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sábado, 9 de agosto de 2025

DESPUÉS DE TODO - Jaime Sabines - México

 










DESPUÉS DE TODO


Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.

Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.

A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.

Se trata de mi cuerpo al que bendigo
contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.

Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.


JAIME SABINES
- México

Jaime Sabines Gutiérrez fue un poeta y político mexicano, reconocido como uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX.​ Wikipedia
Nacimiento: 25 de marzo de 1926, Tuxtla Gutiérrez, México
Fallecimiento: 19 de marzo de 1999, Ciudad de México, México

CON HILOS DE HUMO - Luis Alposta - Buenos Aires, Argentina

 



LUIS ALPOSTA - Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

AMANECER - Germain Droogenbroodt - Altea, Alicante, España

 







AMANECER

 

Lentamente
igual como se escribe un poema
surge de la nada
el amanecer

se desprende del silencio
y otorga luz

por todas partes aparece el verde
viático para el sol

que de la tierra
no aparta otra oscuridad

salvo la noche.
de “Contraluz”

 

 GERMAIN DROOGENBROODT, Altea, Alicante, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


TE HE SENTIDO ENTRE MIS MANOS - Salomé Moltó - Alcoy, Alicante, España

 










TE HE SENTIDO ENTRE MIS MANOS


Tu suspiro de placer
en mi alma se quedó,
los pensamientos a mil
invadieron mi sentir
y cuando mis labios acariciaron
con dulzura tu rígida espalda
comprendí, con placer,
que mucho podemos hacer
que allane el dolor y frustración
que nos gobierna e impone el desamor
y aprendamos así que,
otra forma de hacer, de amar y crear
sera extender la comprensión el cariño y el amor



SALOMÉ MOLTÓ – Alcoy, Alicante, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

ES UNA DIOSA… - Antonio Las Heras - Buenos Aires, Argentina

 














ES UNA DIOSA…


Es una Diosa…
Ella lo sabe, mas aún no tomó consciencia.
Lleva en la sangre la fertilidad de la Tierra.
Tiene la sabiduría de tantas generaciones.
Conoce el dolor acaecido en cada tiempo.

Es una Diosa…
Los hombres se reúnen a su lado,
buscan la forma de llegar a ella.
Acaso, cada uno, tiene la certeza
de que eso es un deseo vano
pues una Diosa tan real no se entrega.

Es una Diosa. Ilumina las tinieblas del camino.
Cada quién, habrá de elegir su propio destino.

Cancún (México), 6 de febrero de 2017


ANTONIO LAS HERAS
– Buenos Aires , Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

HISTÓRICA REFLEXIÓN - Marian Muiños - España

 










HISTÓRICA REFLEXIÓN


A la Historia la inventan las palabras.
Volubles y ambiguas,
dependen de cuál boca las desata,
de cuál mano dibuja pinceladas.
Todos se adueñan
de recuerdos salidos de un espejo:
la Historia la perfilan los opuestos.
Sean buenos, malos,
idealistas, guerrilleros, cobardes
dictadores, mafiosos o corruptos:
en un mismo fango van revueltos.

A la Historia la violan y pervierten,
luego la encuadernan
y la dan de comer a los hambrientos.
La verdadera historia es la que ves:
la de bolso vacío y cofre lleno,
la que clama justicia y no se moja
y la que amordaza
la conciencia y censura hasta al silencio.
Verdadera historia
es la de adentro tuyo es puro fuego
que quema odios y resentimientos.
Historia verdadera
es la que te habla y la que reclama:
“No escuches esos gritos lisonjeros;
No te escondas en tu cárcel del miedo;

sé firme y sé fiel
ante todos los derechos humanos;
no dejes que los tergiversen dedos
del que dicta sentencias ilegítimas,
del que vende a su patria indignamente.
¡No permitas que te hagan el cuento!”

¿Verdadera Historia?
¡Mírala por dentro!

Del libro: “De paso por el mundo” ©2024

MARIAN MUIÑOS – España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

EL CABALLO CIEGO - Aurora Suarez - Rojas, Pcia de Buenos Aires, Argentina

 










EL CABALLO CIEGO


Venía el pequeño
en un caballejo
escuálido y triste
ya ciego de viejo;
sin bozal ni riendas,
solo obedeciendo
la palmada suave
de su tierno dueño.
Hace algunos días
se fue el chacarero…
¡Dejó por inútil
al caballo ciego!
Y hoy, cuando el alegre
grupo de chicuelos
pasó en cabalgata
frente a la tapera,
como si trajera
su preciosa carga,
¡el caballo ciego
los siguió a la escuela!



AURORA SUAREZ
– Rojas, Pcia de Buenos Aires, Argentina

LA POESIA EN NUESTRAS VIDAS - Guillermo Fernández del Carpio - Arequipa, Perú

 




LA POESIA EN NUESTRAS VIDAS


Poesía proviene de la palabra poesía, que significa hacer. Es el arte de componer versos que expresan belleza y sentimiento. Aristóteles, es quien inicia el quehacer poético en su Obra Poética (334.A.C) en la era cristiana. Los griegos clasificaron a la poesía en tres tipos: La lírica, la dramática y la épica. El primer poema es épico, titulado Gilgamesh , escrito por los sumerios 2000 A.C. La poesía está presente en varios momentos en nuestras vidas. Nuestra vida es una eterna poesía.
El poema nos humaniza, muestra nuestros más profundos sentimientos. La poesía nos enternece, nace de hechos peculiares y se expresa con el más simple verso. Ha contribuido a tomar conciencia sobre los hechos sociales. Una sociedad más consciente, es una sociedad más desarrollada.

Escribe Jorge Luis Borges en su poema Arte Poética:

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y recordar que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

La poesía es belleza, construye una conciencia moral y sensibiliza. Borges nos habla en su poema del tiempo y del sueño, emplea con sabiduría la metáfora. La poesía en nuestras vidas es incierta, yo puedo acotar que nos ayuda a vivir. Escribió César Vallejo:

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Vallejo nos habla del dolor, lo describe, lo percibe. El dolor es parte inherente de nuestras vidas. La poesía expresa al hombre, lo describe también. Escribe la primera latinoamericana en ganar el premio Nobel, Mistral y así describe la ausencia. ¡Se nos va todo! dice. La poesía es parte inherente de la vida, con ella nos expresamos de un modo simple.

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Todos tenemos algo de poetas con nuestros actos y pensamientos. La poesía nace de nuestro corazón y se aproxima a los valores que debemos tener y cultivar. Esto es todo lo que pienso brevemente de la poesía en nuestras vidas.


Junio, 2022

GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO – Arequipa, Perú
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
ggfernandezdelcarpio.blogspot.com

S O L I L O Q U I O - Ángel Medina - Málaga, España

 



S O L I L O Q U I O

     

A veces mantengo un silencioso soliloquio en el cual me pregunto desde la cárcel de mi cuerpo acerca del principio por el que debe regirse mi existencia. Porque si todo en mí es lo que palpo y toco, esto es, carne, materia, ¿cuál es el sentido de mi vida? ¿Acaso un cuerpo caduco que envejece y que finalmente mata el tiempo destruyendo sus órganos? ―quien se haya visto por dentro (bien feo que es) se reconocerá simplemente como un animal que aún permanece cosido al cordón umbilical de su chimpanificación original― Más, enseguida me interpelo con una nueva pregunta: ¿realmente piensa el ser humano en general acerca de sí mismo? Porque, si releyendo al viejo Descartes aquello del “pienso, luego soy”, si no me pienso, ¿qué soy? ¿Qué consciencia tengo del ser?

Meditando, llego a una deducción: soy un ser contingente, esto es, necesitado, al que sólo puede responder la verdad que habita dentro de él―aunque no la reconozca de manera inmediata―, pero que podría satisfacer su necesidad de interpelarse tanto del ayer, el hoy y el mañana. Algo que necesita el hombre al cruzar el umbral de la materia en busca de una respuesta que le trascienda para no acabarse en el tiempo.

Y continúo reflexionando. ¿Cómo gestionar la triada de preguntas que pueden ayudarme a entenderme?

La primera es tan incomprobable―quisiera obtener una respuesta que mi medida inteligencia pudiera comprender―, que al no ser viable he de admitir más allá de cualquier demostración, porque de rehusarla―aun de forma abstracta―tendría que aceptar simplemente como azar, y el azar, como nada responde ni nada explica, sencillamente es nada, en tanto que yo soy (insistiendo en el principio cartesiano), y la “nada” “no puede responder de alguien que sí es.

Me pregunto por mi origen. Si “no se contó conmigo para traerme al mundo”, ¿qué diantre hago yo aquí?

La segunda es ¿por qué no hacer el mal en lugar del bien? ― algo que ya exploró Kant― (ciertamente, puro utilitarismo si se quiere) ¿Dónde habré de situar la ética para seguir su huella?

Y la tercera―la definitiva que comprende y abarca las dos precedentes― el fin. ¿Qué decir del “yo” que se me arrebata con la muerte, o sea, lo que el hombre es más allá de la substancia material, el espíritu, la psique, el alma, aquello que es su mismísima identidad? ¿Es toda la existencia un caos organizado para concluir en la “nada” absoluta? ¿Un capricho de una divinidad creadora que finalmente deja que se desmorone su criatura de barro? ¿O quizá el retorno del ser a su fuente, cuando en la existencia terrena ha agotado el tiempo para que desde el libre albedrío acepte el don de una vida sin fin, cambiando la fragilidad del gusano que repta por la tierra en la alevilla que teje su sepulcro de seda para liberarse y acabar siendo mariposa que vuela?

Quien niega lo imperecedero no niega sólo al autor de la vida, de la ética y la eternidad, sino que se niega a sí mismo. Si racionalmente dudamos, cuando no negamos la existencia del Ser al que no se ve, no sólo estamos afirmando o negándolo, sino que implícitamente admitimos o rechazamos el sentido de la propia existencia. Es necesario arriesgar el rasgar el velo de la duda para encontrar una respuesta más allá de la desesperanza.

La respuesta es que, el que es― no el que tiene―Amor, se comparte con su criatura, pues el amor no puede quedarse en él mismo, sino compartirse, lo cual se constituye en la razón de la creación, y lo único que le pide al hombre es que libremente acepte el don, siendo el tiempo de la vida el espacio para hacerlo. Eso exige confianza y el valor de amar a los otros. Al comienzo, durante y al final del viaje, no está la “nada” (que nada dice), sino el mismo Dios.

ÁNGEL MEDINA – Málaga, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


BLAS DE OTERO, ODISEO DE SU “ÁNGEL FIERAMENTE HUMANO” - Roberto Alifano - Buenos Aires, Argentina

 




BLAS DE OTERO, ODISEO DE SU “ÁNGEL FIERAMENTE HUMANO”


“En el principio fue la Palabra -afirman las Escrituras- y todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra”… Y la Palabra se hizo carne y habita entre nosotros”.

Impulsado por su fe en la palabra, la misión del poeta es embellecerla. Si la palabra da sentido a su expresión otorgando belleza es esencia más allá de cualquier forma o género literario. Con la palabra no solo se comunican ideas y experiencias, también se transmiten emociones. El arte de la literatura debe ser ante todo verbal, y de lo que se trata es de encantar esa palabra para que vuele como pájaro, mariposa o pétalo impulsado por la brisa. Más allá de las reglas que impone la versificación, el poeta debe cumplir la misión de expresar belleza y dar vida con su palabra. “El poeta es un pequeño Dios”, enfatizó convencido Vicente Huidobro.

Entre los poetas del siglo XX que releo con devoción y renovado placer figura el alto nombre de Blas de Otero, un artífice de la palabra que con asombrosa libertad trabajó con formas clásicas y rupturistas logrando un mecanismo exquisito, entremezclado con el delirio y lucidez social. Sin confiar en la mera casualidad, el poeta logra conciliar una tradición estética con otra nueva manera de rebelión. A través de la palabra, accede a los umbrales de una plenitud que linda con su religiosidad. Inseparable de la crítica del lenguaje; esa palabra fundacional es además una prédica de la salvación humana que abarca presente, pasado y futuro. Nunca su culminación.

En unos versos de sus magistrales sonetos de Ángel fieramente humano, el poeta profetiza:

Definitivamente, cantaré para el hombre.
Algún día -después-, alguna noche
me oirán. Hoy van -vamos- sin rumbo,
sordos de sed, famélicos de oscuro…

Yo os traigo un alba, hermanos. Surto un agua,
eterna no, parada ante la casa.
Salid a ver. Venid, bebed. Dejadme,
que os unja de agua y luz, bajo la carne…

A través de una palpitante poesía existencial, en la palabra de Otero se puede acceder a los umbrales de otra plenitud donde la vivencia de formal se realiza desde una experiencia estética que nace de sufrimiento personal. Su poesía es una prédica de la salvación humana a través de la misma poesía, donde el artífice suma belleza y esperanza, aunque a veces desilusión, siempre en el principio de un proceso. Con un portal abierto a la dinámica de la propia vida y a su fe religiosa, escribe:

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte…

El resultado es un giro hacia la temática original de toda su vida, donde profetiza una posible esperanza en la salvación humana a través de la propia palabra. Sin embargo, una vez más no aparece una vía unitiva: pues la única manera de alcanzar la unión con Dios no está en esta vida, sino acaso en la muerte. Ese misterio que desconcierta al poeta. En esta vida solo se puede aspirar a vivir la gracia, entendido como el poder habilitador de la sanación espiritual ofrecida por medio de la misericordia y del amor al Salvador, sintiendo el sueño de la presencia divina. Y el poeta se resigna a lo que somos.

Pero, mortal, el hombre nunca puede,
nunca logra ascender adonde el cielo
es torre esbelta…

Entonces, Con los pies en la tierra, y como buen lector de Sören Kierkegaard, uno de sus referentes filosóficos, Otero desarrolla principalmente en el período de entreguerras una forma de rebelión donde básicamente, postula que existe una gran diferencia entre “ser” y “existir”. “Ser”. Es una forma de rebelión, donde todo lo que rodea al poeta es pasivo y se debe atravesar con la palabra. Así los objetos “son”, porque no protagonizan ninguna acción; en todo caso juegan como receptores de ellas, pues carecen de la forma suficiente y de autonomía para elegir su propio destino. Son lo que “son” en sí, sin posibilidad de cambiarse a sí mismos. De allí su reclamo:

Rebelde, el poeta reclama ante la muerte:
Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz y sufrir frío,
humanamente esclavos de la muerte…

Si en la lírica del siglo XX se puede encontrar un aedo cercano a Blas de Otero, inmediatamente pensamos en César Vallejo. Cuyo dolor existencial no tiene límite. El hombre existe con su libre albedrío y es tal como es, y no puede cambiar su propio ser con decisiones. Es su sufrimiento, la resignación ante la crueldad, la entrega a un destino que solo se puede enfrentar con la palabra. Como el poeta peruano, Otero se caracteriza por sentir la finitud y estar contenido en una contingencia temporal que lo amarra ante lo terrenal: es decir, tiene un cuerpo mortal y ante esta realidad el poeta expone su reclamo al no ser concebido como eternidad, atada siempre a sus propios errores y a la contingencia, el poeta pide al Supremo que haga algo por al género humano.

Salva al hombre, Señor, en esta hora
horrorosa de trágico destino;
no sabe dónde va, de dónde vino
tanto dolor, que en sauce roto llora.

Ponlo de pie, Señor, clava tu aurora
en su costado, y sepa que es divino
despojo, polvo errante en el camino:
más que Tu luz inmortaliza y dora.

¡Ponnos, Señor, encima de la muerte!...

Para el poeta el hombre no sólo “existe”, sino que además tiene la obligación de hacerlo, o acaso “volver a hacerlo” las veces que sea necesario. Y en su desesperación, como César Vallejo, Blas de Otero se aferra a un existencialismo místico donde presiente que puede haber una defensa de la vivencia subjetiva por encima de la pura objetividad, y es por eso que busca refugio en su propio individualismo moral: cada uno debe ser responsable de sus propias acciones y decidir su código ético.

No existe, pues, ninguna base objetiva para defender las decisiones morales; el mayor bien para un individuo es encontrar su propia y única vocación. Se trata de una crítica a los “más allá” metafísicos para ubicarse en el “más acá”; una alternativa a las filosofías que analizan el conocimiento objetivo y las concepciones sistemáticas del mundo para centrarse en el hombre, en su vida y su muerte.

Presintiendo esa certeza o, mejor dicho, convencido, Otero crea su propio sendero dentro del existencialismo, y abre un camino que acompaña a través de la estética iniciada por Jean Paul Sartre: una filosofía primordialmente moral, que denuncia el compromiso del hombre con su propia libertad. No existe una predestinación, no hay dioses ni almas: cada uno es responsable de sus propios actos, está solo, sin más. Ese sentimiento de soledad existencial es uno de los pilares de la obra poética de Otero. El existencialismo de Sartre se inscribe dentro del marxismo, difiriendo de este en una negación de todo totalitarismo: el hombre debe tener libertad para ser lo que quiera.

Aparece entonces el existencialismo como elemento terrestre y como respuesta a una crisis espiritual que lo lleva a perder la fe. A través de ella llega a lo que será el estado definitivo de su poética, la poesía social. Sin embargo, esta etapa tiene entidad propia y valor de por sí, y el yo poético se queda solo en esa busca agónica e infructuosa de una nueva fe o una razón para vivir. El hombre es un ser destinado a la muerte en un contexto de desolación y ruinas; ansioso por sobrevivir, por no perderse en la nada, busca a Dios. Lo que antes era una llamada ahora es una pregunta a gritos; un reclamo. Sin embargo, solo obtiene silencio como respuesta; en ese silencio su corazón se llena de miedo, miedo a la muerte que le aprisiona y le condena a que todas las cosas que está haciendo no sirvan demasiado. Lo que debe hacerse es aceptar el propio destino, y así encontrar un nuevo absoluto de vida. De este modo halla dos tablas de salvación: el amor y la poesía. No sin indiferencia, siente que Dios se le ausenta.

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Blas de Otero Muñoz nació en Bilbao, en 1916 y murió en Madrid, en 1979. Fue también miembro de la Generación del 50’, y uno de los principales representantes de la “poesía desarraigada”, fruto de los tiempos duros que le tocó vivir. Firme y valiente opositor al franquismo, anheló y cantó a la democracia durante 40 años, aunque no llegó a ver completamente realizado su sueño,

ROBERTO ALIFANO – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA