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sábado, 9 de febrero de 2019

LUNA DE CARAMELO, Adrián Néstor Escudero, Santa Fe, Argentina

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LUNA DE CARAMELO

 A todos mis queridos amigos en el Maná de la Palabra, hacia la sempiterna Natividad del Verbo de Luz y Amor, encarnado para nuestra salvación y la del universo entero…
 En especial, al talentosa y admirado escritor argentino Norberto Pannone, Presidente de ASOLAPO-ARGENTINA: colega, amiga y hermana en la Fe y Humanidad…
 … Abrazados todos en el Puerto del Arte Literario, enclavado en el Archipiélago del Reino de la Imaginación Creadora, circuido por el Océano de la vida para la Vida, y como Pájaros mansos pero libertarios y audaces, lanzados en vuelos de Paz hacia una fraterna Comunidad Cósmica…Con sincero afecto crístico, mariano, josefino, epifánico y estival…

Adrián N. Escudero (Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina – Enero de 2019 – En Verano y Octava de Navidad, estaciones del Amor y de la Luz).-


 “El que obra, conforme a la verdad, se acerca a la luz” (Juan 3, 21)






EL UNO

   Ahora (recuerdo), un 12 de diciembre del año del Señor de 2008, “en una noche de luna de caramelo”, la tierna Poeta santafesina, Marta Goddio, escribió una suerte de poema o bella prosa poética que, en su cantar, decía que…

   Dice mi niña que…
   Dice mi niña que la Luna, que esta Luna embarazada de amores nuevos, es una luna de caramelo.
   Que podemos subir a ella si nos animamos a hacer una escalerita juntando de a dos las manos.
   Dice mi niña que hay que hacer la prueba, que hay que animarse, porque de esta escalera nadie se cae. Tan segura lo dice, que yo le creo…
   Parece que es una escalerita invisible, de manos trenzadas con  la fuerza del misterio.  De a dos.
   Entonces, dice mi niña, que es muy  fácil: en silenciosa  complicidad esperamos que lleguen los amigos. Esos que también saben que esta Luna es una Luna de caramelo embarazada de amores nuevos.
   Dice mi niña que hay que hacer el esfuerzo de subir el primer escalón, porque a veces están un poco altos los brazos de los amigos que nos esperan para que apoyemos nuestros talones.
   Y dice mi niña, que también hay que tener paciencia, y ser fuertes, para ayudar a quienes nos sostuvieron a que también puedan subir.
   Allá arriba, hay otros amigos que nos esperan, en el lado de la Luz, no en el de la oscuridad, con los brazos de par en par   para recibirnos en abrazos azules y celebrar, y reír…con la alegría de  saborear esta Luna toda para nosotros compartida.
   Entonces comprendo por qué esta Luna, que es de caramelo, y está embarazada de amores nuevos, esta noche brilla tanto.
   Entiendo por qué estoy aquí, cruzando mis pulgares, transformando en alitas las manos, trenzándolas vaya uno a saber con quién, para que vos puedas hacer pie y subir hasta llegar a su centro más brillante.
                                                                    
   Y entonces, luego de entonarla, un humilde escriba atrincherado tras la ventana rugosa y abierta de su botica de autor, enclavada sobre la cota más alta de aquella campesina ciudad llamada Argenta de la Santa Fe, brotada no de la sal medicinal de los mares oceánicos sino de la incómoda y enfermiza humedad que transpiran sus lagunas y esteros envolventes y coloreados por el pasto agreste desde donde salían, disparados a diario y como fuegos de artificio, teros y benteveos chillones…, oró, pensó y escribió…

   (… al principio, como impotente, tras el agobio de un tiempo demasiado luminoso para su cuerpo blanco y opaco de encierros literarios…, como impotente, decía, de expresar sus sentimientos azuzados con el talento que sólo alguien Poeta, como ella, podía poseer para captar las esencias de lo temporal e intemporal del cosmos, y ofrendarlo en sublime parábola acerca de los infinitos mundos paralelos que equidistan el complejo entorno de la llamada “realidad”, y que agitan la conciencia y el corazón del hombre a fuer de impensado e imprevisto actor –ora consciente ora inconsciente- en la comedia de existir, para experimentar la teatral -por lo sobrenatural- lucha que ensayan y ejecutan el bien y el mal -como misterio del Misterio que ha hecho todas cosas-, en ese eficaz destierro -apelado “vida”- purificador del libre albedrío, inteligencia y voluntad con que fuera gestado en singular designio de persona filial y semejante al Único que Es y Hace Ser)…

   … como neto y nato, exclusivo y excluyente narrador que era, prima facie y para desearle unas felices navidades y responder a su amiga en las letras, más o menos, como sigue:



EL DOS

   “MARTA: Bellísima metáfora que nos deja en el umbral mismo del Misterio de los misterios: Dios, pronto redivivo en estas Navidades. Y será su tibia y pequeña manita quien nos tome de las nuestras, con ternura de Padre y amor de Madre, para elevarnos a la Luz de tu Luna de caramelo… Porque está escrito. "Hay que hacerse como niños para entrar en el Reino de los Cielos"... Una manita que luego, desde un sangriento madero, se transformará en Abrazo abierto a toda la Humanidad que desee rendirse al Amor verdadero para ser verdaderamente feliz; y que, por un hueco de voz transida por el sufrimiento y la ofrenda, prometerá desde su cruz salvadora que…: “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí".

   Después, el ignoto escritor de naderías transformó sus apuntes febriles en un acuciante relato metafísico, lo plantó en Word, y, haciendo “clic” en “Enviar al destinatario”, lo remitió a su angelical amiga con el siguiente pedido: “Querida Marta, Vate de las Esencias: acabo de leer tu poema “Dice mi niña que…”, y he sido impulsado fuertemente a escribir una suerte de micro relato, aherrojado metafísicamente -por sus arraigos celestiales- y que llevo de inmediato a tu consideración. Ello, a fin de que autorices o no su oportuna publicación, pues, dicho poema, es parte sustancial del escrito de marras, y al cual he titulado, en Su (tu) homenaje: LUNA DE CARAMELO.  Agradecido desde ya por tu mágica ofrenda espiritual, te dejo un fraternal abrazo en tanto, ansioso, desespero de una súbita y grata respuesta de tu parte. Adrián”.-

   Por último, el hombrecillo pequeño como un duende y de pelaje entrecano, casi ciego, llamado casualmente Nic… - sshhhh; ¡espera!, ¡espera! déjalo para el final- archivó el documento y el correo enviado en su directorio de enviados electrónicos –y a la deseada vuelta de un mariano sí en torno a su particular pedido-, mientras que, como en puntas de pie, con beata levedad, caminó hacia la secreta puerta translúcida que vibraba ahora frente a él y en su bibliotecario hábitat casero, y, sin que nadie diera cuenta de la especie de silueta sacerdotal que comenzó a envolverlo y lo imbuía en un todo como a una sombra de las paredes del claustro, de pronto, el hombrecillo desapareció… Y fue como esa sombra de movimientos nocturnos y noctámbulos, sin ecos profanos, transitando allá, detrás y después del Mundo, los atrios de un umbrío Monasterio oculto en el latido de una desconocida, blanca y luminosa ciudad virtual…

   … Ciudad virtual que, al descorrer las etéreas cortinas de aquella especie de pórtico y ventana abierta como una amplia y lúcida plegaria -y cuyos postigos daban a la vez, y por ser parte del latido existencial de lo mágico, hacia ella- se volvió como a la calle ancha de un céntrico y nocturno barrio recoleto de brillantes farolas y fachadas neoclásicas, enclavado en el mismísimo Polo Ártico (Mirando al Norte) y/o, al mismo tiempo, como entrecruzadas dimensionalmente, a una calle estrecha y polvorienta de una restaurada villa de emergencia del Polo Antártico (Mirando al Sur), mientras alzaba la vista con sensible rubor de Obispo vestido de rojo-rojo, enamorado -como su tal Niño de Belén- de todos los chicos, y no sólo del mundo que lo cobijaba, sino de todo, de todo el Universo todo…; mientras leía y releía setenta veces siete -con una sonrisa generosa (llana y llena) como esa luna (llena y llana) de Nochebuena que brillaba en lo alto cual estrella mesiánica-, aquel poema o prosa poética que una barda amiga había escrito para él..

   Sí, afirmó: Ahora recuerdo (como todos los años desde aquel entonces), a aquel 12 de diciembre del año del Señor de 2008, “en una noche de luna de caramelo”, que…

   Porque asimismo estaba escrito: “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran Luz” Y “lo eterno entra en el tiempo y el tiempo comienza a ser camino de eternidad”…

   Entonces, “Dice mi niña que…”, ese texto dócil y polifónico que, nuevamente ahora, obraba en sus trabajosas y tiernas manos de Papá Noel, sería trastrocado de su primitiva armadura de tinta y papel -por la Palabra Esencial que lo embargaba-, en demiúrgica escalera de fe elevada hasta La Gruta Rústica de lo Inefable, para llevarlo en andas, como litúrgicamente, y paso a paso, rito a rito y sacramento a sacramento, entre nubes de puro albur, hacia el inescrutable Misterio invocado por la mítica ciudad davídica donde se edificaría el primer cenáculo, el primer relicario donde un Niño en Llanto ofrecería al mundo su Maná para los Ángeles…

   … Ello, con la seguridad de los que creen poder restaurar almas, sanar heridas y, acortando distancias y horizontes de utopía, tocar el Cielo con las manos y estrecharlas, al fin, con las de aquel Dios Abba simple, curioso y amable, como ese Niño en Llanto (y luego Grande, Pasionario, Absolvedor y coronado en Gloria) también asomado desde el hedor manso y la animal (cálida) clemencia de un establo helado, mas sobre “otra” ventana ya no traslúcida sino enmaderada y palpable:…

   … la de su gandhiano Portal de Belén-Casa del Pan de Judá (o Ciudad Sin Murallas-Ciudad de Quien sería Pan de Vida para la Vida del Mundo), y que después de la leche tibia de su cordera y virgen Madre (frágil doncella hebrea), y del consecuente refugio tan heroico como carnal del pudoroso José, sonreiría hipostado de gozo al ver las cosas que sus criaturas favoritas (las pequeñas) eran capaces de hacer (humanizándose en silencio contemplativo y garabateando sin darse cuenta las primicias de una historia, de un evento inaccesible a la razón, como argamasa edificada sobre Roca firme, una verdad de fe fundada con tiernas señales en los humildes de corazón), para encontrarse, abrazarse y alabar juntos a Dios, en su corral de benigno Cordero Mesiánico (Providente Pastor de Hombres y Misericordioso Libertador de Egos), a fin de dialogar…

   … Dialogar con la sabiduría de la mundana ausencia, con el aliento de un racimo del Hebrón, con los suspiros de patriarcas y profetas, y la solitaria orfandad de periféricos, llanos, vulnerables y postrados jóvenes alcoholizados, de apestados, hambrientos y drogadictos niños olvidados, y de ancianos descartados como flores muertas de vientres y mujeres llagadas y abortadas por la violencia, y devenidos -para la ocasión- en arcanos cuando no maquillados pastores modelados -como muñecos de cera- por el consumismo hedónico de un mundo en tinieblas, que necesita –aprisa- reconciliarse consigo mismo y con Dios para dialogar… Dialogar, por un instante siquiera, y confiada, serena, amorosa y filialmente… con Él. 



Y… EL TRES

   Afuera, tras la puerta-ventana oblonga y traslúcida de la botica de escritor de aquel hombrecillo pequeño, sutil como un duende y de pelaje entrecano y casi ciego, convivía en su doble personalidad un Obispo de Rojo llamado, ya no, casualmente… Nicolás… -¡Yaaa!¡Ahora sí que es hora de revelar su nombre!-, al cabo san Nicolás de Bari -bautizado Papá Noel- que deambulaba todas las noches de todos los días -hasta esa Noche Especial en que, agobiado de tomar nota como testigo de los tiempos, salía a poner pájaros de caramelo en los labios estremecidos de los niños, bajo una luna a veces de caramelo y a veces oculta de brillo por la abominación del mal que sacudía la tierra- por o en una ciudad inaccesible…

   … Una villa citadina feudal e infranqueable, donde algunos seres humanos vivían encerrados, atenazados y confiados en su propio poder para ser felices…; y, al mismo tiempo, por (o en) otra ciudad sumergida en la anterior y transitada en el espacio-tiempo con su poder bilocativo…: una villa citadina también ésta pero que pugnaba por su accesibilidad, y era tan feudal e infranqueable, porque quienes moraban en ella lo hacían hacinados, prisioneros y arrastrados hacia la súbita esperanza de una limosna mezquina o de un trabajo precario y jugados -en su marginal soledad- como a la buena de Dios… De un buen Dios que veía especialmente en esos hombres al cuerpo colectivo y martirizado de su Hijo más querido, y al que había entregado en Cruz para expiar su necedad, y enseñarles lo que en verdad significaba amarse los unos a los otros como Él los amaba…

   (…)
  
   Y también afuera –lo confieso-, pero como unos tres mil años después, sobre selectas veredas lustradas y formateada geométricamente por el Gran Hermano y Señor de Relaciones Públicas que gobernaba al Mundo y para quien el Poder no era un medio sino un fin en sí mismo, un sensible Poema navideño titulado “Dice mi niña que…”, era capturado por los soldados del pecado, el error, la ignorancia y la indiferencia, de un vetusto archivo de ciudad Argenta y en su apergaminada pero aún fuerte fibra de notas esenciales e invisibles a los ojos de la carne, y que parecía estar perdiendo –finalmente- el buen combate contra los Cuatro Jinetes del bíblico Apocalipsis…

    Sí, absorbido de lleno por el hacendoso quehacer de un eficiente robot culinario que gorjeaba y titilaba en su maliciosa porfía con aquel –ahora- desecho de papel entintado y estropeado, el Poema estrujado en su materia y zozobrado en la utópica identidad de haber deseado ser, alguna vez, mensajera parte de una botella noble y justa arrojada al mar de las más bellas, buenas y verdaderas intenciones, se difuminaba sin retorno aunque sin dejar de ser una semilla llevada por el viento de los tiempos hacia la…

   Más, estaba claro, como una noche de luna, y oscuro como una noche sin Ella, que sólo cuando una (mí, nuestra) Luna de Caramelo supiera brillar por sí misma, entonces, y sólo entonces el Mundo y los hombres…

©ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA




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