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martes, 24 de abril de 2012

ACEITE, LIQUIDO DORADO

                  ACEITE, líquido dorado

Mientras esperaba a que Laura se preparase para ir al baile, su madre me hizo pasar a una pieza que lindando con la cocina; resultada muy acogedora. Me puse a mirar los cuadros, los estantes con libros cuando al levantar la vista, vi en una parte de la estantería, un conjunto de pequeñas figuras en cerámica representando a una gitana, una bailaora de flamenco con pose artística y varias otras más.
.-¿Qué son vinajeras?- le dije a la madre de mi amiga
.-Yo diría aceiteras, más bien.
.- ¡Son preciosas!.
Voluntariosa me las bajo todas y así las pude ver de más cerca.
.-¡Figúrate! Algunas todavía contienen aceite.
La figura era preciosa la parte baja era la falda de la bailadora y su cabeza el tapón, sus brazos por donde se podía servir el mágico elemento, el aceite. La cara quedaba un poco confusa, lo demás con bellos trazos de colores rebordeado de negro. Sin querer y de forma torpe tumbé la aceitera y se derramó el líquido, un poco, pues no quedaba mucho. No pude evitar de tocarlo con los dedos, de acariciarlo. ¡Qué suave!. Aproximé el dedo a mi nariz. ¡Cómo huele después de tanto tiempo!. Enjuague el trozo de mesa manchada antes de que llegara la madre de mi amiga.
No pude dejar de pensar cuantos servicios le debemos a este rico elemento. ¿Cuál es su historia?
¿Desde cuando los humanos se han servido de este rico elemento? ¿Cuales han sido sus aplicaciones?. Y casi sin querer me vi transportada a los antiguos puertos mediterráneos en donde los fenicios ya negociaban con nuestros autóctonos tanto con el aceite como con el vino, los dos elementos primigenios de nuestra cultura, la que ha anidado la cuenca del mare nostrum, desde Cádiz hasta Estambul desde tiempo inmemorial.
Aquellas primeras luces, con lo que llamamos en estas tierras el “cresol”, donde en una base de aceite una mecha iluminaba las estancias, aquellas calles empedradas en donde las doncellas, en una Akraton griega, llevaban ofrendas a los dioses.
El aceite ha sido la sustancia básica de nuestra cultura, pues no sólo ha iluminado templos, y ha sido la vigía de dioses, ha sido también nuestra alimentación junto con el trigo y el vino. En medicina el aceite nos ha curado infinidad de dolencias, desde heridas de guerra o accidentes hasta los estreñimientos.
Pócimas de miles de hierbas compuestas, amasadas, aliñadas con aceite. Aquellas cataplasmas con que la “curandera”, aliviaba nuestras dolencias. Sería enorme el trabajo de búsqueda de este mágico elemento de nuestra cultura.
Exhaustivo sería, también encontrar referencias históricas y culturales del aceite. Cuando decimos “esto se expandió como una mancha de aceite” ponemos de manifiesto nuestro vínculo ancestral con este rico elemento.
Y cuando en una mesa de hermosos manteles, cristalería exuberante, donde el caviar, el “fois gras” y el vinagre perfumado aportan su bouqué de perfección una radiante aceitera con el dorado líquido de nuestros lares, elevará al punto más óptimo para gusto de dioses.

Salomé Moltó

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