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lunes, 10 de agosto de 2015

A LEOPOLDO LUGONES - SUICIDIO, DULCE DESPEDIDA, Mario Dario Fuenzalida Delgado, Mendoza, Argentina


A LEOPOLDO LUGONES

SUICIDIO, DULCE DESPEDIDA


Tomados de la mano recorrieron la ciudad, caminaban envueltos en la bruma del ocaso, mientras ella reía y mostraba su alegría, tú estabas pensativo.
¡Cómo llegaron al delta del rio! Nadie lo sabe, en el largo trayecto que transitaron.
Pasaron casi todos los momentos de tu existencia, en esa proyección te viste niño, acariciado y protegido por la ternura y el amor de mamá.
Recordaste tus juegos infantiles allá en el patio polvoriento de Villa de María, la carrera alocada con los perros de la casa que eran tus juguetes preferidos.
Luego la adolescencia en la casa de la abuela, esa viejecita que te hacía sentir lo profundo de la vida, haciendo que tu mente se trasladara a los primeros años en donde mamá tomaba tu mano y te enseñaba las primeras letras. Esas letras que volcarías a innumerables páginas para deleite de la gente.
De muy joven ingresaste al mundo fantástico de dejar que tu mente fabricara personajes, lugares y situaciones, ese mundo que solo aquellos que llevan el sentir de la prosa en la sangre saben del exquisito sabor producido al verlos en un libro.
Ya de adulto la realidad del mundo te atrapo sin consideración y te entregaste a luchar por valores y principios que consideraste necesarios para un pueblo carente de rumbo.
Así llegaste hasta ese hotel de la ribera, acompañado siempre por ella que durante el trayecto no te abandono y parecía que te empujaba hacia ese lugar.

La puerta del cuarto se abrió lentamente, como queriendo dejarla allí y no compartir con ella ese acto. Pero tú ya lo habías decidido. Te quitaste parte de la ropa, acomodaste la cama, caminaste hasta la mesita de noche que tenía el cuarto, abriste la botella de whisky que compraras el día anterior, serviste en un vaso un largo trago. De un golpe lo bebiste, cerrando los ojos al hacerlo, el líquido bajo por tu garganta como quemando, te tiraste a la cama para esperar que ella hiciera su trabajo, no lo dudó y sentiste cómo, entre dulzón y amargo te provocaba fuertes dolores, no duro mucho, el cianuro surtió efecto, perdiste la conciencia, ella salió de ti triunfante, ya le pertenecías. De esa manera, el 18 de febrero de 1938 emprendiste el viaje a la inmortalidad.

©MARIO DARÍO FUENZALIDA DELGADO poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Derechos reservados
Mendoza

1 comentario:

  1. Crudo relato de un final dramático que hace de las palabras la mejor exposición y desarrollo para comprender el todo....

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