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miércoles, 16 de septiembre de 2015

EL VIENTO Y LA NIÑA, Marta Pimentel Álvarez, Paraná, Entre Ríos, Argentina


Imagen de: sembrarenelinfinito.wordpress.com


EL VIENTO Y LA NIÑA

Tiene una novia el viento, lo he visto con la muchacha
de piques por las esquinas, de besos por las mañanas.
Enlazados contra el lapacho, a guiños con las iguanas,
de costa a costa, escondido en los brazos de la dama.
Como un ruiseñor soplando, despacito para no espantarla,
deja caer en sus labios flores de jacarandá cuando pasa.
Susurrando espinillos, de vergonzoso, no más, 
se vuelve verde esmeralda.

Una vez lo vi corriendo como quien de un fantasma dispara,
era él mismo siguiendo su sombra entre las ramas.
Al amanecer de aquel día, lo vieron llorar al alba.
Le pregunté si tenía, ¿dolor, o triste nostalgia?
¿Si podía consultar a las nubes, a las barrancas,
a los arroyos jilgueros, a las yatay, a las garzas?
-Las copas me han vencido, soy pluma de ave que pasa.
Voy a donde nadie sabe que corro viejas del agua -

Sale el sol y se pregunta - ¿dónde está el viento que canta? -
Escondido en una copla, o en el fondo de una guitarra.
Lejos de la muchedumbre, cerca de las barrancas,
soplando sobre el hornero, su casa de barro y paja.
O quitando de encrucijada al mandubé del pico,
de un tirón a ésta costa, de un tirón a ésa lata,
de tarro en tarro la loma. O liberando escamas,
de otra cría de sábalo a la orilla de la playa.
Al viento lo vi, callado, cabeza baja, encorvado
mirar por debajo del agua. Pensé se habrá perdido,
ya anda con la nostalgia, comió mal un gorrión,
lo empacho la chicharra, se fue de bingo en la noche,
se le calentó el agua, y el mate de puro pico
le quemó hasta la garganta.

- Está algo sonso mi amigo, me dije mientras guardaba
en mi cartera estrellas de tardes enteras de plata -

Sólo lo vi, junto al borde de la calle tropezando
con el alma.
- Es como un niño escapando de la siesta a la plaza -

Sopla el viento y de un giro el aire que sopla estalla,
caliente como el Caribe con broza fina en la cara.
Finge ser un extranjero con aire de nuez moscada.
Pero, entrerriano como el monte, de espinillo en la garganta,
canta y brilla como un grillo, entre los aire que danza,
campo adentro, cementerios de los pueblos y muchachas.

Sé de él porque respondo, sé de él porque me inclino
ante su estampa. Sin máscara ni palabras. Viento y agua.
Sabe Dios si sopla fuerte, sabe Dios si sopla en calma.
Del huracán de la noche, los pichones se levantan,
y con lagañas aún puestas, preguntan - ¿qué le pasa? -
- Es el viento un fantasma que camina en las mirillas,
y se filtra en las puertas, como mendigo o gitana,
adivina mis sentidos, y me busca, y me llama -

La niña que hoy recuerdo, viene de lejos y es agua.
Se lleva en canto el viento, su cabellera enredada.
Ríe el viento a carcajadas. Y sueña la niña pobre
con su ranchito en la playa.
Enfrente están las islas: una pequeña y selvática,
otra de ancha cintura y largas leguas de estancia,
para caminar descalzos con la fe subida al tiempo
de los ojos que las ama.
¿Será que el viento se puso del lado de las chicharras?
A aquella niña lejana, en costas de arena blanca
se la ve, girando fuerte, riendo como si nada?

©MARTA PIMENTEL ÁLVAREZ, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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