Fotografía de tapa: Ernesto Monteavaro
YO MATÉ A XIUL LASÖPAT
Enigma y lenguaje en claroscuro. Un
lenguaje en el que aparecen elementos de una poesía extraña que, aunque a veces
pueda parecernos hermética e impregnada de misterio, no por eso deja de
conmovernos.
Su autor alguna vez me dijo que creía, no sin dolor, que
este mundo pertenece a los que gritan, a los farsantes, a los que corren y se encaraman.
Entonces tuve la sensación de que Lasöpat estaba viviendo un exilio voluntario en el territorio
de la soledad, y que era, precisamente, en ese territorio donde escribía su
poesía. Una poesía con una secreta luminosidad, que es a la vez un faro y un
refugio de privilegio para esa inmensa fraternidad de los solitarios.
Cuanto más trataba a Xiul Lasöpat,
más tenía la impresión de que en él lo abstracto se corporizaba al mismo tiempo
que lo concreto se desvanecía.
Siempre me pareció una especie de
Hamlet debatiéndose entre el ser y el no ser, a tal punto, que su realidad
muchas veces me ha llegado a parecer una ensoñación, como si toda su vida fuese
una sucesión de postales, una realidad ambigua. Y la ambigüedad -que no es ajena
a la poesía- en él se intensificaba tanto por momentos, que su persona misma
llegó a ser para mí una verdadera incertidumbre.
Cuando se lo dije, me respondió que
lo único que se oponía a su realidad era lo ilusorio, dado que las
imprecisiones no estaban en lo imaginario sino en la ilusión.
Xiul Lasöpat, a quien bien puedo
considerar mi “negativo”, mi “otro yo” a la hora de ponerse "él" a
escribir, es alguien a quien puedo convocar frente a un espejo y verlo en el
límite de lo borroso sin llegar a desestructurar su imagen.
Su poesía es lógica y es no-racional, para no emplear el término equívoco de
irracional.
Confinado al espejo, Xiul Lasöpat, que viene ser “el otro”, podrá parecer el
poeta del apartamiento, de la soledad o el de la existencia incumplida, cuando,
en realidad, es alguien que buceando en lo desconocido pretende vivir una nueva
experiencia poética. Lo que “él” busca es el lenguaje de lo inexpresable y la
única norma que acepta es la de la libertad total, la de una poesía sin
cánones.
En espejada identidad
un rumor inconsciente
le sugiere el poema,
y en la clandestinidad
del silencio
las palabras lo aguardan.
Y es en ese ir y venir de imágenes frente al espejo
que, para “el otro”, que es el que escribe los poemas, el “Otro él” -que es el
que los termina firmando y da la cara-, soy yo.
En la tapa del libro mi nombre y mi
fotografía.
La decisión la tomé cuando recordé
que el plagio sólo es válido si va seguido de asesinato; y el arma que elegí
fue el anagrama.
©LUIS ALPOSTA, poeta
y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO Y
ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
* Click: https://www.youtube.com/watch?v=1hvDY-SbchI&feature=emb_logo
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