LA NUBE PELUDO
Érase una vez una nube con complejo de inferioridad. A pesar de tener la posibilidad de elevarse indefinidamente, de navegar el profundo mar del cielo, gustaba de arrastrarse en modo neblina.
Rozaba y humedecía las copas de los árboles, se empequeñecía, deambulaba, aislada, de aquí para allá sin ton ni son.
Lo semejante atrae a lo semejante y esta divina nube depresiva fue a ocultarse un radiante día de mayo en la oscura cueva de un peludo.
Solo vivía el peludo, pues se había divorciado, cosa que pocos entenderán dentro del reino animal. Lo cierto es que ya había tirado su anillo de casamiento.
Durmiendo estaba a las once de la mañana, sabido es que los peludos cazan y viven de noche, y duermen de día.
Comenzó a sentir cada vez más humedad en su escondrijo: el techo de su cueva goteaba como rocío.
-¡Qué pasa aquí!, exclamó por fin.
-No te ofendas, amigo peludo. Soy una nube, dijo la nube con un silbido como de aire de viento.
-¿Y cómo has caído tan bajo? Las nubes andan por los aires…
-Es que deseaba conocer la superficie terrestre. Además, durante mis ataques de pánico, busco esconderme donde nadie me vea.
Nada tienes que hacer aquí. Morirás, sin ver el sol, y me inundarás la cueva.
-Es que yo puedo sacarte de aquí, puedo llevarte a dar una vuelta, así no estamos solos.
-Está bien, pero antes tomemos unos mates, el agua ya debe estar caliente. Luego me regresas, esta cueva es como una tormenta que se mete en la tierra, dijo el peludo, que había estudiado Filosofía y Letras.
Subióse el peludo en alas de la nube y remontaron vuelo. La nube le hizo ver la línea de playa que recorta la provincia; el río ancho, la Capital, la Banda Oriental más allá.
Luego viró hacia el oeste y lo confrontó con la cordillera, ese espinazo de América en carne viva.
-Si me caigo de estas alturas no quedaré nada, exclamó temblando el peludo.
-Yo te sostendré. Por si no sabes, soy hija de los dioses y tengo la potestad de cambiar tu aspecto físico: puedo darte alas, branquias para nadar bajo el agua… ¡Serías un ejemplar único en su tipo! Yo te protegería y andaríamos juntos…
-¿Para qué?, repuso el peludo. Estoy mejor en mi cueva: la NASA o Google Earth me cazarían y me llevarían para analizar. Allí nadie me molesta, regrésame a mi lugar; sólo te pido un favor, dijo inundado por el rencor propio de quienes conviven con el barro: regrésame, quisiera vengarme del búho, porque se ha comido a muchos de mis hijos. Quiero hacerle lo mismo; ojo por ojo, hocico por pico.
-Sea, dijo la nube. Descendió sobre el centro bonaerense, ubicó el monte donde el búho tenía su guarida y lo depositó en una rama cercana al nido.
Pero cuando el peludo quiso acercarse a los pichones, sus patas fueron incapaces de sostenerlo a la rama.
Cayó de lomo el peludo y así quedó, viendo alejarse a la nube que lo saludaba con reflejos iridiscentes
Una oscura lágrima emergió de sus párpados y al tragar saliva un espasmo le recorrió el cuerpo entero. Así logró darse vuelta.
Se encaminó a su cueva, que es como una tormenta hundida en la tierra. Entró.
Aturdido y confuso, desistió de la cacería nocturna.
Durmió un entresueño construido con las imágenes fabulosas que había registrado.
Se durmió y un océano sin orillas lo acunó.
Subió y subió en su sueño, con su cerebro de peludo iluminado. Desde ese día, mira hacia el cielo y sonríe.
De mi último libro: Y el vuelo es una caricia sobre la tersa piel del cielo. (2023)
CEFERINO DANIEL LAZCANO, Olavarría, Argentina
MIEMBRO COORDINADOR DE ZONA SUREN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES DE ASOLAPO ARGENTINA
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