LOS OJOS
(Microrrelato de Realismo Mágico)
A la escritora Irene Solaz Sáenz, con admiración…
Era un
torbellino acelestado, enrulado de nubes vaporosas paseando el cenit del estío
esteño, como un cortejo de novias enamoradas del susurro del mar.
Y desde la
playa madrugada por un imprevisto insomnio nocturno, miró aquella mañana y sin
cesar a ese cortejo luminoso y pleno de glamour celestial…
E intentó
descifrarlo.
Descifrar
desde sus aparentes y gentiles eslabones sedosos, los enigmas y terrores con
que esa noche clara de redonda y lobezna luna, aquella frase magicamente
novelada por la exitosa colega uruguaya, Irene Sola Sáenz, había provocado en
su inquieto corazón…
… Y que
decía, desde un Crisol Trinitario más alto que lo Alto, y desafiando egos
soberbios y desatinos soeces: (Hombre): “Te di ojos (para descubrirme en la Luz
de la Verdad verdadera) y miraste las Tinieblas (del pecado, el error y la
ignorancia)”.
Entonces,
aquel Miércoles de Ceniza,
se hincó
humillado en la playa desnuda pidiendo perdón por sus culpas y faltas hacia el
Buen Dios y al prójimo, justo frente a las puertas de la pequeña Capilla
“Nuestra Señora de la Candelaria” que tutelaba el lugar.
Arriba, si,
aquellas beatificas nubes fueron purísimos testigos de la sentida poquedad
humana, antes de sumergirse ceremoniosas y oblongas con el Esposo en vilo, en
el Palacio de lo Trascendente; sí, dieron cuenta en el Humano de su propio y
enrulado cortejo de rezos, ora susurrados ora quebrados por súplicas piadosas
de perdones, a veces de rodillas y las manos entrelazadas aferrando a un
crucifijo, otras de rodillas y descansando los brazos enderezados hacia una
lejana Meca, y otras apoyando manos y cabeza en un -como- marítimo Roquedal
atlántico de callados Lamentos…
Cinco Dedos
esculpidos, callados y enhiestos fueron artísticos testigos de todo lo sucedido
en aquella extraña y solitaria alborada…
Después, la
Playa Brava que regenteaban en la uruguaya y natural Punta del Este, se pobló
de bulliciosos moradores cuya última intención habia sido también la de no
querer o saber comprender que, habiendo recibido Ojos, concluyeron mirando las
Tinieblas de lo fatuo. Verán…
… Ello, bajo
el carnal estímulo de lo prohibido, enrarecido por los mundanos desechos de
incontrolables carruajes caleidoscopicos, donde retozaba Doña Lujuria azuzada y
venerada por un millón de obscenas carcajadas y estridentes aplausos con que
tildaron de “felicidad’ a los ecos vacíos de un nuevo, mediático, publicitado,
rentado y fatuo carnaval…
Si, al
cabo, “Te di ojos y miraste las tinieblas…”.
ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO, Santa Fe,
Argentina
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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