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EL VIENTO Y LA NIÑA
Tiene una novia
el viento, lo he visto con la muchacha
de piques por
las esquinas, de besos por las mañanas.
Enlazados contra
el lapacho, a guiños con las iguanas,
de costa a
costa, escondido en los brazos de la dama.
Como un ruiseñor
soplando, despacito para no espantarla,
deja caer en sus
labios flores de jacarandá cuando pasa.
Susurrando
espinillos, de vergonzoso, no más,
se vuelve verde
esmeralda.
Una vez lo vi
corriendo como quien de un fantasma dispara,
era él mismo
siguiendo su sombra entre las ramas.
Al amanecer de
aquel día, lo vieron llorar al alba.
Le pregunté si
tenía, ¿dolor, o triste nostalgia?
¿Si podía
consultar a las nubes, a las barrancas,
a los arroyos
jilgueros, a las yatay, a las garzas?
-Las copas me
han vencido, soy pluma de ave que pasa.
Voy a donde
nadie sabe que corro viejas del agua -
Sale el sol y se
pregunta - ¿dónde está el viento que canta? -
Escondido en una
copla, o en el fondo de una guitarra.
Lejos de la
muchedumbre, cerca de las barrancas,
soplando sobre
el hornero, su casa de barro y paja.
O quitando de
encrucijada al mandubé del pico,
de un tirón a
ésta costa, de un tirón a ésa lata,
de tarro en
tarro la loma. O liberando escamas,
de otra cría de
sábalo a la orilla de la playa.
Al viento lo vi,
callado, cabeza baja, encorvado
mirar por debajo
del agua. Pensé se habrá perdido,
ya anda con la
nostalgia, comió mal un gorrión,
lo empacho la
chicharra, se fue de bingo en la noche,
se le calentó el
agua, y el mate de puro pico
le quemó hasta
la garganta.
- Está algo
sonso mi amigo, me dije mientras guardaba
en mi cartera
estrellas de tardes enteras de plata -
Sólo lo vi,
junto al borde de la calle tropezando
con el alma.
- Es como un
niño escapando de la siesta a la plaza -
Sopla el viento
y de un giro el aire que sopla estalla,
caliente como el
Caribe con broza fina en la cara.
Finge ser un
extranjero con aire de nuez moscada.
Pero,
entrerriano como el monte, de espinillo en la garganta,
canta y brilla
como un grillo, entre los aire que danza,
campo adentro,
cementerios de los pueblos y muchachas.
Sé de él porque
respondo, sé de él porque me inclino
ante su estampa.
Sin máscara ni palabras. Viento y agua.
Sabe Dios si
sopla fuerte, sabe Dios si sopla en calma.
Del huracán de
la noche, los pichones se levantan,
y con lagañas
aún puestas, preguntan - ¿qué le pasa? -
- Es el viento
un fantasma que camina en las mirillas,
y se filtra en
las puertas, como mendigo o gitana,
adivina mis
sentidos, y me busca, y me llama -
La niña que hoy
recuerdo, viene de lejos y es agua.
Se lleva en
canto el viento, su cabellera enredada.
Ríe el viento a
carcajadas. Y sueña la niña pobre
con su ranchito
en la playa.
Enfrente están
las islas: una pequeña y selvática,
otra de ancha
cintura y largas leguas de estancia,
para caminar
descalzos con la fe subida al tiempo
de los ojos que
las ama.
¿Será que el
viento se puso del lado de las chicharras?
A aquella niña
lejana, en costas de arena blanca
se la ve,
girando fuerte, riendo como si nada?
©MARTA PIMENTEL ÁLVAREZ, poeta y escritora argentina
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Gracias Norberto, un honor acompañarlos.
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