“BUEN DIA, SEÑOR ALEJO”
Antes de reírse o demostrar incredulidad alguna por lo que voy a relatar, quisiera recordarles que, el artículo 22, inc. 4º del estatuto de este Club del Enigma, establece y obliga que los miembros tendrán en consideración que: Todo aquello que conocemos por real, trasciende el campo de lo verosímil y viceversa. El afiche se encontraba a la vista de todos, en grandes letras de molde.
Joaquín, comenzó la historia:
Alejo
vivía en un barrio de casas coloniales, esas que tienen un amplio jardín en el
frente y detrás un gran espacio que
sirve a veces para practicar algún deporte o simplemente para cultivar un gran
parque con árboles y flores. Lugar que también se adaptaba para la gran
piscina.
Todas las mañanas del año, sea la época
estacional que fuere, salía a la calle para caminar un rato. Salida que
aprovechaba para hacer las compras. Todos los días, sin excepción, se encontraba
con la señora Alma quien le saludaba matemáticamente. Era aquello tan
sistemático y regular, que no había causa o motivo que pudiese ocurrir para que
el encuentro no se produjese.
Joaquín hizo un prolongado silencio. Todos estabamos sentados en la terraza del bar de Vicente frente a las cosabidas cervezas. No volaba una mosca. Retomó el relato y durante todo el tiempo su voz se mostró tan baja que tuvimos que hacer un esfuerzo para escucharle.
-Sí, Alejo la conocía a la señora Alma… prosiguió “Joaco”.-Se veían todos los días casi en el mismo lugar…
-Era tan amable… Demasiado amable… -Continuó:
-Siempre con aquel saludo tan cordial… -“Buen día, Señor Alejo…”
-“Buen día, Señora Alma”, le contestaba y
de inmediato seguía su camino presuroso. Le gustaba aquella mujer tan enigmática,
pero a la vez, algo le decía que no debía meterme con ella. Siempre creyó que
la intuición era lo primordial en su vida.
Había pasado bastante tiempo. Una mañana
de invierno, fría y ventosa, con abundantes nubes navegando el cielo, Alejo salíó
de la casa como de costumbre. Caminó ensimismado aquellas tres cuadras que lo
separaban del infaltable “Buenos días, Sr Alejo”. Le extraño no ver a la mujer.
Era demasiado raro que no estuviese allí. Se dio cuenta que la añoraba pero no entendía
por que.
¿Se habrá enfermado? –se preguntó
angustiado. Y en lugar de seguir su camino, decidió tontamente llamar a la
puerta para averiguar que le podría haber sucedido. Ante la falta de respuesta,
pensó en irse, pero inmediatamente insistió. Tampoco hubo respuesta. Sabía que
Alma vivía sola y se alarmó. Con temor, empujó la puerta y esta se abrió. Sin
pensarlo, entró. Estaba muy oscuro. Buscó la llave de luz y al encenderla se
encontró metido en una gran sala. Una exótica lámpara de bronce, ahora
encendida, brillaba en un rincón. El piso estaba alfombrado de rojo y los
muebles eran muy antiguos pero se veian bien conservados y limpios. Todo parecía
estar perfectamente ordenado. Volvío a llamar y sólo le respondió el silencio. Ansioso,
recorríó las otras habitaciones. Descubríó otra gran sala sin ventanas pintada
de amarillo, casi al final de la pared de la derecha, divisó la entrada de una
escalera que conducía, supuso con acierto, a un sótano. Temeroso, bajó por
ella. Fue un descenso interminable, parecía que nunca llegaría al final.
Atraído por la curiosidad, descendíó
durante largos minutos por aquellos perpetuos escalones… Si no hubiese sido por
los cuadros de extraños diseños que estaban colgados sobre la pared derecha de
la escalera, hubiera jurado que siempre estaba en el mismo lugar.
Al fin, cuando ya creía que el
agotamiento lograría vencerlo, llegó hasta un enorme salón que irradiaba desde todos
los rincones una luminosidad violácea. Allí, en un gran sillón, estaba sentada
Alma…
La mujer le hizo señas para que se
acercara. Recorríó, entonces, un buen tramo para llegar a ella…
-Buen día, señor Alejo. -Dijo Alma-.
-Buen día, contestó y se sentó a su lado.
Estaba muy fatigado por el largo descenso. Ella, sin decir nada, lo tomó de las
manos. Entonces, se vio inmerso en un remolino de energía que lo arrastró al
infinito. Sentía que su cuerpo parecía estallar desfragmentándose en un
universo de átomos y partículas. “Como es arriba es abajo” – Pensó.
Gritó con todas sus fuerzas… Las estrellas y los astros se extinguieron. Perdíó la nocion del universo.
Habían pasado largos minutos desde que Joaquin, sin más, diera por
finalizado su relato. Ya era noche.
Me levante y me fui
sin saludar… No sabia a ciencia cierta que pensar de aquel asunto, tanto Alejo,
como Joaquin, eran de los mejores amigos. Cómo dudar?
El vaso de cerveza apenas había decrecido lo que dura un trago. El fluido había perdido su espuma y el ambar de la superficie yacía incólume. Esa noche, por más vueltas que di, casi no dormí.
El cuerpo fue hallado por la policía a las nueve de la mañana. Yo, me
encontraba presente.
Recordé que “Joaco” había deslizado algunas palabras finales al acabar
su relato: “-Esto es todo lo que me comentó Alejo dos días antes de morir…”
………………
Cuando sacaron a Alejo, vi que emanaba abundante sangre de su nariz y
de su boca. Su piel se veía exageradamente de color lila.
La policía registró toda la casa pero no encontraron el cuerpo de Alma
y, menos aún, la entrada del sótano por donde Alejo dijo haber descendido.
La vivienda fue vendida al poco tiempo y el nuevo propietario la
reedificó.
……………
Ayer, pasé frente a la casa y vi a una niña sentada en el umbral del
nuevo portal jugando con una muñeca…
-¿Cómo te llamas? -Le pregunté.
-Alma… -Me respondió. Y vos...? Su pequeña voz fue un rocio de azúcar
rosada del edén, (si lo hubiera)
- …
Mañana volveré a pasar, me dije… Todos los días pasaré a la misma
hora, me repetí mentalmente con cierta inquietud.
“Antes de reírse o
demostrar incredulidad alguna por lo que voy a relatar, quisiera recordarles
que, el artículo 22, inc. 4º del estatuto de este Club del Enigma, establece y
obliga que los miembros tendrán en consideración que: Todo aquello que conocemos por real, trasciende el campo de lo verosímil
y viceversa”.
NORBERTO PANNONE – poeta y escritor argentino
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