijó en la alternancia de las púas que preservaban la belleza de la flor, y sin saber por qué, como una premonición, sintió un repelús.

Nada más entrar la miró y se frotó los párpados. En aquel preciso momento se sintió invadido por una extraña sensación. Todo, si, estaba igual a como lo había dejado días antes. Pero había algo que no acababa de comprender, y fijándose en ella, con la intensidad que el artista impone a sus ojos durante la talla, se sintió prisionero de la incertidumbre. La criolla se acercó a él y depositó un dulce beso en su mejilla, mirando por el rabillo del ojo al sirviente que sonreía complacido por la vuelta de su señor. Después, le tomó de la mano y se lo llevó tras sí, escalera arriba. Una vez a solas, lejos de cualquier mirada que pudiera resultar en aquel momento indiscreta, se abrazó a su cuello y le besó apasionadamente, cerrando sus ojos. Él, empero, los mantenía abiertos, escrutando cada centímetro de su piel. Acto seguido, mostrándole una franca sonrisa, se separó de él y comenzó a desvestirse. Sin embargo, Lapierre la rechazó cortésmente, diciéndole que se encontraba cansado, en tanto continuaba la prospección de su anatomía, desde los pies a la cabeza.

Al día siguiente, volvió a repetirse la misma escena. La mujer, sin pronunciar explícitamente palabra alguna volvió a mostrarle sus dientes de marfil, en tanto que con un gesto de niña traviesa le invitaba a participar con ella de la fiesta del amor. Pero el escritor volvió a mostrar su reticencia. La situación se prolongó por espacio de varios días, hasta que finalmente ella se decidió por preguntarle:

― ¿Qué te ocurre, August? Desde que regresaste, me has rechazado una y otra vez. ¿Acaso no te gusto ya?

El escritor se atragantó antes de responder. Y juzgando que debía hacerlo, le dijo:

―No sé qué ha sucedido, mi amada Rebeca. He encontrado todo igual que cuando salí de esta casa. Todo, excepto lo más importante para mí: ¡tú!

― ¿Yo? - se extrañó por aquellas palabras que no acertó a comprender- Nada he cambiado, además que tu ausencia duró poco. ¿A qué te refieres?

―Soy yo el primero en no entenderlo. Pero, cuando te miré- y persiste lo que veo- encuentro que, siendo la misma persona, sabiéndote mi mujer, mostrándote tal y como siempre has sido para mí… ¡te encuentro cambiada!  Tus ojos no son ya garzos, como las cristalinas aguas del profunda mar. Tu boca, que antes era como un fresón jugoso es ahora estirada, como el perfil de la luna en su cuarto creciente. Tu melena, negra como una noche cerrada, se ha tornado pelirroja. Tus manos pequeñas se han transformado en largas y los dedos alargados. Y tu cuerpo esculpido a base de un cincel, en el que se apreciaba la precisión de sus sinuosas curvas, ahora lo veo rectilíneo. Por eso, porque te amo profundamente, me resisto a tocarte, porque lo que en ti veo, sé que no te pertenece, y sería como profanar el sagrado altar de tu cuerpo.

Rebeca dio un respingo y prorrumpió en sollozos. Él le dijo que le concediera tiempo para poder clarificar su confuso pensamiento. Pero, por más vueltas que le daba, de igual manera que un caleidoscopio, a base de remover la figura, cada vez se tornaba más compleja. Finalmente, se decidió acudir a un psiquiatra.

Después de escucharle atentamente e ir tomando nota de lo que juzgaba interesante, el restaurador de mentes le dijo.

―Tiene usted un cocodrilo debajo de su cama. Y para que no se lo coma, ha de sacarlo de allí. Usted es un hombre que se dedica a escribir. Es sabido, que el que a tal menester se presta, en buena parte concede al relato, y sobre todo a sus protagonistas, escenas que bien podrían corresponderse con su propia vida. Por eso, los personajes femeninos de la obra que está trabajando, son en realidad la proyección de mujeres a las que usted amó antes de casarse y que ahora, en su mente, han vuelto a hacerse presentes. El subconsciente es un almacén que permanece cerrado, pero cuando se abre una rendija, como con la lámpara de Aladino, salen de él sus duendes. Vivencias del pasado, que tienden a actualizarse caprichosamente, escapando a nuestro control consciente. De esta manera, su intelecto ha concebido el retrato mezclado de aquéllos amores: los ojos de Raquel; la boca de Sofía; el cabello de Gisele; las manos y dedos de Marta y finalmente la figura de Estefanía. Y hasta es posible que, sin usted autorizarlo, pudieran aflorar algunas más con el tiempo. Por eso, debe eliminar esos personajes de su cabeza. Solo así, se librará de ellos y volverá a recuperar la apariencia de su esposa. Por último, deberá contarle la verdad a ella.

August Lapierre salió cariacontecido, si bien se decidió a acometer la tarea impuesta. Cuando habló con Rebeca, ésta se sintió confundida. No obstante, aunque el tiempo pone las cosas en su sitio, no acababa de eliminar aquellos huéspedes incómodos. Al contrario, cada vez que la miraba, según qué parte de su cuerpo, encontraba a las otras mujeres, bien provocándole con la mirada, sonriéndole, aireando la cabellera, extendiendo sus manos hacia él o contoneando la figura. Hasta que su testa empezó a mostrar signos de enajenación.

Un día hallaron el cuerpo sin vida de una hembra que, a pesar de su trágico fin, aun meciéndose por el cuello atado al tronco de un árbol, sus pupilas desorbitadas proyectaban el glauco de una gema. Lapierre se fijó en su mujer, y volvió a encontrar en ella la mirada de antaño en sus grandes ojos oscuros y rasgados.

 Semanas después descubrieron flotando en el río una hermosa muchacha sonriente. Lapierre se fijó en su mujer, y en lugar de la boca curvada como el satélite que nos ilumina halló aquellos labios frutales que constantemente le invitaban al beso.

 Pasó algún tiempo y la esquela necrológica del diario de la localidad invitaba a la misa por el eterno descanso de una mujer de pelo rojizo. Lapierre se fijó en su mujer y observó con agrado que había vuelto a ella el color de su propio cabello.

 El telediario se despachó aquel día informando de un accidente de coche, con la consiguiente pérdida de una mujer, cuyos largos dedos les costó a los bomberos ímprobos esfuerzos para conseguir arrancarlos del volante. Lapierre se fijó en su mujer y constató que sus brazos y manos habían recuperado las medidas de antaño.

Y no pasaron muchos meses cuando desapareció misteriosamente la joven de cuerpo rectilíneo, cara ingenua y medidas antropomórficas ideales. Entonces, haciendo acopio de sus energías, concentró toda su mente, descargando el último personaje y volvió a ver en ella la autopista de su cuerpo.

La noche era apacible y cerrada, escuchándose el cric-cric de los grillos en el jardín y el ronquido del perro a pie de la escalera. Al fiel criado le habían concedido el día de descanso; estaban solos los dos y la besó con frenesí. Deseaba recuperar el tiempo perdido, y tomándola de su pequeña manecita, tiró suavemente de ella, llevándola hasta el dormitorio. Mientras se desnudaba con parsimonia, le preguntó cómo había conseguido solucionar el problema mental que la hacía para él representación de otras mujeres. Y conociendo el manuscrito de “Metamorfosis de la belleza”, pensó que debía de tratarse de la pasión que como escritor ponía en ella. August se recreaba al haber recuperado a su amada, pues de igual manera que sucede con los sueños, que, aun tratándose de algo irreal, es para la mente del soñante tan real como la propia vivencia en la vigilia, había conseguido matar el cocodrilo que amenazaba con comérselo a él, y la consiguiente pérdida de la criolla. En aquel momento sonó el timbre de la puerta de la finca de manera insistente. Sorprendido, se revistió y fue a abrirla, encontrando para su sorpresa a la policía. Interrogado, hubo de confesar sus crímenes, alegando que no tuvo más remedio que matar a sus personajes para salvarse él y asimismo su amor.

Al conocer la historia, estando Rebeca sola en la casa, sabiéndose la causa del desequilibrio de su marido, amándolo, quiso poner fin a la tragedia, si bien tuvo la precaución de poner antes en marcha una cámara para filmar su suicidio. Después, abrió la espita del gas y se acomodó dulcemente en el tálamo en el que durante tanto tiempo había aguardado el instante de ofrecerse a su consorte. Lentamente, el gas fue invadiendo la estancia y la vida comenzó a escapar de su cuerpo. Y, aunque no era capaz de advertirlo, recostada como estaba, sus ojos se fueron tornando vidriosos; la boca, constituida en mueca, se desdibujó, estirándosele; debido a  la invasión del combustible, el cabello  daba la impresión de estar  modificando su color; sus dedos, por las contracciones  al arañar las sábanas parecían  estar  alargándose y en los últimos estertores, sabiendo que la vida se le escapaba, destensándose,  las curvas se esparcieron, dando la impresión de hacérsele  más rectilínea la figura.

¿Y que fue finalmente de Lapierre?

Según cuentan los viejos del lugar pasó años en un centro carcelario; al cabo del tiempo, cuando salió, la obsesión no se había borrado de su mente, aumentándola cada vez que el morbo le hacía visionar el vídeo de su inmolación, en el que ella experimentaba la metamorfosis que su fantasía había imaginado. Y esta vez, no ya en su pensamiento, sino en la cinta grabada. Y así, viejo y achacoso cayó en la vesania, no sabiendo si todo había sido real o producto de su fantasía, o quien sabe, un sueño morboso.


ÁNGEL MEDINA – Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

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