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martes, 13 de enero de 2015

EL SILENCIO, el silencio de las cosas que padecemos, escribe Salomé Moltó, Alicante, España



EL SILENCIO, el silencio de las cosas que padecemos
           
         Un año más nos llenamos de bullicio, alegría y fraternales encuentros, llegan los familiares y celebramos ese evento, cada año repetido, de quien vino a sembrar el amor, el respeto, la esperanza, que lo lograra y lo logre ya es algo diferente y creo que difícil. Luego cada cual vuelve a sus lares, a sus obligaciones, a sus silencios.
            Siempre he pensado que el silencio es un valor elemental de nuestra convivencia y por supuesto de nuestro comportamiento. Quien el silencio no respeta, pierde una gran oportunidad de saber, ver y sentir un más allá, de lo que nos rodea.
            La concentración para realizar un trabajo intelectual debe de hacerse en silencio, ya que de otro modo, esa concentración que buscamos se frustraría. Para la meditación, el estudio y un montón de cosas más, el silencio nos es indispensable; es una actitud que nos pone en disposición de poder escuchar a los demás y que ninguno de sus argumentos se pierda.
            Pero son muchos y diversos los silencios que nos asisten. El silencio que ocultamos y que se muestra a los demás a través de nuestros ojos con la tristeza que de ellos emana, porque el silencio nos ayuda a ocultar nuestras penurias.
            Silenciar nuestros problemas, nuestras angustias, nuestros temores es una práctica normal.
            Hay también un silencio cobarde, la violencia contra niños y débiles ante la cual no nos rebelamos, ese sería el peor de los silencios.
            Cuántas veces hemos estado atentos a ese silencio que emana constantemente a nuestro alrededor, es como dejar que fluyan de nuestro interior unas llamadas que tanto tiempo hemos mantenido calladas y en ese silencio, que nos imponemos, salen las voces que tantas cosas nos sugieren.
            Paseamos por el campo en silencio y el ruido de ese silencio nos invade, nos seduce, es el ruido del silencio que nos enriquece, pues ningún detalle de los que nos rodea se nos escapa, no, todo capta nuestra atención, todo nos instruye silenciosamente.
            No queriendo molestar a los demás con nuestras inquietudes, las silenciamos, sí, casi todo lo silenciamos, y no es malo, pues necesitamos o deducimos que al igual que el proverbio árabe dice: “Si lo que vas a decir no vale tanto como el silencio, mejor te callas”, sí, el silencio nos nutre de valor.
Indudablemente que el silencio enriquece nuestras vidas, si lo usamos debidamente. Bueno, como casi todo.

©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

                                                                                                       

1 comentario:

  1. El silencio Salomé es como un arma de doble filo,coincido en la necesidad de mantenerlo, en ocasiones....aunque a veces, nos hace cómplices de iniquidades, injusticias, martirio ajeno.....Sé que tu vida es un reclamo, y tus palabras y actitud de vida, también, cosa que admiro.....pero coincido en que el silencio, a veces ,es el producto de una generosidad profunda y elegida.......por eso, te felicito por tu comentario, amiga querida.

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