Bienvenidos

sábado, 23 de febrero de 2019

VUELO TRUNCO, Rodolfo Leiro, Buenos Aires, Argentina

Resultado de imagen para RODOLFO LEIRO




VUELO TRUNCO

Del libro: “BOEDO, postales del ayer” Ed. 2003, Pág. 80

Tendió sus alas grises, melancólicas y humildes, ensayó un vuelo corto, como de perdiz, se posó en el empedrado desparejo que, como decía Héctor Gagliardi: “Pisonado por algún tano aburrido de Italia meridional”, y asilándose a su vista de halcón de las cornisas y lujosa damisela de cemento, encontró sustento en la rayuela de la calzada.
Quedó unos instantes como pensativa, tal vez una instintiva duda inmovilizó por un momento el fervoroso ritmo de sus alas y cuando levantó su vuelo en busca de la fronda de un viejo plátano casi vencido por los años, un veloz emisario del progreso, raudo automóvil manejado por manos siempre ansiosas  de devenir una urgencia que no tiene, la impactó lúgubremente en pleno vuelo y la arrojó sobre el cordón de la vereda, de aquel antiguo Boedo en que todavía y por aquel entonces, el mótorman del tranvía utilizaba una larga palanca para cambiar de rumbo…
La tomé en mis manos temblorosas, no tanto como su cuerpecillo adormecido por los estertores de una agonía que me roía las entrañas.
Abrió un instante brevísimo sus ojos, como para atrapar el pedazo del incomprensible mundo que asiló sus pálpitos tratando de defender su derecho a la existencia en los predios urbanos, muy lejos de las pampas fértiles donde su vida pudo cosechar algún milagro de sustento.
No sabía qué hacer con ella.
Su cuerpecillo yerto pero caliente todavía y sin mortaja, palabras que hurto a mi querido Almafuerte.
Algunos transeúntes me observaban con cierta sorna no pudiendo comprender que un pecho de Poeta pudiera llorar por una torcacilla con vida de urbanismo.
La dejé suavemente junto al árbol y me alejé tratando de meditar si había construido una injusticia, porque debiera haber hurgado la tierra en el cantero que cobija el árbol, con mis hoy viejas manos cansadas de apretar rancias teclas de máquinas vetustas, para forjar, a su cuerpo de pasto y a su noble corazón de ciudadana de Buenos Aires, una pequeña fosa para compensarle su injusta muerte.
Si, han pasado cinco años.
Cada vez que transito por Boedo y Garay, me parece verla ensayando un vuelo diferente y evitando su despótico final.
Pienso, que si yo hubiere manejado aquel coche, me habría detenido para socorrerla.
Usted puede creer que son cosas que sólo se les ocurren a los locos?
Es que yo padezco de demencia.
Un orate inofensivo que ha caído en la bohemia.
Por eso, todavía llevo en mi corazón aquella torcacilla que terminó sus vuelos cortos en Boedo y Garay.
Le he urdido un nido en las diástoles de este corazón fabricado con rimas y con glosas.
Ciertas noches, la siento aletear gozosa dentro de los asténicos muros de mi pecho.

©RODOLFO VIRGINIO LEIRO, poeta y escritor argentino, desde la memoria.
MIEMBRO FUNDADOR DE ASOLAPO ARGENTINA




No hay comentarios:

Publicar un comentario