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martes, 13 de enero de 2015

LA MALDICIÓN DEL PROFESOR SVENGALI, Escribe Héctor Grillo, Argentina





La  Maldición  del  Profesor  Svengali

        No me abandones,
        yo te ofreceré
        perlas de lluvia,
        venidas de países
        donde nunca llueve.
                                                                              Jacques Brel

      * * *

"Me he puesto grande, ya ves... sólo le pido a la vida que no me duela..."
Carlos “El indio” Solari – Patricio Rey y los redonditos de ricota.


Hace muchos años los chicos vivíamos de otra manera. Cuando digo “chicos” hablo de los adolescentes. Y me refiero a las diversiones, a la forma de comunicarse, a la jerga utilizada, a la práctica entrañable de la amistad y al sentimiento del amor. A la etapa más hermosa de nuestra vida.
                Cuando uno recuerda esas fechas que parecen tan cercanas creemos que el mundo no giró y aún conservamos la misma lozanía. Error. Sólo es necesario mirar una fotografía: el viejo color sepia tiñe nuestro propio calendario. Por ejemplo, ayer cumplí cincuenta y siete años. Debo utilizar anteojos - unos para ver de cerca y otros para ver de lejos - me duele la espalda a causa de la artrosis, no oigo bien del oído derecho. Gané varios kilos de sobrepeso, algunas arrugas y lo último que perdí fueron los pelos de la cabeza, bastante blancos, por cierto.
Sin embargo, nuestra mente custodia vivas imágenes de juventud, quimeras que sonaban como cantos de sirena, anécdotas graciosas, amores no consumados y ni siquiera declarados, históricos bochornos. Que nunca los descubra algún espejo, por favor... El reflejo del cristal agrietaría nuestro propio engaño, el de creer que fuimos creciendo sin cometer errores; dejaría entrar un hilito de luz sobre crímenes secretos, impunes, ocultos fantasmas lacerantes, aprendizajes de vida que sólo nosotros conocemos y mantenemos escondidos.
Todavía sigo unido a mi primera novia, lo que no es poco decir, en esta época de separaciones, divorcios, madres solteras pero añosas y otras tantas sutilezas que componen nuestro mundo actual, que es muy moderno, sí, pero sobre todo exclusivamente  light  y sin compromisos respetados.
Con mi mujer hemos parido dos hijos; la nena, ya casada y separada, nos ha regalado un nieto y regresó a vivir a casa. Nuestro hijo, en cambio, es de sentimientos más prácticos o mejor dicho más actuales; se ha ido a vivir junto a su novia en pareja, es decir en el viejo y conocido concubinato, relación que no nos molesta, pero si así fuera y lo dijéramos, seríamos tratados por el resto de la sociedad como monstruos antediluvianos. De recibir un nieto de su parte, ni hablar. Los pormenorizados estudios de la situación socio-económica actual, cada vez más decadente, provocan un lamentable pero excelente sistema de control de la natalidad: el terror sobre el devenir futuro.


*  *  *

Hace cuarenta años la vida era absolutamente distinta. Al comenzar la Escuela Secundaria el mundo de las pasiones se dividía entre el fútbol, las figuritas, Tarzanito, las bolitas, los autitos de carreras. El tema Las chicas recién iba entrando en nuestras cabezotas a fuerza de escuchar a los hermanos y amigos mayores que al sufrir cambios corporales y hormonales ya se iban transformando en homos relativamente sapiens pero siempre “libidinosus”.
De esta manera fuimos creciendo y adoleciendo. Es decir, nos fuimos volviendo más estúpidos, menos estudiosos, más rebeldes y gritones. Más torpes, más peludos, más tozudos y groseros. Secretamente culpables de tanto inspeccionar nuestro cuerpo, pero con una fiebre atroz por inspeccionar el de las chicas. Ellas sentirían las mismas urgencias que nosotros, indudablemente, pero a causa de una especie de rum-rum familiar, entendían que ceder un milímetro al gozo de una suave inocente caricia las transformaba en Malas Mujeres en manos de los hombres – ¡qué son todos iguales!- pero que en definitiva siempre fuimos sus propias marionetas durante todas las edades.
No hubo nada más hermoso que la ceremonia de los Asaltos, nosotros las gaseosas, ellas los pebetes, los padres de la dueña de casa tomando mate en la cocina pero con el oído atento a cualquier sonido inusual o peligroso. Los varones con pantalones Oxford, las primeras camisas wash and wear de tela poliamida, corbatas finitas y sacos ingleses, largos, de un sólo tajo detrás y el cierre de un único botón. Las chicas con los primeros tacos altos, vestidos con cuellos botes y peinado a la banana que se mantenía firme como un casco de guerra con el rociado del reciente invento del Spray. Soportar el spray era una tortura medieval: no solamente nos teñía los cuellos de las camisas color azul-violáceo, sino que nos rastrillaba las mejillas recién afeitadas, sangrándolas más de una vez.
 Y al costado de la sala, sobre una mesita, al lado de la lámpara de píe, el trono, el sitio del Rey infaltable en todo asalto: el inefable y siempre bien recordado Tocadiscos Winco. Capaz de reproducir discos de pasta a 78 r.p.m., ya casi en desuso, los Long-Playings de vinilo de 33 ⅓, y los nuevos simples de 45 r.p.m. ya con el adelanto del Microsurco.
-¡¡Ahí viene la plaga!!¡¡Me gusta bailar!! ¡¡Y cuando estoy rocanroleando no me mueven del lugar!!
-¡Its a Limbo, Limbo Rock! ¡Ta rá ri ra´ri ra´ra´!
Y luego los lentos ¡Ahhh! ¿Qué saben los pibes de hoy de la dulce sensación de bailar un lento?
-...Put your head on my shoulddwwwwwiiiissssshhhhh !!!!
-¡Huuuuuhhhhhh!! - Buuuuuu!! -A ver, Raquel, fijate!
-...Put your head on my shoulddwwwwwiiiissssshhhhh !!!!
- ¡Pónganle una moneda de un peso en el brazo de la púa, che,!! ¿No ven que es Microsurco?
-... Put your head on my shoulder ... - ¡¡Biieeeeennnnn!!
-¿Quién fue el estúpido que me tiró un pebete? ¡Que no los vea mi papá porque los echa a todos!
-...Biisiimiiiibisimiimiuchiioooqiomesiferiiistiniiochiiliultimiiiiviiizzzzz... ¡¡biiissiiimiiii!!
-¡Es 33, salame! ¿Quién lo puso en 45? ¡Cambiá de revoluciones!
-Bésame... Bésame mucho como si fuera esta noche la última vez... ¡Béeesaaame!
Y entonces las chicas ponían en práctica una toma de judo y defensa personal, instruida por su señora madre o una tía solterona. La llave consistía en apoyar el brazo izquierdo sobre el hombro derecho masculino y utilizarlo a manera de palanca, alejando o acercando al compañero según se dieran las circunstancias o sentimientos. Si ella gustaba de vos, - ¡Oh! ¡Varita mágica de sublime hechicera! - la toma se invertía y entonces la parejita ingresaba en la cuarta dimensión, levitando dentro de una exquisita burbuja.
¡Qué hermosos recuerdos! Una o dos veces por mes... ¡Un asalto! Formábamos una Barra, casi siempre éramos los mismos, con ligeras variantes. Algunas de las chicas dejaban de venir o algunos de los varones cambiaban de circuito atraídos por nuevos sentimientos y nuevas ilusiones.
Varios del grupo todavía nos seguimos viendo. Muchos quedamos amigos o son amigos nuestros hijos. Inés vivió muchos años de solterona hasta que se casó con un buen tipo, con hijos. Otra Inés estuvo años de novia hasta que se separó... sigue soltera, con sobrinos... Raquel se fue a estudiar y está casada en otra ciudad... Eduardo se recibió de abogado y es Juez Civil en La Plata... A Rodolfo no lo vimos nunca más... desapareció toda su familia, y hubo miles de ridículos rumores. Que el padre había cometido una estafa y escapaba; que la madre tuvo un amante prohibido y huyó; hasta se comentó hace unos años que Rodolfo se afincó en un lejano y desconocido pueblito de la Patagonia... ¿Quién puede saberlo?...Yo me casé con Ana María... Tuve mis hijos... Y Alicia... bueno, Alicia es un capítulo aparte... la chica más bonita que yo he conocido. La que me hizo padecer los sueños y las visiones, los ardores y las vigilias, todo a la misma vez. La amábamos y sabíamos que los amigos también la amaban. Ella misma lo sabía, y los chicos la rondaban y buscaban; les regalaba una chispita en la mirada... pero nunca fue de nadie. Cutis blanco con alguna pequita, pelo castaño rojizo como el reflejo del fuego en una noche estrellada, ojos color del tiempo: añiles si el cielo era azul, peltres, si su color era gris, verdes si reflejaba los pinos. Su boca era un dulce, pero de labios sensuales, con mejillas que eran rositas rococó, rosadas, sutiles y graciosas. Cuando sonreía se te llenaba la boca de saliva como si miraras un alfajor de tres pisos en el recreo de las 10. Sus brazos no eran lampiños; su piel semejaba la pelusita impalpable de un durazno maduro, jugoso y dorado. Su cuerpo era tan perfecto que a nadie se le ocurría imaginarla desnuda o vestida con ropa interior. No nos atrevíamos a llegar tan lejos y menos a llegar y confesarlo. Ésa era su imagen latiendo en mi mente; mi fantasía, mi hoguera inalcanzable. La amaba, la amé y la amo todavía.

-¡Yo no soy marinero soy capitán! ¡ Soy capitán, y así seré! ¡¡Bamba, bamba!!
-¡Chicos! ...Les presento a Rodolfo... viene de Buenos Aires a terminar el Nacional acá...
Traje negro, camisa blanca; morocho, con pelo de una sola hebra peinado hacia atrás. Ojos oscuros, con brillo, de mirada intensa. Simpático y de buena charla, se hizo amigo enseguida. Siempre descubría alguna novedad para alegrar la fiesta y muchas veces tenía más dotes de payaso que de adolescente, pero según su propia confesión sus aptitudes provenían de leer todo lo que caía en sus manos y practicar artes inverosímiles.
-¡Mi amor entero es de mi novia Popotitos! ¡¡Sus piernas son como un par
de carricitos!!
  ¡¡ Click !!
-¡¿Quién apagó la luz?! ¡¡Préndanla enseguida antes de que venga mi papá!!
-¡¡ El  Profesor  Svengali !!... - resonó fuerte una voz profunda...
-¿Qué dice?  ¡Se mamó Rodolfo! 
-¡¡Se remamó!! ¡¡ Parece un loco!!
-El profesor Svengali los va a hipnotizar, señoras y señores. Caerán bajo el influjo de mi mente, me obedecerán ciegamente y harán todo lo que yo les ordene... Tiritarán de frío, no resistirán el calor. Bailarán, cantarán, silbarán... Y el primero que se niegue sufrirá: ¡¡La Maldición del Profesor Svengali!!
Rodolfo impresionaba con el cuello cerrado de su saco abotonado y el sobretodo sobre los hombros. Nadie entendía si hablaba en broma o en serio y se produjo un momento de estupor, de frío aturdimiento generalizado que predispuso el clima para cualquier disturbio: o una calma opresiva antes de la tormenta o directamente una tragedia. Más de uno empezó a las risotadas. Yo me di cuenta en el acto de que se trataba de una chacota perfecta.
-Vení, Raquel... te voy a hipnotizar... ¡Serás la esclava del Profesor Svengali!
-¡¿Vos estas loco?! ¡¡Y no me mires con esa cara que le cuento a mi papá!!
-¿No existen los valientes en esta casa? ¡Sufrirán la maldición! ¡Son unos cobardes!
-¿Sí? A ver... ¡Hipnotizáme si sos brujo! - desafió Carlitos.
En medio de un silencio total, Rodolfo se paró frente a la cara de Carlitos. Lo miró penetrante con esos ojos dementes y mientras balanceaba un viejo reloj como si fuera un péndulo le fue diciendo con voz ronca:
- Mirá fijo el reloj... el destello del reloj... estás cansado... muy cansado... te pesan los párpados... cada vez te pesan más... te pesan mucho más... eso es... se te cierran los ojos... es que tenés tanto sueño... ya se cierran... se cierran y dormís... dormís y sólo obedecerás mis ordenes, sos mi esclavo...
El silencio asustaba, era impresionante, opresivo, angustiante... los padres de Raquel miraban extrañados desde la puerta de la cocina sin comprender muy bien qué estaba sucediendo.
-¡El Profesor Svengali te ordena! ¡¡Obedece!! ¡ Eres una  gallina !
Y Carlitos abrió un ojo y le dijo: ¡¿Qué?!  ¡¿Pongo un huevo?!
El estruendo fue total. Las carcajadas se oían desde fuera de la casa y hasta los padres de Raquel entraron nuevamente a la cocina desternillándose de risa. Fue una de las anécdotas más ingenuas y divertidas de nuestra juventud. Rodolfo - ¡pobre!- quedó apabullado y culpaba a todos menos a sí mismo.
-¡Es que no se concentran! ¡¡Me lo hacen a propósito!! ¡Son malos amigos! ¡¡Yo soy el auténtico Profesor Svengali!! ¡Vení, Alicia, vos que me respetas, vení que te hipnotizo!
La fiesta se desarmó. Mientras nos íbamos yendo todos, escuchamos desde el zaguán al cándido Rodolfo que sin resignarse le decía a la querida Alicia, que fue la única que sintió compasión:
-Mirá fijo el reloj... el destello del reloj... estás muy cansada... te pesan los párpados... cada vez te pesan más... se te cierran los ojos...
Nos fuimos alejando con una sonrisa indulgente. Era una noche de otoño, fría, triste y lluviosa.

*  *  *

Alicia es la única que no ha envejecido. Ayer fui a visitarla, como casi todos los domingos. El mismo crepitar del fuego en su cabello; siguen dibujadas las pecas de niña en las mejillas y las flores rococó aroman su boca deliciosa. El único detalle que no pude ver nunca más, fueron los diamantes de sus ojos de colores. Es que Alicia sobrenada inmóvil sumergida entre sus sueños. Jamás despertó. Sigue hipnotizada, sufriendo en vida La Maldición del Profesor Svengali. A lo largo de estos años no hubo médico, ni brujo ni curandero que la sanara, o un sacerdote que la exorcizara. Siempre vive en la nube de la misma cama de la misma habitación de la misma Clínica. Su padre vendió todas sus propiedades, el campo, la casa, las ropas. Ante un Escribano Público delegó un curador encargado del sustento de su hija; luego se puso un revolver en la boca y se mató.
Descorrí las mantas de su nido, lavé su espaldita magra, los pequeños pechitos de jazmines, su vientre de madreperla. La sequé, y con una crema le hice masajes en todas las tersuras de su piel de ángel atrapado.
Acomodé su cuerpo de costado para que no se le formaran escaras ni llagas en la espalda ni en las nalgas; rocié talco florecido en las axilas y en el trigo de su pubis vegetal. Antes de taparla nuevamente le puse un camisolín color rosa recién planchado y la perfumé con mi colonia preferida. Cambié el agua de un florerito de porcelana que le regalé un día de Reyes, y le puse un manojo de fresias de colores lilas, blancos y amarillos.
Después me senté a su lado y estuve charlando un largo rato. Le recordé mi cumpleaños y comí una porción de torta que cocinó mi hija. Le conté de los amigos, de sus parejas, de sus trabajos. Quienes son los que triunfan, los divorciados, los que van muriendo; le conté de mi vida, de mi nieto, de mi jubilación. Y como todas las visitas, como todos los domingos, la tomé de la mano y le hablé, letra a letra, palabra a palabra, de mi infinita pasión. De cuánto la amé, de cómo la amo, y hasta dónde la seguiré deseando.

¿Quién me asegura que no me puede escuchar?


© Héctor grillo, Poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



2 comentarios:

  1. La bellísima historia de toda una generación de la juventud argentina....Qué bello ver desfilar lo que vivimos todos , lo que soñamos, amamos, perdimos, idealizamos.....Qué camino sin retorno, qué emociones revividas, cuanta ilusión esparcida,cuantas desmedidas penas,...¡Pero el recuerdo es hermoso como el silencio en el bosque del andar de una gacela!!!!!

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  2. MUCHÍSIMAS GRACIAS, YOLINALO.
    CARIÑOS, HÉCTOR

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