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sábado, 3 de diciembre de 2022

En modo fútbol esta pasión de multitudes es para elegidos, Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

 



En modo fútbol esta pasión de multitudes es para elegidos

 

No caben dudas que en el caso del fútbol, la noción de juego quizá se ha vuelto menos real que metafísica. Con solo presenciar por televisión las encendidas polémicas del periodismo especializado queda demostrado que estos augures se enfrentan en un campo de certezas individuales y encienden polémicas como si estuvieran discutiendo los destinos de la humanidad. Y acaso tienen su razón. El fútbol se ha convertido en el deporte más influyente de la modernidad que vivimos y el que despierta las pasiones más furiosas y desenfrenadas. Sirve para justificar, como pretendió Ortega y Gasset, desde el origen del Estado hasta las más gratificantes formas del arte contemporáneo, como conjeturaron y se empeñaron en verlo el sociólogo y crítico literario francés Roger Caillois y el filósofo e historiador neerlandés Johan Huizinga. Desde sus puntos de vista acaso todos tengan razón. Basta comprobar que cada domingo los estadios se convierten en templos cuasi sagrados que sustituyen a las diversas Iglesia. Eso sí, no se va a rezar sino a cobrar protagonismo, a gozar o sufrir, depende, por supuesto, del resultado del match.

Con un nivel de idolatría digno de los profetas divinos o de los dioses de la Antigua Grecia, la figura del futbolista se eleva hasta lo sagrado. Para el legendario delantero argentino Alfredo Di Stefano, el primer consagrado por el fútbol español, “marcar un gol es como hacer el amor”. Otra vez llegó a decir que “ningún jugador es tan bueno como todos juntos, pero suele haber uno más bueno que todos los demás y es el que marca la diferencia”, donde rescata, con la debida prudencia, el valor indiscutido del que encabeza el grupo y el equipo que lo acompaña para llegar al triunfo.

Por cierto que a veces el fútbol es injusto, y otras inexplicable. El superdotado Lionel Messi ha confesado que no “le gusta perder a nada y que su principal objetivo siempre es ganar”; sin embargo, también ha llegado a decir que “prefiere ser buena persona a ser el mejor jugador del mundo y que los jugadores de fútbol deberían ser un ejemplo dentro y fuera del campo de juego”, contradiciendo a otros que solo les importa ganar excluyendo las nobles y coincidentes ideas del rival.

Tan responsable como arrepentido, Maradona se condenaba a sí mismo por el 99 por ciento de todo lo malo que hizo en su vida, pero el 1 por ciento, que es el fútbol, lo salvaba del resto y eso le hacía ganar el cielo; también llegó a decir, que “por las cosas malas que hizo pagó, pero el balón no se manchaba nunca de impurezas”. Estas frases futboleras desmarcan al jugador de la profesión que ejerció sobre el campo de juego; en este caso por la turbia fama (¿merecida o no?) que alcanzó debido a su comportamiento fuera de la cancha. El astro argentino mostraba así su amor por la disciplina que lo convirtió en un ídolo. Muchísimas confesiones, pero una sola verdad: el fútbol es solo un juego, por cierto; pero qué juego alcanza estas consideraciones filosóficas. Para la feligresía de este deporte, el astro argentino está en el cielo, a la diestra de Dios y, para algunos fanáticos, es el mismísimo Dios.

Es así que como un Jubileo o Año Santo establecido por el Papa de Roma, en este caso por la cuestionada FIFA, cada cuatro años se celebra la gran fiesta del fútbol, que además de ser un pingüe negocio internacional, convoca a todos sus devotos en un enfrentamiento que será consagratorio para un país más allá de banderías políticas e ideologías. Un viejo refrán dice “que en la cancha se ven los pingos”. Esto significa que no hay candidatos firmes, ni números puestos y hasta el equipo menos mentado puede dar vuelta un partido como lo vimos en el debut de la Argentina contra Arabia Saudita. El fútbol es y seguirá siendo imprevisible, ya que, como decía mi tío Eulogio “en la cancha no hay cuadro chico”, mal que les pese a ciertos agoreros comentaristas de dicho deporte.

También en el fútbol, como en la vida de cualquiera de nosotros, hay un destino y por esas cosas que suelen suceder, por coincidencias o casualidades; por decisiones que se toman y otras que no, el estar en el instante y en el lugar adecuado hace que un jugador logre lo impensado. Para el técnico argentino Marcelo Bielsa, uno de los maestro más requeridos de este deporte “de lo que se trata, ante todo, es de reducir el azar”. Un jugador no sólo es sólo un artífice del balón pie y un hacedor de maravillas; es a su vez y esencialmente un ser humano que siente con intensidad y complejidad cuando está en el campo de juego y tiene en sus pies la sagrada pelota.

Sin embargo, la tecnología que escarba en todos los órdenes y no se detiene ante nada, ha brindado ahora el ya famosísimo y decisivo VAR, que mira con un ojo inflexible cada jugada y puede llegar a anular el gol mejor logrado frustrando el mejor momento de un jugador (inevitablemente uno piensa en el tramposo gol con el puño, que para algunos fue el puño de Dios, convertido por el inefable Diego a los ingleses en el Mundial de México en 1986). Pero bueno, una cosa no empaña la otra.

En otro aspecto, el fútbol es la mejor carrera profesional del mundo moderno en comparación con otras carreras laborales para el hombre y esto tampoco está en discusión. La experiencia de algunos jugadores como Maradona o Pirlo, Ronaldo o Messi, entre muchos otros, deja en evidencia como el fútbol es el camino más efectivo para ganar dinero y llegar a la ansiada felicidad de una vida superior en plena juventud, teniendo en cuenta el impacto social y la influencia en la misma sociedad.

Agreguemos que en mercado laboral actual, el fútbol es lejos la profesión más efectiva en cuanto a remuneración se trata. Los contratos firmados por los aspirantes que llegan a dedicarse a esto profesionalmente, hace que inmediatamente cambien el modo de vida. El dinero ganado, depende de varios factores tales como la edad del jugador, la importancia que tiene para el club que lo contrata y, ligado al talento, el valor que su ficha representa en el mercado. La mayoría de los jugadores que son deportivamente muy competitivos, llegan a firmar contratos por cifras exorbitantes,

En fin, en todas las direcciones la fiesta futbolera está abierta en estos días y perder o ganar es tal vez lo de menos. El fútbol como espectáculo es lo que cuenta. Todos los días nos llevamos sorpresas y nadie tiene asegurado nada. Repetimos otra vez el consabido refrán: “en la cancha se ven los pingos”. Conjeturar resultados es arriesgar demasiado cuando los finales están abiertos.

 

ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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