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domingo, 18 de febrero de 2018

A VECES, EL OLVIDO, Guillermo Fernández del Carpio, Arequipa, Perú

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Imagen de: mauricio delgado castillo
la memoria del zumbayllu


A VECES, EL OLVIDO

 A mis abuelos Guillermo y María y a mi Madre, a quienes nunca puedo olvidar

Ya no se acuerda con lucidez de su niñez, de sus amigos cercanos, de los dos viajes a Europa-uno a Italia y el otro a España-, ni de los consejos de Mamá Josefina, ni los nombres de los personajes del Quijote, pero recuerda la trama. Ha borrado de la mente casi todas las clases magistrales de literatura dictadas con pasión en la Universidad Nacional de San Agustín y en la Mayor de San Marcos. Contabiliza el tiempo de un modo peculiar; el alba y el ocaso son las claves para entender dos tiempos del mismo día, y en las noches, sabe con certeza que despertará, lo que no sabe aún es si algún recuerdo podrá navegar en su  mente sabia. Ha olvidado La Lotería de Babilonia pero admira la pluma y el universo de Borges, ha olvidado al Consejero de la Guerra del Fin del Mundo sin eludir la crítica a Vargas Llosa, ya no se acuerda de los principios liberales de La Riqueza de las Naciones; sin embargo, su mente reconoce  a Pitágoras como creador de la Economía y no a Adam Smith. Permanece en él, el concepto central del indigenismo y sabe que existe diferencia con la postura indigenista. Puede ver una foto de Arguedas y detrás de ella, puede imaginarse algún paisaje andino o reconocer el sonido de un zumbayllu. Es que el olvido parece ser que tiene en sí una sinrazón; donde el concepto y la experiencia permanecen, más no los detalles o circunstancias precisas.  César Díaz es el nombre que por momentos ha olvidado pronunciar. El olvido es una constante en su vida. Tiene aún cientos de lectores, a los cuales apasiona su poesía y su acertada crítica a la realidad del país, plasmada en varios artículos y en un ensayo llamado Perú:  Realidad y Futuro. Cada día transcurre entre un desayuno ligero, un abrazo de su esposa, una llamada de su hija Sofía que muchas veces es breve; porque César percibe la tristeza de ella, cuando lo escucha  tartamudear para recordar. Un día a la semana por la tarde lo visita Julio Aréstegui, un alumno suyo de la San Agustín. César en sus ochenta y cuatro años  y Julio un asiduo lector.  Ambos, entablan un diálogo, acompañados de un café. Uno de esos  diálogos…


- Don César. ¿Cree usted que debe uno tenerle miedo al olvido? - No. Nadie es un Funes Memorioso . Prefiero tenerle miedo al miedo, eso es más controlable. Simplemente se vive con lo que uno tiene en su mente. Díaz se pregunta:¿Cómo llenar el olvido?. Le es lógico que en la mente se produce un vacío y ante las interrogantes familiares hace un esfuerzo por recordar. Cuando no hay  éxito en tal intento, la angustia y la ansiedad lo atormentan. Desea recordar las primeras travesuras y complicidades con su hermano Augusto, pero se queda con una emoción en el alma y la tristeza que genera el olvido. Anhela recordar los primeros pasos de la pequeña Sofía para reírse por momentos, pero se queda con la emoción paternal y una lágrima que irónicamente lo apacigua. Desea recordar el patio del colegio, los almuerzos dominicales con picante arequipeño, los abrazos con su Madre, …desea evocar varios momentos; porque César Díaz es poeta y los poetas desean muchas cosas en el alma, son persistentes, su voluntad espiritual es mayor que la del hombre que es víctima de la rutina y del tiempo que le toca vivir.

Conocí a César Díaz una tarde que no he olvidado, hace algunos años atrás. Hoy, tengo en mi mente sucesos cortos que he empezado a olvidar.

©GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, poeta y escritor peruano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

Uno de los cuentos ganadores del Concurso del Diario El Comercio, 2014



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