EL PACTO
Anoche me visitó La Muerte, se sentó en mi cama, me miró con sus cuencas vacía
y me comentó sobre su gran cercanía hacia mí, la que con el tiempo se había
transformado en una sana simpatía.
No me intimidó su presencia, sabía que al mismo tiempo, era su ausencia,
Entendí - sin palabras (su lenguaje)- que éramos conocidas desde hacía mucho,
mucho tiempo
Que nos habíamos encontrado cada vez que murió alguien por mí amado y ella
había estado allí presente, esperando el deceso final con su guadaña implacable y
aterradora
Y que de tanto encontrarnos ya nos unía ese instante profundamente
desgarrador.
La recibí como a una amiga, amablemente.
¡Vine -dijo sin palabras- a proponerte un pacto, el que tú quieras, en recompensa
por haber escrito tanto y tan bien sobre mí y haberme inmortalizado en poemas,
cuentos y novelas!
Me sorprendió su generosidad – no era algo común en nuestro mundo.
Y súbitamente supe mi deseo más profundo y que sólo ella podría concederme.
¡Conocer la fecha de mi muerte! - le respondí- sin palabras.
En un susurro - sin palabras- me lo concedió.
Y extendió su mano – huesuda y fría – la que estreché con fuerza
Era sin lugar a duda el más extraordinario pacto jamás pensado y nada menos que
con ella, la inmortal- mortal, gran señora del tiempo, la venerada y temida, la
única, la sin par y la más poderosa interlocutora que una escritora como yo - sin
Nobel - hubiese podido desear.
Y puntualmente la fecha se cumplió.
En mi agonía, comprobé la honestidad de la Muerte y el cumplimiento a
compromiso dado a la palabra -sin palabras- cualidad que había buscado toda mi
vida en los humanos y que jamás había logrado encontrar.
MÓNICA GÓMEZ – Santiago, Chile
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Anoche me visitó La Muerte, se sentó en mi cama, me miró con sus cuencas vacía
y me comentó sobre su gran cercanía hacia mí, la que con el tiempo se había
transformado en una sana simpatía.
No me intimidó su presencia, sabía que al mismo tiempo, era su ausencia,
Entendí - sin palabras (su lenguaje)- que éramos conocidas desde hacía mucho,
mucho tiempo
Que nos habíamos encontrado cada vez que murió alguien por mí amado y ella
había estado allí presente, esperando el deceso final con su guadaña implacable y
aterradora
Y que de tanto encontrarnos ya nos unía ese instante profundamente
desgarrador.
La recibí como a una amiga, amablemente.
¡Vine -dijo sin palabras- a proponerte un pacto, el que tú quieras, en recompensa
por haber escrito tanto y tan bien sobre mí y haberme inmortalizado en poemas,
cuentos y novelas!
Me sorprendió su generosidad – no era algo común en nuestro mundo.
Y súbitamente supe mi deseo más profundo y que sólo ella podría concederme.
¡Conocer la fecha de mi muerte! - le respondí- sin palabras.
En un susurro - sin palabras- me lo concedió.
Y extendió su mano – huesuda y fría – la que estreché con fuerza
Era sin lugar a duda el más extraordinario pacto jamás pensado y nada menos que
con ella, la inmortal- mortal, gran señora del tiempo, la venerada y temida, la
única, la sin par y la más poderosa interlocutora que una escritora como yo - sin
Nobel - hubiese podido desear.
Y puntualmente la fecha se cumplió.
En mi agonía, comprobé la honestidad de la Muerte y el cumplimiento a
compromiso dado a la palabra -sin palabras- cualidad que había buscado toda mi
vida en los humanos y que jamás había logrado encontrar.
MÓNICA GÓMEZ – Santiago, Chile
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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