LAS PERDURABLES SERIES DE TELEVISIÓN
“El hombre es un
niño que nunca termina de crecer”, conjeturó con buen sentido de la
observación alguien que ahora no recuerdo quién era. Por su parte, nuestro
siempre recordado Pablo Neruda escribió en sus memorias: “En mi casa he
reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño
que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al
niño que vivía en él y que le hace mucha falta”. También están los que
dicen, con un criterio práctico y no menos buen humor, que “en la vejez hay
un volver hacia aquellos primeros tiempos, ya que asumimos nuestras
obligaciones reconociendo que hemos crecido y acumulado experiencias para
llegar a lo que se llama (acaso irresponsablemente) la edad adulta”.
Tras esas
reflexiones y las inmensas ganas de seguir disfrutando los placeres simples que
nos ofrece la vida, se esconden, además, los temores a la soledad y a la
inapelable muerte. Pero dejemos a un lado lo patético y vayamos hacia lo
reconfortante. “Nada se pierde, todo se transforma”, ilustró el sabio
Antoine de Lavoisiere; y ahora, por qué no adosarle los estímulos que nos
propone el trovador uruguayo Jorge Dexle: “Cada uno da lo que recibe / y
luego recibe lo que da. / Nada es más simple, / no hay otra norma. / Nada se
pierde, / todo se transforma…”
Ambas reflexiones
nos hacen sentir la generosa prolongación épica del asombro; tampoco debemos
olvidar las andanzas del tan entrañable Don Quijote y su escudero Sancho
Panza; y por qué no recuperar como otra forma de nuestra nostalgia las
famosas series de televisión y su cariñoso costado, para volver a ser niños.
Empiezo este
resumen evocatorio con “Los Locos Adams”, serie de la otrora televisión en
blanco y negro, que ya ocupa la categoría de clásico. Tanto es así que cada vez
que se los menciona, no faltará alguien de la guardia vieja que con un
chasquido de dedos cerrará los ojos para cantar el pegadizo “tara-ra-rá” de la
presentación musical, que iba seguida de aquel sonar de dedos de todos los
integrantes mirando la cámara. Raúl Rafael Carlos Juliá Arcelay, nacido en San
Juan de Puerto Rico, fue el actor que caracterizó al personaje y alcanzó fama
internacional en la divertida saga de la extravagante familia en la que una
mano cobraba vida para intervenir sensatamente en los actos más audaces. A
Juliá Arcelay lo secundaba la seductora Carolyn Jones, bajo el nombre de
Morticia, su amorosa y enamorada esposa.
Otra serie que se
niega a ser archivada por la moderna televisión, es la de “El Zorro”, que bajo
el sello de Walt Disney, protagonizara el actor Armando Joseph Catalano, nacido
en el Sur de Italia, criado en Nueva York y conocido artísticamente como Guy
Williams. Este galán, que el destino trajo a la Argentina, falleció de un
fulminante paro cardiaco, el 30 de abril de 1989. Williams era, además de una
bellísima persona, un habilísimo esgrimista.
Ya retirado de la
actuación, había decidido vivir en Buenos Aires. Guy Williams fue famoso
especialmente por interpretar al aristócrata personaje justiciero de la clásica
serie. Posteriormente, apareció en algunos episodios de “Bonanza”,
interpretando a uno de los personajes y fue el eje central de “Perdidos en el
espacio”, donde era al profesor John Robinson, un honorable padre de familia;
pero, sin duda, Guy Williams ya era para siempre el justiciero “Zorro”.
Este emblemático
actor durante la segunda mitad de su carrera, residió y trabajó mayormente en
la Argentina, donde se lo llegó a considerar un ídolo popular y uno de los
galanes que más ha logrado cautivar a las mujeres. En la década de los sesenta,
muchas madres de Hispanoamérica bautizaron con el nombre de “Diego” a sus hijos
debido a la fuerte atracción que despertaba en ellas su célebre personaje.
Aquí, con otro
actor argentino, Fernando Lupiz, daban públicamente clases magistrales de
esgrima, atrayendo multitudes en sus presentaciones. Yo, gracias al locutor y
periodista Antonio Carrizo, conocí al inmortal Guy Williams. Antonio era vecino
de él y cada tanto nos encontrábamos en un restaurante de Buenos Aires para
compartir una cena. Guy era un hombre amable, encantador y lleno de anécdotas.
Vivió sus últimos años en la Recoleta, un exclusivo barrio de la ciudad de
Buenos Aires, donde lo encontraron muerto inesperadamente a los sesenta y cinco
años.
Queda otro
personaje famoso de aquella época, que también me complace recordar. El
talentoso antihéroe Peter Falk, intérprete del detective “Columbo”, personaje
central de una serie de televisión estadounidense creada por los famosos
productores Richard Levinson y William Link. La serie se emitió regularmente
entre 1971 y 1978, y esporádicamente entre 1989 y 2003, hasta un total de casi
setenta episodios, regresando cada tanto a la televisión argentina.
Se sospecha que su
nombre se debe a una parodia del físico-culturista y luchador Franco Columbu
debido a su parecido con el actor (a su cara por supuesto, ya que Falk era más
bien gordo y bizco). Algunos aseguran que el nombre del personaje es Frank
Columbo, pero en ninguno de los episodios se le llama por su nombre, y él
siempre se presenta a sí mismo como el “teniente Columbo”. Los propios
creadores han aclarado que nunca se le dio un primer nombre; también su esposa
en la ficción, que nunca apareció ante las cámaras, y era referida por él como
la señora Columbo.
Esta famosa serie
es considerada un caso particular en el sentido de que no hay créditos comunes
a todos los episodios y cada uno de ellos son una suerte de largometrajes
creados en especial para la televisión. Siempre pacífico, sin escenas de
violencia, a través de sus brillantes deducciones, el teniente “Columbo” resolvía
los casos. Mi amiga, la poeta Silvina Ocampo nunca dejó de agradecerme que le
revelara a este personaje del que se hizo adicta. “Columbo es una de las
genialidades que le debemos a la televisión”, me confesó.
También destaco la
muy divulgada serie de “El Super Agente 86”, una serie estadounidense emitida
originalmente entre 1965 y 1970 que parodiaba a las películas y series de
espías internacionales; una mezcla de James Bond y el inspector Clouseau,
creada por Mel Brooks y Buck Henry, y protagonizada por Don Adams, como Maxwell
Smart, el legendario “agente 86”, con Barbara Feldon, como la “agente 99”.
La trama se basaba
en los personajes que operaban para CONTROL, una supuesta agencia secreta de
espías del gobierno de los Estados Unidos. Al parecer la idea de la serie vino
de una propuesta que Daniel Melnick hizo a un productor para sacar partido de
los dos personajes más importantes del mundo del entretenimiento: los inefables
y ya citados James Bond y el inspector Clouseau. Brooks dijo, un poco de broma,
que se excedían en la crítica, ya que “era una combinación demencial y acaso
más exagerada que la de James Bond y la comedia de Mel Brooks.
Esa ecuménica serie
se emitió en la NBC entre 1965 y 1969. Después se trasladó a la CBS, donde se
completó la última temporada, en 1970. La serie fue muy popular y un clásico de
la televisión en la década de 1960, siendo repuesta en diversas ocasiones en
todo el mundo vía satélite. Ganó siete Premios Emmy y fue
nominada para otros catorce y para dos Globos de Oro. Es
enternecedor ver durante la última temporada, ya mayorcitos, a Bárbara Feldon y
Don Adam representando sus gloriosos papeles.
Agreguemos que se
han hecho tres largometrajes basados en la serie: primero, uno con parte del
reparto original en 1980, titulada The Nude Bomb (La bomba nudista), también
conocida como The Return of Maxwell Smart o Maxwell Smart and the Nude Bomb.
Después de éstos, se estrenó un especial hecho para la televisión llamado ¡Get
Smart, Again! en 1989. Y también Superagente 86, tomados de películas,
protagonizada por Steve Carell, Anne Hathaway y Alan Arkin. Una de ellas se
difundió en 2008 en España, con el título de El Súper Agente 86 en
Hispanoamérica.
En tanto en los
Estados Unidos se estrenó una serie derivada de esta película, titulada Get
Smart´s Bruce and Lloyd: Out of Control y una secuela en 1995 protagonizada por
Adams y Feldon, con Andy Dick en el papel de su hijo, Zach, uno de los gemelos
Smart.
La serie, como
siempre, se centra en las aventuras del agente secreto Maxwell Smart (Don
Adams), proclive a cometer grandes torpezas a cada momento; conocido también
como “Agente 86”. Su compañera (y, más tarde, esposa en la vida real) es la
“Agente 99”, la bellísima y carismática Bárbara Feldon, cuyo verdadero nombre
nunca se revela. Así, Max y “99” prosiguen trabajando para CONTROL (parodia de
la CIA, localizada en Washington D. C. Ambos se embarcan en numerosas misiones
alrededor del mundo, entre ellas la Argentina, donde la incompetencia de Smart
siempre causa complicaciones.
Sin embargo, Smart
nunca falla en sus misiones especiales y gracias a su casual suerte y la
imprescindible ayuda de “99”; contando, además, con su infalible “zapatófono”,
(un avanzado teléfono celular de la época adosado al zapato, con un disco
rígido, es de suponer, en la suela).
No está de más
agregar que el superior de Max y su compañera es el sufrido Jefe de CONTROL
(famoso Edward Platt), conocido simplemente en ese papel como “El Jefe”.
Recuerdo que en un capítulo un juez, encargado de un implacable juzgado, lo
intima para que diga su nombre de pila. La respuesta es Tadeo.
La némesis de
CONTROL es KAOS (parodia de la KGB), “la organización internacional del mal”,
que una igualmente inepta organización de un país desconocido perteneciente al
Bloque del Este. CONTROL y KAOS siempre aparecen en mayúsculas, y no son siglas
ni acrónimos. El otro dato divertido es el hecho de haber utilizado estos dos
conceptos antónimos para definir a las dos organizaciones rivales.
En sus cinco
temporadas los creadores se dieron el gusto de parodiar filmes o series como
Casablanca, El fugitivo, La gran evasión, Bonnie y Clyde, La ventana
indiscreta, Goldfinger, El tesoro de Sierra Madre, Ironside, Asesinato en el
Orient Express, Agente 007 contra el Dr. No y hasta a su indirecta competencia,
la no menos famosa serie de Los vengadores.
Esta reseña demuestra que la pantalla de TV atesora cosas buenas y cada tanto las revive con generosidad. Se han sucedido décadas y las mencionadas series siguen vigentes. Felizmente no se las echó al olvido. Quizá como yo, un niño que no ha terminado de crecer, otros nostálgicos disfruten de estos personajes inmortales que siguen encantándonos la vida.
ROBERTO
ALIFANO – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFCO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario