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ATANOR
El último acto consciente hubo de ser
mi mano, entre dormida, rozando el muslo desnudo de Elsa quien, también en
sueños, encontraría el momento en que esa situación pudiera repetirse en
cualquier momento, todos los días; sin que para ello tuviéramos que esperar el
alejamiento de él, o un viaje, o inventar algo.
Ultimo contacto que tuve con el medio
que me rodea a diario. Después si no me equivoco, caí en cama; rodé, rodé y
rodé hasta descender, muy abajo, más allá del suelo en que está sostenida la
casa. Entre tumbos, moretes – como diría Beatriz – y sangre derramada, llegué
hasta más allá de nada y de todo. Encontré un abismo oculto, intrincado,
retorcido, tortura suprema, goce de saber que se atraviesa un sacrificio sin
que ello lo inmute a uno.
Algo así como el Infierno. ¿Cómo es
que era el Infierno? Saber del dolor; pero no del dolor en los otros, sino del
dolor en uno mismo, en la piel que llevamos, en la carne, con la sangre que –
goteando – marca las piedras de la caída.
¿Era el Infierno? Probablemente no lo
sepa nunca. Allí donde las mezclas son sustancias invisibles, mecanismos que el
calor transforma con sus llamas, donde la creación asombrada advirtiendo que el
Mal puede Crear, Ser, Existir, aunque los opuestos luchen denodadamente.
Allí estaba, Atanor yo, conteniendo
las sustancias especiales en franco proceso de alquímica transformación.
Al despertar dijeron que recordaba el
muslo desnudo de Elsa como último contacto con la realidad; con la Libertad,
como habría dicho Beatriz.
©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor
argentino
ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA EN BUENOS AIRES
Sueño, delirio, fantasía o realidad?
ResponderEliminarViaje por un espacio de nubarrones que oprimen al alma desesperada...!