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MANOS
Miré mis manos, y eran de
ella
Cada surco plagado de
insistencias.
Un nudillo que marca su
presencia
y ese pliegue derrotado de
historia.
Miré mis manos, y en
instantes,
comprendí que el amor sólo
trasciende
si la evidencia, que nos
rodea y nos abraza
logra alcanzarnos.
Un día cualquiera observé
mis manos,
tenía el mismo sol de
otros días,
brisa de otoño, sin mucha
prisa,
nada rayaba melancolía.
Pero miré mis manos, y
estaba ella,
Y mi corazón nadó en amor
supremo,
Madre de madres, hija de
hijas,
Manos de manos que se
repiten.
Con la inquisidora memoria
cerca
Sentí en mi piel sus
cicatrices.
Miré mis manos, eran las
de ella.
Sentí su tacto y su
tersura,
Volví a mirarlas.
Comprendí, con amor.
Nada perdura.
©SOLEDAD VIGNOLO, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Intangible poder del amor que no conoce de ausencias, distancias ni flores que ya no perfuman ....!
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