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sábado, 5 de julio de 2025

QUIÉREME ENTERA - Dulce María Loynaz - La Habana, Cuba

 










QUIÉREME ENTERA

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca, Y gris, verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras.


DULCE MARÍA LOYNAZLa Habana - Cuba

Dulce María Loynaz Muñoz (La Habana, 10 de diciembre de 1902-La Habana, 27 de abril de 1997) fue una escritora cubana, considerada una de las principales figuras de la literatura cubana e iberoamericana. Obtuvo el Premio Miguel de Cervantes en 1992.


ANTI-EPITAFIO - Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina

 



LUIS ALPOSTA - Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

AÑORANZAS - Liana Friedrich - Villa Regina, Rio Negro, Argentina

 












AÑORANZAS


Voraz, veloz, el tiempo
se bate en retirada
ovillando recuerdos,
hilvanando instantes felices
con retazos de sueños...
Entonces los años vividos
parecen sólo un cuento,
donde las notas de dolor
suman detalles de suspenso.
Pero la amistad es un bálsamo
que me envuelve con cálido aliento.
Hoy, desde mi paisaje de soledad,
con el alma arrebatada espero
el final aletazo del Ángel custodio.
Gemidos, silbos y ayes cruentos
anuncian el arribo triunfal del Señor,
Rey de la historia, Rey del universo.



LIANA FRIEDRICH – Villa Regina , Rio Negro, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

CAPERUCITA ROJA QUE SE NOS FUE - Evaristo Carriego -(Paraná, Provincia de Entre Ríos; 7 de mayo de 1883 - Buenos Aires; 13 de octubre de 1912) - Argentina

 















CAPERUCITA ROJA QUE SE NOS FUE


¡Ah, si volvieras! ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos!

El menor de los chicos, pobrecito, te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que les des algo Y a veces ¡Si lo oyeras!
Para que como entonces le prepares la cama.

¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste!,
Y temo que los viejos se enfermen, ¡Pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora
con el supersticioso temor de verte lejos
Caperucita roja, ¿Dónde estás ahora?



EVARISTO CARRIEGO - Paraná, Entre Rios, Argentina

MAR AZUL - Carlos Penelas - Buenos Aires, Argentina

 









MAR AZUL

Desde esta ventana siento las abiertas nubes
Y la noche inconclusa reposando en sus senos.
Por la calle, que alguna vez se llamó De las Garantías,
navegan imágenes del alma,
la vela blanca, el ocio del pocillo,
el viento claro y fugitivo del crepúsculo.
También la amistad dialoga en laberintos,
en un cosmos de espejos y parábolas.
Desde esta ventana las barcazas,
la sombra de los dioses del exilio,
una llanura despidiendo malones.
Y una gaviota de nombre clandestino.
(¡Ay! La sangre del sur sobre la hierba).
De soledad y ásperas banderas
fue soñada esta mesa.
Un bar de una esquina porteña
atesora fugacidad y mito.


Originalmente publicado en Calle de la flor alta (Buenos Aires, Dunken, 2011), también se encuentra en Cafés notables de Buenos Aires II (Buenos Aires, Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, 2011)

CARLOS PENELAS – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

OJOS TRISTES - Guillermo Fernández del Carpio - Arequipa, Perú

 











OJOS TRISTES


Ojos tristes que en mañanas como ésta
derraman lágrimas de soledad,
ojos cafés sin brillo, que ensayan la vida tal cual.
Se rebelan, porque esos ojos antes no fueron tristes
y la tarde cae en mí, como el inmenso mar.
Yo vengo de un poema no del todo escrito,
vengo hoy de un verso triste
de un párrafo perdido,
de una noche sin estrellas ni libertad.
¿Es la tristeza mi ocaso temporal?
Estos ojos están tristes, porque de otro modo
no pueden estar.
Mis ojos son del frío y del silencio,
son del tiempo que vivo,
son del huerto del olvido,
son del Calvario, de un Cristo mutilado,
de un mundo involuntario,
mis ojos vienen de las cenizas que ha guardado mi alma.
Y la tarde cae en mí, con más fuerza,
como el inmenso mar.
La mirada retrocede a mi infancia serena,
es devenir el recuerdo de mis juegos en un patio lejano,
es sencillo entender que hoy mi vida
ha dejado de ser
y se rebela en cada tarde y en cada ocaso,
para prolongar la agonía de la tarde
y distanciarme tercamente del ocaso,
para de esta forma única encontrada,
volver a vivir y volver a ser.
Mis ojos tristes se reflejan
en la mirada de una niña alegría,
sólo en ellos vuelve el brillo
y el poema se concluye,
se olvida al olvido
y el Calvario se aleja
en medio de mis versos escritos,
en medio de una noche de estrellas y libertad.

Poema ganador del Concurso de Poesía de la Editorial EDBROH-2012

GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIOArequipa, Perú

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

ALZO MI COPA - Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina - Traducciones: Translated by Germain Droogenbroodt – Stanley Barka Türkçeleyen: Dr Barbaros İRDELMEN , Versión Translated by Germain Droogenbroodt – Stanley Barkan

 


















KADEHIMI KALDIRIYORUM


Kadehimi kaldırıyorum.
renksiz şarabımda
dörtnala ilerliyor dize
yücenin bölgesini arıyor
ama çarpıyor şiirin
ölümcül sınırına,
ve kadeh kırılıyor,
şarap dökülüyor.
Düşüm hala suskun ve yoksul
yokluğunun hatırası
içimde kırılıyor.
. . . ve içiyorum.

NORBERTO PANNONE, Argentina


Translated by Germain Droogenbroodt – Stanley Barka
Türkçeleyen: Dr Barbaros İRDELMEN


I RAISE MY GLASS

I raise my glass.
In my colourless wine,
gallops the verse.
It seeks the region of the sublime,
but collides with the fatal
limit of poetry,
and the glass shatters,
spilling the wine.
My dream remains
still austere.
The memory
of your absence
breaks in me.
. . . and I drink.


NORBERTO PANNONE, Argentina
Versión Translated by Germain Droogenbroodt – Stanley Barkan


ALZO MI COPA

Alzo mi copa.
En mi vino sin matiz
galopa el verso.
Busca la región de lo sublime.
Colisiona el límite
fatal de la poesía
y el cristal se rompe,
derramando la vid.
Mi sueño permanece
aún austero.
Me requiebran
de ausencias
tus recuerdos.
…y bebo.


NORBERTO PANNONE, Argentina

ADOQUINES VIEJOS DE MADRID - Antonio Las Heras - Buenos Aires, Argentina

 















ADOQUINES VIEJOS DE MADRID.


Estas calles tuvieron las pisadas de mi padre
soñando un mundo nuevo, supuesto y esperado,
que crecía al borde del abismo, impensado,
que proveen la soledad, los viajes y los barcos.

Esos adoquines, anónimos, situados hace más de un siglo,
olvidaron los ojos de aquel joven, altivo, que soñó
otro continente despreciando la fuente a un costado del pueblo,
la casa de piedra, el fuego, la azada y la montaña.

Este Madrid viejo que hoy recorro, ve caer una lágrima de mis ojos.
Parece querer decirme que soy un extranjero, un extraño…


ANTONIO LAS HERAS – Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORIFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

“EL VUELO MÁS ALLÁ DEL CUERPO”- Jorge Bernabé Lobo Aragón -Tucumán, Argentina

 




“EL VUELO MÁS ALLÁ DEL CUERPO”

— 25 de febrero de 1913 —

-Relato -

Aprendí que volar no siempre requiere alas. Aquella imposibilidad de correr no fue un final, sino un inicio distinto: Me ofreció un don inesperado, el de viajar sin cuerpo, de elevarme más allá de la materia, con la fuerza del alma.

En lugar de quedarme en la ausencia, encontré presencia, porque quien ha sido limitado físicamente, descubre puertas invisibles hacia otras formas de vivir, de sentir, de volar.

A mí,  esta vida que disfruto me concedió el privilegio de una existencia plena: siete hijos, nueve nietos que son mi mayor alegría, y un enorme  trayecto recorrido con amor y sentido.

Viajar sin cuerpo, atravesar el tiempo y la distancia con la fuerza del alma.

En Tinogasta, esa ciudad dormida entre los brazos de la cordillera catamarqueña, el tiempo parece haber hecho una pausa. Las mañanas son lentas, las tardes se diluyen en tonos ocres, y las noches caen con un silencio antiguo, casi sagrado.

Fue allí, una de esas tardecitas, cuando me desprendí suavemente de mi cuerpo físico. Desde mi estado de bilocación, me vi sentado frente a una casa colonial, entre hombres de voz pausada: juez, hotelero, comisario, jefe de correos… todos con la piel curtida por el sol y las palabras. Conversaban con esa lentitud sabia de los que ya han sobrevivido a muchos inviernos. Yo, entre ellos, invisible y lúcido, como un pájaro de alma suelta, atado a un cordel de luz infinita.
El aire olía a tierra seca, a madera vieja, a mate compartido. Era la dimensión desconocida, pero para mí, familiar. Conocía los senderos, los nombres de los ríos y las piedras. Entendía el idioma de los hombres y de los vientos. Así, entre charla y mate, conocí al joven doctor Wálter Penck, apenas veinticinco años, pero con la pasión de los sabios. Venía de Europa, de Leipzig, donde la ciencia lo pretendía, pero eligió la lejanía de esta geografía indómita para dejar su huella.

El viaje que compartimos —aunque uno cabalgaba en carne y hueso, y el otro en espíritu— fue una odisea. Desde Tinogasta a Copiapó, cruzamos la Puna por los pasos cordilleranos más imponentes. Lo vi levantar mapas con manos meticulosas, trazar líneas sobre planchetas que bailaban al ritmo del viento. Pero más que cartografiar, Penck narraba: escribía en un cuaderno de cuero sus asombros, sus dudas, y las bellezas solitarias de una tierra que le hablaba con voz propia.

Salió el 2 de marzo con peones y mulas. El 10 cruzó a casi cinco mil metros el Paso de las Tres Quebradas. El 13, luego del desierto, halló mesa con hule en la Puerta de Paipote. Y el 14 llegó a Copiapó. Recuerdo su mirada al volver: era la mirada de quien ya no es el mismo. El desierto lo había nombrado.

Cabalgamos bajo la luna como testigos mudos de una escena cósmica. El amarillo disco lunar ascendía en el cielo púrpura. Los picos nevados del Inca Huasi y el San Francisco nos observaban en su eternidad. La noche se tornaba suave como terciopelo, pero traicionera. El frío sellaba las mandíbulas y convertía la escarcha en cuchillos helados. Allí, en ese mundo sin agua ni fuego, solo queda cabalgar… o morir.

Y sin embargo, ¡qué espectáculo! Cielos tan puros que la Vía Láctea parecía un río espeso, de ungüento celestial. Cada estrella titilaba como una palabra olvidada. El universo no era negro ni vacío: era una partitura luminosa escrita por Dios. Yo flotaba en ella, invisible, privilegiado, como quien lee el secreto del mundo sin ser visto.
El viento aullaba entre piedras y arbustos como si hablara una lengua perdida. Me recordaba los susurros de los menhires en mi Tafí del Valle. Todo tenía un significado oculto. Todo pedía ser escuchado.
Y entonces lo comprendí: este alemán, este viajero venido de lejos, nos había entendido mejor que nosotros mismos. Había sentido a la Puna, la había amado, la había sufrido. La había caminado con asombro y devoción. Me dio vergüenza. Nosotros, nacidos tan cerca, apenas conocemos su alma.

Desde esta dimensión, hoy le doy las gracias. A él, y al misterio que lo trajo. Porque visitar la Puna es beber del cielo. Y volar por ella —aun sin cuerpo— es conocer un rincón del paraíso.

DR. JORGE BERNABÉ LOBO ARAGON -Tucumán #Argentina #España #México #Mundo

jorgeloboaragon@gmail.com


TESTIMONIO (Persecuciones) - Adrián Néstor Escudero - Santa Fe, Argentina

 



TESTIMONIO (Persecuciones) 

A los que con su heroísmo diario nos testimonian que

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. (Jn 15, 12, 13)

Y al notable escritor argentino, Sergio Bartés y su Poema “Páramo”, del libro “Materia Impalpable”, 2005. Con secreta administración.

Y a la Prof. Lic. Liana Friedrich y su Poema “Testimonio”, amiga del alma, poeta sublime, narradora y ensayista, de cuya amistad sembrada junto al Maná de la Palabra, sólo puede recogerse mediante su elocuente testimonio de amor y compromiso con la vida… 

¿Uno?

“Un desmembrado ángel ondea / sobre el fuego en carne viva. / Violentos adjetivos ahogan / el aire sobre la tierra sin vida…”                                 

   Toque de queda. Fue en la “crecida barba de la noche”, que Nadie se encontró con Nada. Cuando charlamos –a escondidas- aquella velada del 2012, su “Materia Impalpable” (Imposible), su alma de poeta “anegado” de sí, buscando en la oscuridad el rostro de “lo naciente” y sólo encontrando pupilas electrónicas de marketing céntrico cegadas de luz –esquina de San Martín y Moreno-, fue que sucedió.

   Nos hicimos amigos. Sin conocernos, claro. Simplemente porque él era un vate y yo un profesional acabado con ganas de serlo... Yo apenas, digo, como el Poema de él publicado en el Nº 161 de la Revista El Arca del Sur: es decir un “Páramo” de angustia y soledad inconquistable. Tal vez sintió lástima de mí. Y yo envidia de él, tan sereno y cálido a pesar de la angustia similar a la que yo rumiaba, mezcla de indignación e impotencia, porque todo era así, siempre había sido así –un “Cambalache”- y parecía que nunca iba a cambiar: injusto, vulgar, insolente y prepotente.; un mundo incapaz de pronunciar las palabras “por favor”, “perdón”, “disculpa”, “me equivoqué”, “¿puedo ayudar?”.

¿Dos?

“… El arco iris se viste de gris / en esta tarde desguarnecida. /Arrasando valles y quebradas / la lluvia con furia arrecia…”

    … El rumor del helicóptero nos desconcentró. Toque de queda. Habían vuelto a conectar nuestros chips. Eran como mosquitos burlones sobrevolando las azoteas de las casas mudas de la ciudad que albergaba un amplio estero del río Paraná, mientras los que velaban el Fin de los Tiempos -con fe ardiente pero esperanza temerosa- encendían por las dudas las tres velas del tercer misterio de la Virgen de Fátima, hasta que la nube radioactiva y los efluvios solares que conmoverían estructuralmente al planeta, cesaran de arrasar –menos a ellos, los puros- con la creación entera, tras empujarla hacia la profética oscuridad total que sobrevendría pronto, y ya anticipada hace milenios por profetas religiosos, intelectuales astro mayas y ocultistas varios, y confirmada más cercanamente -apenas un siglo atrás- por la Mansa e Inmaculada Mensajera de los cristianos...

   Pero sin dudas, Bartés se mostró enajenado cuando, antes del corte de conciencia, le mostré el introito de lo que había pergeñado en aquel instante inesperado –supremo- en el que nos habían dejado conectar mente y alma; ello, debido sin duda al interlapso que mediaba durante el fugaz cambio de turno de los controladores celestiales de por medio…

   Me dijo que no le gustaban los plagios. Yo le dije que no lo era. Que era tomar partes sueltas o palabras sueltas de una obra cualquiera –la suya, y de bardo, por ejemplo- y armar una nueva historia o un novedoso poema con otras partes ajenas o palabras agregadas, y hábilmente combinadas. Todo un Arte, le dije. No es fácil, le dije. Nada fácil. Es como armar un rompecabezas de esos que traban la inteligencia y escandalizan el ánimo, le dije. Pero no me creyó y me negó su e-mail. Hasta deseó que el primer rayo que viniera donde viniera y desde el esperado Fin del espacio y del tiempo, me partiera –literalmente- en dos...

   Por mi parte, triste y desconsolado por la incomprensión de aquel ego poético destrozado, me fui “desvelado... por la ciudad, desatando nudos limitantes", a la cetrina luz ciega de un cúmulo de “carteles apagados” bajo el toque de queda...

¿Tres?

“… Viejos presagios despiertan”...

   El helicóptero policial bajó rápido. A pesar de servirles hasta ahora con mi oficio de cuervo pleitero, de ave de rapiña mezcladora y barredora de conflictos siempre en favor de ellos, me encadenaron por delincuente literario… No hubo cambio de guardia. La “queda” había modificado el cronograma de turnos y detectaron, adventiciamente, la infección… Y así, como un alienígena de la Transmodernidad, fui transportado por ellos a su nave -a modo de un Cristo duplicado ascendiendo a los Cielos-, hasta desaparecer en un tumulto de nubes aguaceras...

   … Sí, me suspendieron en el aire, y luego, con singular destreza, me introdujeron al cepo volador... Todo por robar al silencio nocturno y noctámbulo de aquellas cibervidas clonadas, algunos de sus secretos más temidos y reservados... Uno sabía que sus avanzados chips neuronales podían controlar nuestras mentes, pero no nuestras almas… Uno sabía que, con cada cambio de guardia, podía experimentar el llamado a la total libertad... Entonces, no fue impericia sino infortunio, lo mío (me dije). Me atraparon porque era “su” Toque de Queda... ¿Casualidad o causalidad? Eh aquí la cuestión...

   … Y no habría otra forma de dejar Testimonio de lo que sentía y anhelaba el corazón prisionero por fuera y por dentro, que expresarlo en código semiótico… Y lo había hecho. Antes de que la caña de pescar rebelde me capturara, lo había hecho... Y no importaba que destruyeran las notas tomadas cuando chequearan mis bolsillos... “Lo hecho, hecho está”, fue mi clamor pilatiano más redimido por ya el Doctor de Mundos, por el Cálido Doctor sin Nombre... Entonces supe…

   … Entonces supe, clara e irremediablemente, que dejaría de ser abogado; y, nutrido por los “ecos” inconscientes que se ocultaban en mi nueva psiquis, me propuse reproducirlos –cuando fuera: con Toque o sin Toque de Queda; con Armagedón o sin él- en narraciones, historias y apólogos que se perpetuaran para cualquiera, en cualquier espacio tiempo y universo visible ó invisible, a cualquier hora y bajo cualquier árbol con sombra, y se sembraran en el deja vú de algún alma gemela, o no tanto...

   Me llamarían frustrado, porque en verdad no vería los resultados de mis sueños afanosos... ¿Pero, qué escritor o poeta no lo es cuando la libertad se encuentra encadenada, y la imaginación ya no forma parte del consciente imaginario del inconsciente colectivo? La revolución de los Inútiles Humanistas triunfaría algún día sobre los Soberbios Productivistas robotizados…

¿Cuatro?

¿Cómo los cuatro puntos cardinales que guían al mundo?

“… Huele a tristeza y lamento / el pobre vergel desaliñado, / Opaco, desamparado, yerto…”.

   Tengo -y seguiré teniendo, presumo- “visiones extrañas” sobre el particular, como si algunos espíritus proféticos estuvieran -sin falsa modestia y certera indignidad- alimentado mi alma en ciencia e inteligencia, posibilitándome comprender y aprehender, en todo lo referente a literatura y sabiduría, las enseñanzas del Doctor de Mundos –o de esa divina encarnación hipostática viajera de la que aprendí que proviene todo conocimiento y redención procede sólo de Él, y en la Unidad Trinitaria de Padre e Hijo y Espíritu Santo que lo contiene y expande-; enseñanzas y mandatos que me formaron en algo invisible que acuñara con los nombres de fe, esperanza y caridad, como virtudes esenciales para la edificación “en la roca” de un nuevo mundo, de un nuevo reino, de una nueva humanidad donde fuera posible edificar las primicias terrenas de la unidad en la diversidad de dones, fortunas y talentos…

   Y fue clave para esto la sabia arquitectura pedagógica –escondida detrás de las cortinas de mi ensueño propio-  ensayada con nosotros -improvisados discípulos- merced a un inaudito “Sillón de los Sueños” -o Árbol de la Cruz sacramentado en cibernético engendro espacial-…, donde unas gafas tridimensionales conectadas al conjunto de átomos de nuestro sistema nervioso personal e intransferible –el de cada ser humano viviente y esclavizado por el Señor de Relaciones Públicas-, posibilitaría al cabo reintegrarnos al Todo creado, explotando realidades en sueños, y trastrocando sueños en realidades mediante tan lúcidas como alucinantes historias de existencia-vida y de hombres (otra vez) humanizados…

   ¿Su fin? Procurar manifestar finalmente lo aprendido y aprehendido, precisamente en esos instantes en los que urge el Testimonio -pero verdadero- escuchando, comprendiendo, perdonando y sirviendo fraternal y amorosamente a todo hombre necesitado de volver a Ser para volver a Estar, cableado indescifrable aceitado en misericordia, compasión e indulgencia durante el sesgado y turbulento –apasionante- cauce del Río de la Vida; “visiones y sueños de toda índole” que, algún día, en algún libro, alguien –tal vez yo- terminaría revelando al...

¿Epílogo?

“… En los jardines dormidos, / resabios de gastados rezos / ansían que el reloj inicie, / desde el laberinto del tiempo, / una alada lucecita de esperanza”.

   De hecho, sería el final de un buen principio… Créalo: haya usted o no prendido todavía los tres cirios blancos indicados por el misterioso oráculo portugués de Fátima, y con el objeto diestro y siniestro de salvarse de un provocado, indetenible e inminente Apocalipsis planetario y/o Universal –luego de una segunda y terminal Guerra de los Idiotas que terminaría con cualquier resquicio futuro de paz fraterna- y habiendo seguido o no por Google las instrucciones que devendrían del develado -bajo el pontificado de un Pontífice católico y luego santo, titulado Juan Pablo II- y teorizado, por cierto y asimismo, dentro y fuera de los claustros rumoreantes de la Iglesia Petrina, el antes mencionado misterio virginiano materializado en las sublimes apariciones marianas de Fátima…

   (…Y, al instante, los cielos y la tierra se partieron en millones y millones de hostias consagradas, en una fantástica eucaristía presidida por el Justo en su Cenáculo celestial abierto, de par en par, a los ojos carnales del Cosmos... Y tuve suerte; porque fui una de las bocas hambrientas que recibió el alimento…: un pedazo de papel en el que había garabateado delante de ése, mi amigo-no amigo Sergio B., Poeta, y como Testimonio de un alertado designio, mi primer escrito metafísico imbricado por los signos indelebles de la palabra en la Palabra…).

ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO – Santa Fe, Argentina

MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA