«EL HÁBITO Y
EL MONJE»
«(Sin pretensión de exclusividad y con permiso de la IA que nos hace sentir la inseguridad de la información que se nos proporciona)»
¿Qué
habrá de llamar la atención de un hombre que se zambulle en una poza helada a ―4º bajo cero, sumergiéndose tres veces en tanto se
persigna otras tantas, y de cuyo cuello pende un crucifijo, siendo a la vez el
que tiene la capacidad de decidir entre la vida y la muerte, la guerra y la paz
que cuesta la vida a millares de personas?
¿Qué
habrá de llamar la atención de un hombre que es el rector actual del Pueblo
elegido, y que tras cuatro milenios mantiene vigente la vieja ley del talión,
haciendo uso de la fuerza desproporcionada del gigante Goliat, que habiendo
sufrido en sus carnes él un genocidio sea él quien masacre al pequeño David?
¿Qué
habrá de llamar la atención en un hombre que no tiene rubor en confesar
públicamente ante los medios de comunicación de todo el mundo que es un devoto
cristiano y defensor de la fe, mientras se perpetúa en el poder como dictador
mediante un “pucherazo” electoral?
(Por
lo general― salvo
en casos demenciales―
hasta quienes cometen actos deleznables suelen argumentar una razón― la suya propia― para justificar su conducta)
La
extinta URSS desea reconstruir el poder perdido el pasado siglo tras la caída
del “muro” y la independencia de las ex repúblicas que se constituían en un
colchón de seguridad para su territorio, manteniendo su espíritu imperialista y
de anexión. Desde que en 1948 le fue entregado el territorio, Israel ha
combatido para no ser arrojado, como pesa la amenaza, desde el río hasta el
mar, por lo que mantiene una constante tensión de guerra. En cuanto al
autócrata caribeño que somete y divide a su pueblo, se atrinchera en el poder,
no dudando en practicar la violencia, y según fuentes internacionales, mantener
relación con el mundo de la droga.
Ante
esta situación, cualquier persona de bien no puede sino gritar ¡Basta de
violencia! No a la guerra de la Ucrania invadida. No a la exterminación de
Palestina. No a la dictadura venezolana. Aunque los hay que se inclinan por
unos u otros movidos por los idearios políticos que ni siquiera disimulan.
Es
de difícil solución poner fin a estos conflictos que tantas vidas inocentes
están costando y que por sí sólo no se conseguirá. Para ello urge nuevos
acuerdos internacionales que puedan facilitar la mediación de los países que se
disputan la hegemonía en el mundo, más allá de la inoperancia de la ONU.
El
gigante ruso podrá descansar el día en el que las armas cedan el testigo a la
economía― ¿qué
pretenden las guerras sino dominar los mercados? ―, no perciba en el cogote el aliento del
bloque contrario y cese en su afán de expandirse.
El tirano
caribeño se encuentra al borde del precipicio y no le queda otro camino que el
de la huida hacia delante. La presión internacional debe forzarle a dimitir,
para la reconciliación nacional― y de haberla, la desarticulación de los
cárteres.
En lo que
respecta al pueblo hebreo sólo podrá relajarse cuando reconozca y sea
reconocido por los países árabes, más allá del acuerdo “Abraham” del 2020,
patrocinando por EEUU, que sirvió para el mutuo reconocimiento entre judíos y
Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos. Es necesario la ampliación
del entorno y aislar a Irán, que ha manifestado su voluntad de hacer
desaparecer al estado hebreo, así como el reconocimiento mutuo entre Israel y
la Palestina liberada de los grupos fanáticos que la gobiernan (aunque ha de
resultar muy difícil olvidar el gravísimo ataque terrorista del 7 de octubre
del año 2023, cuando un grupo de personas, nacionales e internacionales
disfrutaban de una jornada de asueto y fueron asaltados violentamente, vejando
y asesinando a más de un millar de personas inocentes, llevándose consigo una
cantidad considerable de rehenes, muchos de los cuales ya han sido muertos)
Hasta aquí el
deseo de una paz justa y duradera, donde cada uno y todos habrán de hacer
concesiones. Pero, como observación sería conveniente fijarnos en la relación
entre el hábito y el monje, porque cada uno de ellos mantiene y muestra una
relación con lo trascendente. Con Dios mismo. Decíamos al principio: “¿Qué
habrá de llamar la atención?”
¿El leño de la
cruz que descansa sobre el pecho del ruso? ¿El que se confiesa hijo de la
Iglesia y defensor de la fe, pero impone el credo comunista más rancio y
doblega al pueblo doliente? ¿El que mandó en el quinto precepto a su pueblo― y
por extensión a toda la humanidad―:” ¡No matarás!”, y sin embargo hace oídos
sordos extralimitándose en la guerra? ¿En qué Dios cree cada uno de ellos?
Ninguno de los
tres es un hombre joven y peina ya canas, lo cual significa que la vida se va a
acortando. Sería oportuno recordar al Papa Francisco― denostado por algunos por
ser hombre del evangelio― aquellas sus palabras en forma de interrogante: “¿Qué
nos llevaremos en el cajoncito”? ¿No
debería un hombre creyente― sea cual sea su confesión religiosa― recordar por
un momento las “Postrimerías”? ¿Qué responderemos cuando tengamos que mostrar
las manos, si las llevamos ensangrentadas? ¿Qué has hecho con tu hermano, Caín?
Ciertamente, el hábito no hace al monje, pero si el monje desea vivir una vida diferente a la que el hábito impone, entonces, al menos debería quitárselo. Nunca identificar a Dios con la sangre vertida.
ÁNGEL MEDINA
– Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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