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sábado, 16 de marzo de 2013

UNA BOTELLA EN EL MAR


UNA BOTELLA A LA MAR

Cuando miro el mundo a la altura de mis cien setenta y tres centímetros me quedo asombrado de su inmensidad. Cuando veo la riqueza que me rodea y al mismo tiempo veo seres humanos mendigando el pan cotidiano me desaliento de tanta injusticia. Cuando me rasco los bolsillos y no saco más que un pañuelo sucio, me inunda un sentimiento de rebelión. Cuando me doy cuenta de mi poca luz intelectual, mi ignorancia, mi falta de coraje y mi vocabulario escaso, me pregunto: ¿como una cosa tan insignificante como yo puede influir sobre el curso del mundo? Entonces me acuerdo cuando mi tío Ramón me decía:

-  Animo Tolin, no t’acovardes!

Mi tío era un tejedor raso de Alcoy que multiplicaba las horas en las fábricas para mantener su familia pero cuando llegó la hora, no le faltó coraje para ir a combatir la injusticia y defender la libertad en las tierras de Teruel, y Dios sabe cuanto sufrimiento tuvo que soportar.

Entonces me digo que cada uno debe hacer según sus medios y pensar que para elevar un edificio, por grande que sea, se necesitan piedras de todas las tallas y las pequeñas no son las más inútiles. Dichoso aquel que la naturaleza le donó la facultad de poder exprimir sus ideas con pluma y tintero porque podrá sembrar su resentimiento à todo viento. La ocasión se presentó, una puerta se me abrió. No supe que hacer en el momento pero mi conciencia me dijo: ¡no seas cobarde! el alma de tu tío de observa. Eccho me qua a mezclar mi verbo entre medio de tanto talento que se lee entre las paginas de esta publicación que llamamos SIEMBRA.

Obedeciendo a un instinto que cincuenta años de contabilidad han grabado en mi mente, no pude resistir a la curiosidad de saber como funcionaba esta publicación, su organización y equilibrio financiero. Me di cuenta entonces de su fragilidad. La perennidad de este periódico depende de la  tenacidad de unos cuantos voluntarios y de la generosidad de unos pocos apasionados. He hecho poco en mi vida por una noble causa y esta vez todavía no me iré mas allá de la ralla. Solo una pequeña contribución para que el grano no muera, para salvar la memoria de aquellos descamisados inocentes, inexpertos, que dieron su  vida en defensa de la libertad, ofreciendo sus pechos desnudos a las bayonetas en manos de asesinos profesionales.

Dicen que, cuando los cristianos de la Roma antigua eran conducidos en las arenas para ser devorados por las fieras en nombre del orden romano, cantaban con alegría, incluso cuando los animales los destrozaban con sus garras. Dicen que, cuando el espectáculo se terminaba, de los restos de los desgraciados subían al cielo gritos de alegría. Dicen que, mas tarde, de los excrementos de los leones subían voces diciendo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¿Lo dudas? Pues no lo dudes, compruébalo tu mismo. Si algún día se te ocurre de pasear por las tierras cordobesas, a las alturas de Espejo y de Cerro Muriano una noche de verano, bajo el cielo iluminado por las estrellas, cuando el aire se inmoviliza por respeto a los alcoyanos muertos un mes de septiembre 1936, escucha. De los huesos esparcidos por esos campos y las fosas comunes, oirás subir de la profundidad de la tierra cordobesa un murmuro, un aliento que dice “ESPAÑA SERA LA ANTORCHA….”

Quisiera dirigirme a los hijos, nietos, bisnietos de aquellos que la barbarie obligo a exiliarse  particularmente en Francia i accesoriamente a los demás, “NO OLVIDES”. Una forma simple de mostrar tu fe será de aportar tu pequeña contribución para que SIEMBRA no muera.

ANTONIO FERRER, ALCOY, Alicante, España (Revista Siembra)

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