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sábado, 19 de diciembre de 2020

YO MATÉ A XIUL LASÖPAT, Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina

 












Fotografía de tapa: Ernesto Monteavaro

 

               


YO MATÉ A XIUL LASÖPAT

 

                Enigma y lenguaje en claroscuro. Un lenguaje en el que aparecen elementos de una poesía extraña que, aunque a veces pueda parecernos hermética e impregnada de misterio, no por eso deja de conmovernos.
            Su autor alguna vez me dijo que creía, no sin dolor, que este mundo pertenece a los que gritan, a los farsantes, a los que corren y se encaraman. Entonces tuve la sensación de que Lasöpat estaba viviendo un exilio voluntario en el territorio de la soledad, y que era, precisamente, en ese territorio donde escribía su poesía. Una poesía con una secreta luminosidad, que es a la vez un faro y un refugio de privilegio para esa inmensa fraternidad de los solitarios.

            Cuanto más trataba a Xiul Lasöpat, más tenía la impresión de que en él lo abstracto se corporizaba al mismo tiempo que lo concreto se desvanecía.

            Siempre me pareció una especie de Hamlet debatiéndose entre el ser y el no ser, a tal punto, que su realidad muchas veces me ha llegado a parecer una ensoñación, como si toda su vida fuese una sucesión de postales, una realidad ambigua. Y la ambigüedad -que no es ajena a la poesía- en él se intensificaba tanto por momentos, que su persona misma llegó a ser para mí una verdadera incertidumbre.

            Cuando se lo dije, me respondió que lo único que se oponía a su realidad era lo ilusorio, dado que las imprecisiones no estaban en lo imaginario sino en la ilusión.

            Xiul Lasöpat, a quien bien puedo considerar mi “negativo”, mi “otro yo” a la hora de ponerse "él" a escribir, es alguien a quien puedo convocar frente a un espejo y verlo en el límite de lo borroso sin llegar a desestructurar su imagen.

 

 












         

Su poesía es lógica y es no-racional, para no emplear el término equívoco de irracional.

         Confinado al espejo, Xiul Lasöpat, que viene ser “el otro”, podrá parecer el poeta del apartamiento, de la soledad o el de la existencia incumplida, cuando, en realidad, es alguien que buceando en lo desconocido pretende vivir una nueva experiencia poética. Lo que “él” busca es el lenguaje de lo inexpresable y la única norma que acepta es la de la libertad total, la de una poesía sin cánones. 

En espejada identidad

un rumor inconsciente

le sugiere el poema,

y en la clandestinidad

del silencio

las palabras lo aguardan.

 

         Y es en ese ir y venir de imágenes frente al espejo que, para “el otro”, que es el que escribe los poemas, el “Otro él” -que es el que los termina firmando y da la cara-, soy yo.

            En la tapa del libro mi nombre y mi fotografía.           

            La decisión la tomé cuando recordé que el plagio sólo es válido si va seguido de asesinato; y el arma que elegí fue el anagrama.     

 

©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA 

 

* Click:  https://www.youtube.com/watch?v=1hvDY-SbchI&feature=emb_logo

 

 

 

 


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