La Maldición del Profesor Svengali
No me abandones,
yo te ofreceré
perlas de lluvia,
venidas de países
donde nunca llueve.
Jacques
Brel
* * *
"Me he puesto grande, ya
ves... sólo le pido a la vida que no me duela..."
Carlos “El indio” Solari – Patricio Rey y los redonditos de ricota.
Hace muchos años los chicos
vivíamos de otra manera. Cuando digo “chicos” hablo de los adolescentes. Y me
refiero a las diversiones, a la forma de comunicarse, a la jerga utilizada, a
la práctica entrañable de la amistad y al sentimiento del amor. A la etapa más
hermosa de nuestra vida.
Cuando uno recuerda esas fechas que parecen tan
cercanas creemos que el mundo no giró y aún conservamos la misma lozanía.
Error. Sólo es necesario mirar una fotografía: el viejo color sepia tiñe
nuestro propio calendario. Por ejemplo, ayer cumplí cincuenta y siete años.
Debo utilizar anteojos - unos para ver de cerca y otros para ver de lejos - me
duele la espalda a causa de la artrosis, no oigo bien del oído derecho. Gané
varios kilos de sobrepeso, algunas arrugas y lo último que perdí fueron los
pelos de la cabeza, bastante blancos, por cierto.
Sin embargo, nuestra mente
custodia vivas imágenes de juventud, quimeras que sonaban como cantos de
sirena, anécdotas graciosas, amores no consumados y ni siquiera declarados,
históricos bochornos. Que nunca los descubra algún espejo, por favor... El
reflejo del cristal agrietaría nuestro propio engaño, el de creer que fuimos
creciendo sin cometer errores; dejaría entrar un hilito de luz sobre crímenes secretos,
impunes, ocultos fantasmas lacerantes, aprendizajes de vida que sólo nosotros
conocemos y mantenemos escondidos.
Todavía sigo unido a mi
primera novia, lo que no es poco decir, en esta época de separaciones,
divorcios, madres solteras pero añosas y otras tantas sutilezas que componen
nuestro mundo actual, que es muy moderno, sí, pero sobre todo
exclusivamente light y sin compromisos respetados.
Con mi mujer hemos parido dos
hijos; la nena, ya casada y separada, nos ha regalado un nieto y regresó
a vivir a casa. Nuestro hijo, en cambio, es de sentimientos más prácticos o
mejor dicho más actuales; se ha ido a vivir junto a su novia en pareja,
es decir en el viejo y conocido concubinato, relación que no nos
molesta, pero si así fuera y lo dijéramos, seríamos tratados por el resto de la
sociedad como monstruos antediluvianos. De recibir un nieto de su parte, ni
hablar. Los pormenorizados estudios de la situación socio-económica actual,
cada vez más decadente, provocan un lamentable pero excelente sistema de
control de la natalidad: el terror sobre el devenir futuro.
* * *
Hace cuarenta años la vida era
absolutamente distinta. Al comenzar la Escuela Secundaria el mundo de las
pasiones se dividía entre el fútbol, las figuritas, Tarzanito, las bolitas, los
autitos de carreras. El tema Las chicas recién iba entrando en nuestras
cabezotas a fuerza de escuchar a los hermanos y amigos mayores que al sufrir
cambios corporales y hormonales ya se iban transformando en homos relativamente
sapiens pero siempre “libidinosus”.
De esta manera fuimos
creciendo y adoleciendo. Es decir, nos fuimos volviendo más estúpidos, menos
estudiosos, más rebeldes y gritones. Más torpes, más peludos, más tozudos y
groseros. Secretamente culpables de tanto inspeccionar nuestro cuerpo, pero con
una fiebre atroz por inspeccionar el de las chicas. Ellas sentirían las mismas
urgencias que nosotros, indudablemente, pero a causa de una especie de rum-rum
familiar, entendían que ceder un milímetro al gozo de una suave inocente
caricia las transformaba en Malas Mujeres en manos de los hombres – ¡qué son
todos iguales!- pero que en definitiva siempre fuimos sus propias marionetas
durante todas las edades.
No hubo nada más hermoso que
la ceremonia de los Asaltos, nosotros las gaseosas, ellas los pebetes,
los padres de la dueña de casa tomando mate en la cocina pero con el oído
atento a cualquier sonido inusual o peligroso. Los varones con pantalones
Oxford, las primeras camisas wash and wear de tela poliamida, corbatas
finitas y sacos ingleses, largos, de un sólo tajo detrás y el cierre de un
único botón. Las chicas con los primeros tacos altos, vestidos con cuellos
botes y peinado a la banana que se mantenía firme como un casco de
guerra con el rociado del reciente invento del Spray. Soportar el spray
era una tortura medieval: no solamente nos teñía los cuellos de las camisas
color azul-violáceo, sino que nos rastrillaba las mejillas recién afeitadas,
sangrándolas más de una vez.
Y al costado de la sala, sobre una mesita, al
lado de la lámpara de píe, el trono, el sitio del Rey infaltable en todo
asalto: el inefable y siempre bien recordado Tocadiscos Winco. Capaz de
reproducir discos de pasta a 78 r.p.m., ya casi en desuso, los Long-Playings de
vinilo de 33 ⅓, y los nuevos simples de 45 r.p.m. ya con el adelanto del
Microsurco.
-¡¡Ahí viene la plaga!!¡¡Me
gusta bailar!! ♪¡¡Y
cuando estoy rocanroleando no me mueven del lugar!!
-♪¡It’s a Limbo, Limbo Rock! ♫
¡Ta rá ri ra´ri ra´ra´! ♫
Y luego los lentos ¡Ahhh! ¿Qué
saben los pibes de hoy de la dulce sensación de bailar un lento?
-...Put your head on my shoulddwwwwwiiiissssshhhhh !!!!
-¡Huuuuuhhhhhh!! - Buuuuuu!!
-A ver, Raquel, fijate!
-...Put your head on my
shoulddwwwwwiiiissssshhhhh !!!!
- ¡Pónganle una moneda de un
peso en el brazo de la púa, che,!! ¿No ven que es Microsurco?
-... ♪ Put your head on my shoulder… ♫... - ¡¡Biieeeeennnnn!!
-¿Quién fue el estúpido que me
tiró un pebete? ¡Que no los vea mi papá porque los echa a todos!
-...Biisiimiiiibisimiimiuchiioooqiomesiferiiistiniiochiiliultimiiiiviiizzzzz...
¡¡biiissiiimiiii!!
-¡Es 33, salame! ¿Quién lo
puso en 45? ¡Cambiá de revoluciones!
-Bésame... Bésame mucho
como si fuera esta noche la última vez... ¡Béeesaaame!
Y entonces las chicas ponían
en práctica una toma de judo y defensa personal, instruida por su señora madre
o una tía solterona. La llave consistía en apoyar el brazo izquierdo sobre el
hombro derecho masculino y utilizarlo a manera de palanca, alejando o acercando
al compañero según se dieran las circunstancias o sentimientos. Si ella gustaba
de vos, - ¡Oh! ¡Varita mágica de sublime hechicera! - la toma se invertía y
entonces la parejita ingresaba en la cuarta dimensión, levitando dentro de una
exquisita burbuja.
¡Qué hermosos recuerdos! Una o
dos veces por mes... ¡Un asalto! Formábamos una Barra, casi siempre
éramos los mismos, con ligeras variantes. Algunas de las chicas dejaban de
venir o algunos de los varones cambiaban de circuito atraídos por nuevos
sentimientos y nuevas ilusiones.
Varios del grupo todavía nos
seguimos viendo. Muchos quedamos amigos o son amigos nuestros hijos. Inés vivió
muchos años de solterona hasta que se casó con un buen tipo, con hijos. Otra
Inés estuvo años de novia hasta que se separó... sigue soltera, con sobrinos...
Raquel se fue a estudiar y está casada en otra ciudad... Eduardo se recibió de
abogado y es Juez Civil en La Plata... A Rodolfo no lo vimos nunca más...
desapareció toda su familia, y hubo miles de ridículos rumores. Que el padre
había cometido una estafa y escapaba; que la madre tuvo un amante prohibido y
huyó; hasta se comentó hace unos años que Rodolfo se afincó en un lejano y
desconocido pueblito de la Patagonia... ¿Quién puede saberlo?...Yo me casé con
Ana María... Tuve mis hijos... Y Alicia... bueno, Alicia es un capítulo
aparte... la chica más bonita que yo he conocido. La que me hizo padecer los
sueños y las visiones, los ardores y las vigilias, todo a la misma vez. La
amábamos y sabíamos que los amigos también la amaban. Ella misma lo sabía, y
los chicos la rondaban y buscaban; les regalaba una chispita en la mirada...
pero nunca fue de nadie. Cutis blanco con alguna pequita, pelo castaño rojizo
como el reflejo del fuego en una noche estrellada, ojos color del tiempo:
añiles si el cielo era azul, peltres, si su color era gris, verdes si reflejaba
los pinos. Su boca era un dulce, pero de labios sensuales, con mejillas que
eran rositas rococó, rosadas, sutiles y graciosas. Cuando sonreía se te llenaba
la boca de saliva como si miraras un alfajor de tres pisos en el recreo de las
10. Sus brazos no eran lampiños; su piel semejaba la pelusita impalpable de un
durazno maduro, jugoso y dorado. Su cuerpo era tan perfecto que a nadie se le
ocurría imaginarla desnuda o vestida con ropa interior. No nos atrevíamos a
llegar tan lejos y menos a llegar y confesarlo. Ésa era su imagen latiendo en
mi mente; mi fantasía, mi hoguera inalcanzable. La amaba, la amé y la amo
todavía.
-¡Yo no soy marinero soy
capitán! ♫¡
Soy capitán, y así seré! ¡¡Bamba, bamba!! ♫
-¡Chicos! ...Les presento a
Rodolfo... viene de Buenos Aires a terminar el Nacional acá...
Traje negro, camisa blanca;
morocho, con pelo de una sola hebra peinado hacia atrás. Ojos oscuros, con
brillo, de mirada intensa. Simpático y de buena charla, se hizo amigo
enseguida. Siempre descubría alguna novedad para alegrar la fiesta y muchas
veces tenía más dotes de payaso que de adolescente, pero según su propia
confesión sus aptitudes provenían de leer todo lo que caía en sus manos y
practicar artes inverosímiles.
-¡Mi amor entero es de
mi novia Popotitos! ♫ ¡¡Sus
piernas son como un par
de carricitos!!
¡¡ Click !!
-¡¿Quién apagó la luz?!
¡¡Préndanla enseguida antes de que venga mi papá!!
-¡¡ El Profesor
Svengali !!... - resonó fuerte una voz profunda...
-¿Qué dice? ¡Se mamó Rodolfo!
-¡¡Se remamó!! ¡¡ Parece un
loco!!
-El profesor Svengali los va a
hipnotizar, señoras y señores. Caerán bajo el influjo de mi mente, me
obedecerán ciegamente y harán todo lo que yo les ordene... Tiritarán de frío,
no resistirán el calor. Bailarán, cantarán, silbarán... Y el primero que se
niegue sufrirá: ¡¡La Maldición del Profesor Svengali!!
Rodolfo impresionaba con el
cuello cerrado de su saco abotonado y el sobretodo sobre los hombros. Nadie
entendía si hablaba en broma o en serio y se produjo un momento de estupor, de
frío aturdimiento generalizado que predispuso el clima para cualquier
disturbio: o una calma opresiva antes de la tormenta o directamente una
tragedia. Más de uno empezó a las risotadas. Yo me di cuenta en el acto de que
se trataba de una chacota perfecta.
-Vení, Raquel... te voy a
hipnotizar... ¡Serás la esclava del Profesor Svengali!
-¡¿Vos estas loco?! ¡¡Y no me
mires con esa cara que le cuento a mi papá!!
-¿No existen los valientes en
esta casa? ¡Sufrirán la maldición! ¡Son unos cobardes!
-¿Sí? A ver... ¡Hipnotizáme si
sos brujo! - desafió Carlitos.
En medio de un silencio total,
Rodolfo se paró frente a la cara de Carlitos. Lo miró penetrante con esos ojos
dementes y mientras balanceaba un viejo reloj como si fuera un péndulo le fue
diciendo con voz ronca:
- Mirá fijo el reloj... el
destello del reloj... estás cansado... muy cansado... te pesan los párpados...
cada vez te pesan más... te pesan mucho más... eso es... se te cierran los
ojos... es que tenés tanto sueño... ya se cierran... se cierran y dormís...
dormís y sólo obedecerás mis ordenes, sos mi esclavo...
El silencio asustaba, era
impresionante, opresivo, angustiante... los padres de Raquel miraban extrañados
desde la puerta de la cocina sin comprender muy bien qué estaba sucediendo.
-¡El Profesor Svengali te
ordena! ¡¡Obedece!! ¡ Eres una gallina !
Y Carlitos abrió un ojo y le
dijo: ¡¿Qué?! ¡¿Pongo un huevo?!
El estruendo fue total. Las
carcajadas se oían desde fuera de la casa y hasta los padres de Raquel entraron
nuevamente a la cocina desternillándose de risa. Fue una de las anécdotas más
ingenuas y divertidas de nuestra juventud. Rodolfo - ¡pobre!- quedó apabullado
y culpaba a todos menos a sí mismo.
-¡Es que no se concentran!
¡¡Me lo hacen a propósito!! ¡Son malos amigos! ¡¡Yo soy el auténtico Profesor
Svengali!! ¡Vení, Alicia, vos que me respetas, vení que te hipnotizo!
La fiesta se desarmó. Mientras
nos íbamos yendo todos, escuchamos desde el zaguán al cándido Rodolfo que sin
resignarse le decía a la querida Alicia, que fue la única que sintió compasión:
-Mirá fijo el reloj... el
destello del reloj... estás muy cansada... te pesan los párpados... cada vez te
pesan más... se te cierran los ojos...
Nos fuimos alejando con una
sonrisa indulgente. Era una noche de otoño, fría, triste y lluviosa.
* * *
Alicia es la única que no ha
envejecido. Ayer fui a visitarla, como casi todos los domingos. El mismo
crepitar del fuego en su cabello; siguen dibujadas las pecas de niña en las
mejillas y las flores rococó aroman su boca deliciosa. El único detalle que no
pude ver nunca más, fueron los diamantes de sus ojos de colores. Es que Alicia
sobrenada inmóvil sumergida entre sus sueños. Jamás despertó. Sigue hipnotizada,
sufriendo en vida La Maldición del Profesor Svengali. A lo largo de estos años
no hubo médico, ni brujo ni curandero que la sanara, o un sacerdote que la
exorcizara. Siempre vive en la nube de la misma cama de la misma habitación de
la misma Clínica. Su padre vendió todas sus propiedades, el campo, la casa, las
ropas. Ante un Escribano Público delegó un curador encargado del sustento de su
hija; luego se puso un revolver en la boca y se mató.
Descorrí las mantas de su
nido, lavé su espaldita magra, los pequeños pechitos de jazmines, su vientre de
madreperla. La sequé, y con una crema le hice masajes en todas las tersuras de
su piel de ángel atrapado.
Acomodé su cuerpo de costado
para que no se le formaran escaras ni llagas en la espalda ni en las nalgas;
rocié talco florecido en las axilas y en el trigo de su pubis vegetal. Antes de
taparla nuevamente le puse un camisolín color rosa recién planchado y la
perfumé con mi colonia preferida. Cambié el agua de un florerito de porcelana
que le regalé un día de Reyes, y le puse un manojo de fresias de colores lilas,
blancos y amarillos.
Después me senté a su lado y
estuve charlando un largo rato. Le recordé mi cumpleaños y comí una porción de
torta que cocinó mi hija. Le conté de los amigos, de sus parejas, de sus
trabajos. Quienes son los que triunfan, los divorciados, los que van muriendo;
le conté de mi vida, de mi nieto, de mi jubilación. Y como todas las visitas,
como todos los domingos, la tomé de la mano y le hablé, letra a letra, palabra
a palabra, de mi infinita pasión. De cuánto la amé, de cómo la amo, y hasta
dónde la seguiré deseando.
¿Quién me asegura que no me
puede escuchar?
© Héctor grillo, Poeta
y escritor argentino
MIEMBRO HONORIFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
La bellísima historia de toda una generación de la juventud argentina....Qué bello ver desfilar lo que vivimos todos , lo que soñamos, amamos, perdimos, idealizamos.....Qué camino sin retorno, qué emociones revividas, cuanta ilusión esparcida,cuantas desmedidas penas,...¡Pero el recuerdo es hermoso como el silencio en el bosque del andar de una gacela!!!!!
ResponderEliminarMUCHÍSIMAS GRACIAS, YOLINALO.
ResponderEliminarCARIÑOS, HÉCTOR