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sábado, 12 de abril de 2025

¿Y POR QUÉ EL CRISTIANISMO? - Ángel Medina - Málaga, España

 



¿Y POR QUÉ EL CRISTIANISMO?

 

Es bueno saber dar razón de las cosas. Por qué se dice «» o se dice «no». La modernidad no admite que las respuestas sean el eco de la voz de los otros (aunque lo propicia). Lo cual requiere pararse a pensaralgo que no es demasiado frecuente pues los pensamientos propios o la información que nos llega desde fuera no son “filtrados”. Y no todo ha de dar igual, pues todo no puede ser cierto, a pesar de movernos en la duda constante, propia del ser humano.

El hombre actual aparenta estar desconectado de la religión. Parece como si el respeto humano impidiese exteriorizarlo. Religión significa “re-ligar”, es decir, buscar el sentido del misterio de la vida que el hombre no ha podido darse a sí mismo. Y como hay preguntas inevitables, y el hombre desea vivirse sin fin, sabiendo de la caducidad existencial ha de levantar los ojos y preguntarse.

¿Y cómo relacionarse con el Misterio? ¿Son lo mismo todas las religiones?

No es este el espacio para hablar de todas ellas. Por eso, vamos a limitarnos a las tres confesiones monoteístas. Judaísmo, cristianismo e islamismo.

Las tres tienen su origen en la primera. Tanto el judaísmo como el islamismo creen en un único Dios, pero es un dios “inspirado”, no “desvelado”. Y no es lo mismo “saber” que “conocer”. Se puede saber acerca de las cosas y eso forma parte del conocimiento humano. Conocer aquí es que el objeto de nuestro querer saber se nos comunique. Es la antigua pretensión de Israel, cuando en el salmo 27 invoca a Yavhéh, diciendo: “No me ocultes tu rostro”. El hombre quiere ver, pero no puede. Necesita que el Misterio se desvele. Se acerque a él de manera que pueda conocerlo. Que lo de “arriba” se acerque “abajo”.

El cristianismo desvela el verdadero rostro de Dios más allá de las distintas formas que se le adjudica en la búsqueda. El teólogo Ratzinger, el papa Benedicto dice algo que vale por sí mismo lo que todas las teologías. El sabio escribe: “si después de más de veinte siglos el mundo continúa igual o peor que antes, entonces, ¿qué ha traído Cristo? Y responde: “Ha traído a Dios”. (como es realmente y no como queremos apropiárnoslo y entenderlo. No el hombre imagen de Dios, sino Dios a imagen humana)

Y es ahí donde se produce el choque entre la criatura y el Creador. Porque no es lo mismo pensar a Dios que conocerlo. No es lo mismo acomodar a Dios a nuestras vidas incluyendo el sentir religioso particular o tradicional ―, que aceptarlo como es.  (Una muestra de esto podemos encontrarla en el doble relato del AT y el NT. En el libro de Daniel dos jueces acusan a una mujer de adulterio al haberse negado ella a acceder a sus deseos. Ella invoca al cielo que la salve, pues es inocente. Daniel interroga a los jueces que incurren en contradicciones y ella es absuelta y sus acusadores ejecutados. En los evangelios la mujer adúltera― ésta sí lo era― es perdonada por Cristo y sus acusadores abandonan el lugar avergonzados. En el primer caso se considera a Dios desde la justicia que condena y en la segunda desde el perdón que absuelve y pide la rectificación de la actitud por la que es condenada.

Pero, todo esto significa mirar con atención al evangelio, con lo cual hemos de relacionar el A.T con el N.T, en el cual el rostro que se busca de Dios se desvela, no como misterio, no como simple tradición, no como un dios que habita “los cielos”, fuera del mundo en el que vive su criatura el hombre, sino que para hacerse entender se reviste de hechura humana (Jn.1), y que básicamente puede comprenderse todo en lo que está escrito en el primero de los mandamientos: amarlo y hacer el bien.

Amar a Dios no es algo fácil― como escribía Machado en su “Juan de Mairena” ― porque desde la pequeñez humana resulta imposible amar lo que no es suficientemente conocido, y que por otra parte quien lo es todo en Sí mismo no tiene necesidad de ser amado. Pero sí la tiene el hombre. Y ese amor cobra sentido cuando traducimos “amar” por “confiar”, pues, ciertamente, el hombre necesita sostener la confianza en una vida que no se acabe, a pesar de las contradicciones de la existencia.

De otra parte, el hombre pretende encontrar respuesta a su existencia desde el humanismo, pero lo humanismos no pueden explicar el último sentido de la vida. El hombre es un ser inmanente que siente la trascendencia. Y el cristianismo une lo trascendente con lo inmanente. Cielo y tierra. Dios y hombre. Por eso, siendo la religión más humanizada (pues ofrece lo eterno― que es el mismo Dios―, y al mismo tiempo reta al hombre a la evolución que va desde sus orígenes simiescos hasta el humanismo más auténtico, por eso, este re-ligar su humanidad con lo eterno, este humanismo en el que lo divino se humaniza para que lo humano pueda divinizarse, podemos decir que es la religión auténtica (sin menoscabo a cualquier otra forma de religión que honestamente busque la verdad)


ÁNGEL MEDINAMálaga, España

MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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