MEDITACIÓN de un INCRÉDULO
“Pienso,
luego existo”. Esto resulta incuestionable como efecto. Mas, todo efecto ha de tener una causa, la cual podemos descubrirla o
no. El no conseguirlo, no implica que por desconocer la causa no haya de
admitirse el efecto. De hacerlo, estaríamos renunciando a la lógica o experiencia
primera.
Si
existimos, habremos de preguntarnos de
donde nos viene dada la existencia. ¿Puede lo que no existe darse
existencia alguna? (quien así lo crea, que lo razone y demuestre). Pero, al no
ser posible, y la prueba palpable de ello es que si lo estoy pensando es porque
existo, esto me lleva a tener que admitir que la existencia me ha sido dada.
Que pueda resultar incomprensible para muchos no significa que se tenga que
alterar que el acto de pensar implica existencia.
Ante
el hecho incomprensible como Primera Causa de todo lo existente se abren dos posibilidades. Azar o casualidad y
creacionismo o causalidad. El azar no es otra cosa que barajar hipótesis
inconclusas para justificar algo tratando de hacerlas coincidir. Para
entenderlo, si tomamos una frase cualquiera compuesta por varias decenas de
letras y las cortamos una a una y las arrojamos al suelo para recomponer la
frase tendrían que darse 1.000 millones de intentos para conseguirlo. Si en
lugar de la frase fuese el libro entero tardaríamos más tiempo que el que tiene
la edad del universo. Tarea imposible.
Lo
casual o creacionismo data 13.700
millones de años y para que en su evolución cósmica haya aparecido la vida
inteligente han debido darse unas leyes muy precisas. Así, si aumentásemos el
1% de la fuerza nuclear los núcleos del hidrógeno no permanecerían libres, y al
no poder combinarse con los átomos de oxígeno no habría agua, elemento
indispensable para la vida. Si por el contrario disminuyésemos el 1% la fusión
se haría imposible, y sin fusión no habría soles, ni energía, ni vida. En
cuanto al hombre, para que surja una molécula de ARN utilizable, apelando al
azar sería necesario multiplicar a ciegas los ensayos un tiempo 100.000 veces
más largo que el de la edad del universo, con lo cual hemos de desechar el
planteamiento.
Así,
pues, ¿casualidad o causalidad?
El
hombre tiene necesidad de auto-reconocerse.
Tomar consciencia de quién es. Como humano necesita reconocer su humanidad, más
allá de las apariencias. Preguntas que puedan responderle por el sentido de su
vida. Incluso reconocer los “diosecillos” en los que ha puesto personalmente su
confianza o le ofrece el mundo y ver adónde le conducen.
Los
humanismos tratan de ofrecerle una
respuesta. Pero, el problema de los humanismos es que no pueden responder a la
eterna pregunta del hombre en su afán de vivirse y se limitan a lo simplemente
humano o materialismo. La profecía de Marx no tuvo cumplimiento y la economía
de mercado mantiene grandes desigualdades.
El
problema humano comienza cuando Orestes le dice a Júpiter “Apenas me has creado he dejado de pertenecerte”. En su obra “Las
moscas”, el existencialista ateo J. P. Sartre enfrenta al hombre con su
creador. No niega que proceda de Él, sino que quiere apartarse para ser su
propio dios. Y ahí comienza la tragedia, porque…
→Se ignora el para qué de la vida. De ahí que pueda ser
abducido por el nihilismo que niega
el sentido a la existencia.
→Se niega una referencia ética, porque se carece de una
moral superior en la que el hombre encuentre razón para salir del agujero de su
“ego” y procurar el bien común.
→Se niega la
respuesta al anhelo de querer vivirse.
Aquel grito de Michelet de “Mi yo, que me es arrebatado”, se ahoga ante la
perspectiva de la nada de la muerte.
¿Qué cambiaría si
lo admitiese?
Si admitimos el
creacionismo habremos de entender que no es algo que carece de sentido. En
primer lugar, ha de existir un Creador― siendo Él inexplicable y Causa
Primera―, al cual ha de atribuírsele todo lo que existe. Es la ciencia (no la
teología ni la filosofía) la que afirma que todo lo creado, su evolución está
en función de la aparición de la inteligencia, esto es, el hombre, a lo cual
denomina “principio antrópico”.
→En primer lugar,
el origen del hombre. El que puede
crear de la nada desde su Omnipotencia se basta a sí mismo y nada necesita. Es
su amor inagotable el que le mueve a crear al hombre para hacerlo partícipe de
Él por la eternidad, dotándolo de libertad para que libremente lo acepte.
→En segundo
lugar, mostrándole el camino de una ética
superior, que no basta con el cumplimiento de no hacer el mal, sino que
implica el amor a los otros.
→En tercer lugar,
ese último sentir de terminar en la nada se abriría a la esperanza de una vida más allá de la muerte.
El hombre
necesita confiarse a una realidad
que está amenazada por la nada, ya que la inseguridad forma parte de su
existencia, oscilando todo entre el “sí” y el “no”. ¿Acaso puede estar seguro
de la fidelidad de su pareja o que mañana no se acabará el mundo? El no. ¿Hay
algo más incoherente que la nada? ¿Qué
prueba la “nada”? El hombre debe preguntarse por su realidad y elegir a
priori entre la esperanza y el caos.
Mas, la realidad está cerrada a la desconfianza radical. ¿Por qué? Porque lo
que va a encontrar como respuesta es nada. Y como su realidad reside en el
propio existir habría de admitir “lo que no es”, el sinsentido de todo, incluido él mismo, y siendo consciente de
poseer un “yo” habría que concluir que no tiene razón de ser.
Ante la pregunta
universal acerca de su razón de ser, la nada absoluta como respuesta. Por eso,
necesita superar la acidia o pereza
del espíritu y meditar el misterio de la vida. Esto es, la existencia de Dios y
cómo le afecta confiarse a Él o
cerrarse teniendo como último y definitivo destino la nada de la muerte.
ÁNGEL MEDINA
– Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO
ARGENTINA