TESTIMONIO
(Persecuciones)
A
los que con su heroísmo diario nos testimonian que
“No
hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. (Jn 15, 12, 13)
Y
al notable escritor argentino, Sergio Bartés y su Poema “Páramo”, del libro “Materia Impalpable”, 2005. Con secreta
administración.
Y
a la Prof. Lic. Liana Friedrich y su
Poema “Testimonio”, amiga del alma, poeta sublime, narradora y
ensayista, de cuya amistad sembrada junto al Maná de la Palabra, sólo puede
recogerse mediante su elocuente testimonio de amor y compromiso con la vida…
¿Uno?
“Un desmembrado
ángel ondea / sobre el fuego en carne viva. / Violentos adjetivos ahogan / el
aire sobre la tierra sin vida…”
Toque
de queda. Fue en la “crecida barba de la noche”, que Nadie se encontró con
Nada. Cuando charlamos –a escondidas- aquella velada del 2012, su “Materia
Impalpable” (Imposible), su alma de poeta “anegado” de sí, buscando en la
oscuridad el rostro de “lo naciente” y sólo encontrando pupilas electrónicas de
marketing céntrico cegadas de luz –esquina de San Martín y Moreno-, fue que
sucedió.
Nos
hicimos amigos. Sin conocernos, claro. Simplemente porque él era un vate y yo
un profesional acabado con ganas de serlo... Yo apenas, digo, como el Poema de
él publicado en el Nº 161 de la Revista El Arca del Sur: es decir un “Páramo”
de angustia y soledad inconquistable. Tal vez sintió lástima de mí. Y yo
envidia de él, tan sereno y cálido a pesar de la angustia similar a la que yo
rumiaba, mezcla de indignación e impotencia, porque todo era así, siempre había
sido así –un “Cambalache”- y parecía que nunca iba a cambiar: injusto, vulgar,
insolente y prepotente.; un mundo incapaz de pronunciar las palabras “por
favor”, “perdón”, “disculpa”, “me equivoqué”, “¿puedo ayudar?”.
¿Dos?
“… El arco iris se
viste de gris / en esta tarde desguarnecida. /Arrasando valles y quebradas / la
lluvia con furia arrecia…”
… El
rumor del helicóptero nos desconcentró. Toque de queda. Habían vuelto a
conectar nuestros chips. Eran como mosquitos burlones sobrevolando las azoteas
de las casas mudas de la ciudad que albergaba un amplio estero del río Paraná,
mientras los que velaban el Fin de los Tiempos -con fe ardiente pero esperanza temerosa- encendían por las
dudas las tres velas del tercer misterio de la Virgen de Fátima, hasta que la
nube radioactiva y los efluvios solares que conmoverían estructuralmente al
planeta, cesaran de arrasar –menos a ellos, los puros- con la creación entera,
tras empujarla hacia la profética oscuridad total que sobrevendría pronto, y ya
anticipada hace milenios por profetas religiosos, intelectuales astro mayas y
ocultistas varios, y confirmada más cercanamente -apenas un siglo atrás- por la
Mansa e Inmaculada Mensajera de los cristianos...
Pero
sin dudas, Bartés se mostró enajenado cuando, antes del corte de conciencia, le
mostré el introito de lo que había pergeñado en aquel instante inesperado –supremo-
en el que nos habían dejado conectar mente y alma; ello, debido sin duda al
interlapso que mediaba durante el fugaz cambio de turno de los controladores
celestiales de por medio…
Me
dijo que no le gustaban los plagios. Yo le dije que no lo era. Que era tomar
partes sueltas o palabras sueltas de una obra cualquiera –la suya, y de bardo, por
ejemplo- y armar una nueva historia o un novedoso poema con otras partes ajenas
o palabras agregadas, y hábilmente combinadas. Todo un Arte, le dije. No es
fácil, le dije. Nada fácil. Es como armar un rompecabezas de esos que traban la
inteligencia y escandalizan el ánimo, le dije. Pero no me creyó y me negó su
e-mail. Hasta deseó que el primer rayo que viniera donde viniera y desde el
esperado Fin del espacio y del tiempo, me partiera –literalmente- en dos...
Por
mi parte, triste y desconsolado por la incomprensión de aquel ego poético
destrozado, me fui “desvelado... por
la ciudad, desatando nudos limitantes", a la cetrina luz ciega de
un cúmulo de “carteles apagados” bajo
el toque de queda...
¿Tres?
“… Viejos presagios despiertan”...
El
helicóptero policial bajó rápido. A pesar de servirles hasta ahora con mi
oficio de cuervo pleitero, de ave de rapiña mezcladora y barredora de
conflictos siempre en favor de ellos, me encadenaron por delincuente literario…
No hubo cambio de guardia. La “queda” había modificado el cronograma de turnos
y detectaron, adventiciamente, la infección… Y así, como un alienígena de la Transmodernidad,
fui transportado por ellos a su nave -a modo de un Cristo duplicado ascendiendo
a los Cielos-, hasta desaparecer en un tumulto de nubes aguaceras...
… Sí,
me suspendieron en el aire, y luego, con singular destreza, me introdujeron al
cepo volador... Todo por robar al silencio nocturno y noctámbulo de aquellas cibervidas
clonadas, algunos de sus secretos más temidos y reservados... Uno sabía que sus
avanzados chips neuronales podían controlar nuestras mentes, pero no nuestras
almas… Uno sabía que, con cada cambio de guardia, podía experimentar el llamado
a la total libertad... Entonces, no fue impericia sino infortunio, lo mío (me
dije). Me atraparon porque era “su” Toque de Queda... ¿Casualidad o causalidad?
Eh aquí la cuestión...
… Y
no habría otra forma de dejar Testimonio de lo que sentía y anhelaba el corazón
prisionero por fuera y por dentro, que expresarlo en código semiótico… Y lo
había hecho. Antes de que la caña de pescar rebelde me capturara, lo había
hecho... Y no importaba que destruyeran las notas tomadas cuando chequearan mis
bolsillos... “Lo hecho, hecho está”,
fue mi clamor pilatiano más redimido por ya el Doctor de Mundos, por el Cálido
Doctor sin Nombre... Entonces supe…
…
Entonces supe, clara e irremediablemente, que dejaría de ser abogado; y,
nutrido por los “ecos” inconscientes que se ocultaban en mi nueva psiquis, me
propuse reproducirlos –cuando fuera: con Toque o sin Toque de Queda; con
Armagedón o sin él- en narraciones, historias y apólogos que se perpetuaran
para cualquiera, en cualquier espacio tiempo y universo visible ó invisible, a
cualquier hora y bajo cualquier árbol con sombra, y se sembraran en el deja vú de
algún alma gemela, o no tanto...
Me
llamarían frustrado, porque en verdad no vería los resultados de mis sueños
afanosos... ¿Pero, qué escritor o poeta no lo es cuando la libertad se
encuentra encadenada, y la imaginación ya no forma parte del consciente
imaginario del inconsciente colectivo? La revolución de los Inútiles Humanistas
triunfaría algún día sobre los Soberbios Productivistas robotizados…
¿Cuatro?
¿Cómo los cuatro puntos cardinales que guían
al mundo?
“… Huele a tristeza
y lamento / el pobre vergel desaliñado, / Opaco, desamparado, yerto…”.
Tengo
-y seguiré teniendo, presumo- “visiones extrañas” sobre el particular, como si
algunos espíritus proféticos estuvieran -sin falsa modestia y certera
indignidad- alimentado mi alma en ciencia e inteligencia, posibilitándome comprender
y aprehender, en todo lo referente a literatura y sabiduría, las enseñanzas del
Doctor de Mundos –o de esa divina encarnación hipostática viajera de la que
aprendí que proviene todo conocimiento y redención procede sólo de Él, y en la Unidad
Trinitaria de Padre e Hijo y Espíritu Santo que lo contiene y expande-;
enseñanzas y mandatos que me formaron en algo invisible que acuñara con los
nombres de fe, esperanza y caridad, como virtudes esenciales para la
edificación “en la roca” de un nuevo mundo, de un nuevo reino, de una nueva
humanidad donde fuera posible edificar las primicias terrenas de la unidad en
la diversidad de dones, fortunas y talentos…
Y fue
clave para esto la sabia arquitectura pedagógica –escondida detrás de las
cortinas de mi ensueño propio- ensayada
con nosotros -improvisados discípulos- merced a un inaudito “Sillón de los
Sueños” -o Árbol de la Cruz sacramentado en cibernético engendro espacial-…, donde
unas gafas tridimensionales conectadas al conjunto de átomos de nuestro sistema
nervioso personal e intransferible –el de cada ser humano viviente y
esclavizado por el Señor de Relaciones Públicas-, posibilitaría al cabo
reintegrarnos al Todo creado, explotando realidades en sueños, y trastrocando
sueños en realidades mediante tan lúcidas como alucinantes historias de existencia-vida
y de hombres (otra vez) humanizados…
¿Su
fin? Procurar manifestar finalmente lo aprendido y aprehendido, precisamente en
esos instantes en los que urge el Testimonio -pero verdadero- escuchando,
comprendiendo, perdonando y sirviendo fraternal y amorosamente a todo hombre
necesitado de volver a Ser para volver a Estar, cableado indescifrable aceitado
en misericordia, compasión e indulgencia durante el sesgado y turbulento
–apasionante- cauce del Río de la Vida; “visiones y sueños de toda índole” que,
algún día, en algún libro, alguien –tal vez yo- terminaría revelando al...
¿Epílogo?
“… En los jardines
dormidos, / resabios de gastados rezos / ansían que el reloj inicie, / desde el
laberinto del tiempo, / una alada lucecita de esperanza”.
De
hecho, sería el final de un buen principio… Créalo: haya usted o no prendido
todavía los tres cirios blancos indicados por el misterioso oráculo portugués
de Fátima, y con el objeto diestro y siniestro de salvarse de un provocado,
indetenible e inminente Apocalipsis planetario y/o Universal –luego de una
segunda y terminal Guerra de los Idiotas que terminaría con cualquier resquicio
futuro de paz fraterna- y habiendo seguido o no por Google las instrucciones
que devendrían del develado -bajo el pontificado de un Pontífice católico y
luego santo, titulado Juan Pablo II- y teorizado, por cierto y asimismo, dentro
y fuera de los claustros rumoreantes de la Iglesia Petrina, el antes mencionado
misterio virginiano materializado en las sublimes apariciones marianas de Fátima…
(…Y,
al instante, los cielos y la tierra se partieron en millones y millones de
hostias consagradas, en una fantástica eucaristía presidida por el Justo en su
Cenáculo celestial abierto, de par en par, a los ojos carnales del Cosmos... Y
tuve suerte; porque fui una de las bocas hambrientas que recibió el alimento…:
un pedazo de papel en el que había garabateado delante de ése, mi amigo-no
amigo Sergio B., Poeta, y como Testimonio de un alertado designio, mi primer
escrito metafísico imbricado por los signos indelebles de la palabra en la
Palabra…).
ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO – Santa Fe, Argentina
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA