«REFLEXIÓN SOBRE UN JUICIO FALLIDO»
Un juicio sin
garantías es un crimen perpetrado al amparo de la ley. Para que existan
garantías ―dando por hecho que la ley coincida con la ética y no se limite a ser
una imposición del legislador― tiene que existir libertad del encausador (sin
presiones externas), competencia para administrarla y garantías para el
procesado― Una turba manipulada que vocifera exigiendo la muerte de un inocente
y la exoneración de un culpable dificulta la aplicación de la ley. Se asemeja a
la masa que se congrega en un campo de fútbol y grita como un solo energúmeno,
al amparo del anonimato que diluye al individuo y lo transforma en un animal
objeto de sus más larvadas pasiones, al transformarse el sujeto en muchedumbre.
Se dice que hace
algún tiempo la comunidad judía de New York discutió la posibilidad de volver a
repetir el juicio que condenó hace veinte siglos a morir a uno de los suyos
(entonces), y de muchos (hoy), debido a las irregularidades del encausamiento. Una
tarea nada fácil, porque si llegara a celebrarse y el veredicto fuese no guilty, entonces, ¿qué habría de
hacer el pueblo judío? ¿Podría rectificar la Historia?
No hay libro que
haya sido objeto de mayor estudio en el transcurso de los tiempos que el de las
Escrituras, ― en especial el N.T― sometida a la exégesis moderna, a la historia
de las formas, a la filología, a la tradición oral y estilos literarios. Por
eso, es posible encajar las distintas piezas del puzzle que reflexiona en su
obra “Historia de la Pasión”, Luis de la Palma, s.j. cuyas consideraciones
vamos a exponer.
El Consejo de los
ancianos, esto es, el Sanedrín se reunió en la noche de la Pascua judía,
teniendo prohibido hacerlo durante la oscuridad. Durante el interrogatorio
declararon testigos falsos que incurrieron en contradicciones. El reo carecía
de defensor. El principio de imparcialidad no le asistió (habían tratado de
matarlo con anterioridad). El Sanedrín no se pronunció por votación y por tanto
no hubo unanimidad en la sentencia. La vista se celebró en dos sesiones diarias
sin interrupción, lo cual estaba igualmente prohibido. La condena fue por
blasfemo, por lo que para poder conseguir la pena de muerte en Jerusalén
hubieron de recurrir a la autoridad romana, a la cual no consideraban como
legítima. El delito de la acusación no se constituía en ninguna violación según
las leyes romanas, por lo que pusieron a Pilatos en situación límite señalando
como enemigo del César quien no sentenciase a aquel que se proclama rey (en realidad
tal acusación no conllevaba la pena de muerte; sí la violencia contra los
soldados romanos o la sedición). El Prefecto proclamó su inocencia en el
proceso, pero, temiendo ser tenido como enemigo del emperador si no accedía a
la condena, admitió la petición de la masa que vociferaba: ¡Crucifícalo!, al
tiempo que pedía la liberación de un tal Barrabás, un zelote acusado de
enfrentarse al ejército imperial.
Es fácil manejar
a las masas. La masa no piensa, sino que reacciona emocionalmente. Los mismos
que le aclamaron días antes queriendo hacerlo rey se desgañitaban pidiendo su
muerte, manipulados por la jerarquía eclesiástica de aquel tiempo. El gentío
que representaba al Pueblo asumió aquella condena, hasta el punto de decir: “caiga
sobre nosotros y nuestros hijos su sangre”
Es evidente que
ante tal cantidad de irregularidades la determinación no se ajustó a Derecho.
Pero, aquel hombre tenía que morir. Pudo evitarlo no subiendo a Jerusalén,
aunque decidió hacerlo asumiendo así todo lo que había venido diciendo y
haciendo durante tres largos años de predicación.
La condena fue
por autoproclamarse como el Mesías. Estaba escrito y se cumplió la Escritura.
El Pueblo judío
aguardaba la llegada del Ungido, pero se fabricó su propia expectativa.
Aguardaba un rey guerrero que les libraría del sometimiento a Roma y
encontraron un Salvador que venía a liberarlo de ellos mismos. Y cuando el
hombre se fabrica una idea desde sí, acaba rechazando todo lo que no sea eso.
Podríamos
preguntarnos ¿Qué trajo realmente, si después de más de dos milenios el mundo
continúa igual o peor que antes? Es el Papa sabio, Ratzinger, el que nos
responde: “Trajo al verdadero Dios” · El hombre es de alguna manera imagen suya,
pero no se contenta con eso y pretender hacer a Dios semejante a los hombres.
Dice el Salmo 27:
“Sí, Yavhéh, tu rostro busco, no me ocultes tu rostro”. Éste fue el delito. Que
el mismo que creó todo entró en el mundo como hombre para desvelar su verdadero
rostro. Un rostro que permite la confianza de que la muerte no es el fin, y que
reta a que en la vida el hombre crezca desde ser hombre (con “h” minúscula) a
Hombre (con “H” mayúscula).
Pero, evidentemente, el hombre no coincide algunas veces con este Hombre y con este Dios.
ÁNGEL MEDINA – Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
<autor: https://www.facebook.com/novelapoesiayensayo
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