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sábado, 19 de diciembre de 2020

ABORTO Y MATERNIDAD, Adrian Néstor Escudero, Santa Fe, Argentina

 








Imagen: pacifista.com


ABORTO Y MATERNIDAD. O cuando el gratuito don de la Vida es acechado y truncado por el ingrato crimen de la Muerte.

 

La vida es don de Dios. Las mujeres que apoyan el aborto esgrimen tener derecho a disponer como quieran de sus cuerpos. No es así. Nuestros cuerpos no nos pertenecen. Para el creyente, es creación y propiedad de Dios. Para el ateo, revelación de la vida: "El hombre nacer no pide y morir no quiere", decía un egregio cantautor argentino.  

Nuestros cuerpos no nos pertenecen, solo somos buenos o malos administradores del don de la vida encerrado en estos cuerpos o tesoros de barro (San Pablo). Administradores. Como lo somos del mundo entero.  

Porque tampoco somos tampoco dueños del mundo. No somos en realidad dueños de nada. Ni una neurona de las que nos llevan a ser lo que somos, el peor o el mejor, nos pertenece. Todo es un don. Y solo administradores de ese preciado, y para algunos entonces, desechable, descartable don. 

 Un don que se nos ha confiado como los únicos seres con consciencia y conciencia del planeta, y sujetos tanto a la facultad como al deber de administrar lo creado. ¿O algún ser humano sabe que está vivo hasta los cuatros años? Es simplemente, en promedio, y desde aquella aguja del Reloj Calendario Vital que, un día -inesperado por cierto-, el hombre descubre que está vivo. Y se toca y se ausculta, y mira a su alrededor y otea los cielos y se pregunta, ¿qué es esto? ¿Qué soy? ¿Quién soy?  

 ("¡Hijo!, ¿qué te ha pasado? ¿Estás lastimado? Sí, mamá. Me sale esto... ¿Esto? eso es sangre, hijo... ¿Sangre? Me salió esto y tuve miedo... ¿Miedo? Entonces... Miedo. ¿Por qué ese pájaro yace a mis pies y mi mano tiembla y mi honda...? Está muerto, hijo. ¿Muerto? ¿Y qué es eso, mamá?...). En ese instante, Adán y Eva se ocultaban en el Jardín del Edén, porque tuvieron miedo de que Él los descubriera desnudos. Miedo...  

 Para algunos resulta evidente dicha realidad. Para otros, y sobre todo para aquellos que piensan o creen que el hombre es su propio dios y se salva por sí mismo, y reniegan de su ser criatura, fruto frágil y falible de la humana condición cuya suerte está sujeta al polvo (porque el hombre pertenece a la tierra y no la tierra al hombre, decía un viejo cacique Seatle), y a la permanente evolución de un llamado proceso vida-muerte-vida, dicha realidad agraciada (objeto y sujeto de gratuidad desde el Principio del principio de su concepción vital), decíamos, no lo es tal. Y cuánta necedad y supina ignorancia guía sus decisiones respecto de abortar lo que ya fue concebido por las Leyes Creacionales dictadas por el Único Que Es y Hace Ser en el infinito universo todo...  

Así entonces, y si bajo el inescrutable designio del Dueño de la Vida, un ser humano resulta engendrado en la figura materna de otro ser humano, el ser humano portador será siempre madre: madre de un hijo vivo o de un hijo muerto. Pero jamás dejará de ser o de haber sido Madre de un viviente. Madre de otro ser viviente o de un ser asesinado. Y esa es la única Verdad verdadera.

Por eso afirma el Poeta, siempre es triste (o más bien, inexorable) la Verdad: lo que no tiene es remedio: solo incubarla como destino (a transitar con fe y ayuda de la misma Gracia que permitió su concepción) o como desatino (tras el crimen de haberla segado sin más, incluso, con ayuda de la Ciencia deshumanizada).- 

 

©ADRIAN NESTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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