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sábado, 8 de julio de 2017

ATANOR, Antonio Las Heras, Buenos Aires, Argentina



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ATANOR

El último acto consciente hubo de ser mi mano, entre dormida, rozando el muslo desnudo de Elsa quien, también en sueños, encontraría el momento en que esa situación pudiera repetirse en cualquier momento, todos los días; sin que para ello tuviéramos que esperar el alejamiento de él, o un viaje, o inventar algo.
Ultimo contacto que tuve con el medio que me rodea a diario. Después si no me equivoco, caí en cama; rodé, rodé y rodé hasta descender, muy abajo, más allá del suelo en que está sostenida la casa. Entre tumbos, moretes – como diría Beatriz – y sangre derramada, llegué hasta más allá de nada y de todo. Encontré un abismo oculto, intrincado, retorcido, tortura suprema, goce de saber que se atraviesa un sacrificio sin que ello lo inmute a uno.
Algo así como el Infierno. ¿Cómo es que era el Infierno? Saber del dolor; pero no del dolor en los otros, sino del dolor en uno mismo, en la piel que llevamos, en la carne, con la sangre que – goteando – marca las piedras de la caída.
¿Era el Infierno? Probablemente no lo sepa nunca. Allí donde las mezclas son sustancias invisibles, mecanismos que el calor transforma con sus llamas, donde la creación asombrada advirtiendo que el Mal puede Crear, Ser, Existir, aunque los opuestos luchen denodadamente.
Allí estaba, Atanor yo, conteniendo las sustancias especiales en franco proceso de alquímica transformación.
Al despertar dijeron que recordaba el muslo desnudo de Elsa como último contacto con la realidad; con la Libertad, como habría dicho Beatriz.

©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA EN BUENOS AIRES


1 comentario:

  1. Sueño, delirio, fantasía o realidad?
    Viaje por un espacio de nubarrones que oprimen al alma desesperada...!

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